Castellote: educar en valores a través del medioambiente

La escuela de la Naturaleza de Castellote realiza desde hace más de dos décadas actividades con escolares de todo Aragón. El paisaje se funde en la zona con un inmenso patrimonio arquitectónico.

Javier Oquendo, en las instalaciones de la Escuela de la Naturaleza (Eana), que regenta.
Javier Oquendo, en las instalaciones de la Escuela de la Naturaleza (Eana), que regenta.
Jorge Escudero

Nada hace pensar que el paraje donde hoy se levanta la Escuela de la Naturaleza (Eana) de Castellote fuese hace 26 años una mina de carbón. Árboles en medio de blancos edificios con las fachadas pintadas de los colores del arco iris sumergen al visitante en un oasis de paz en pleno corazón del Maestrazgo. Pero no siempre fue así. Cuando Javier Oquendo y sus tres socios, todos ellos ligados al mundo de la enseñanza, vieron por primera vez este enclave mientras buscaban un espacio para poner en marcha un novedoso proyecto de educación ambiental, se les cayó el alma a los pies. "Era un paisaje desolador. Todo estaba negro y con escombros, y de los dos únicos pinos que había, también negros, colgaban con ganchos ropas de los mineros", recuerda el gerente.

Ante este espectáculo, confiesa que el cuerpo le pedía dar media vuelta. Sus socios, sin embargo, vieron un recinto con muchas posibilidades en la mina Patricia –la primera de la provincia que cerró sus puertas durante la reconversión del sector en los años noventa–. El hermoso paisaje del entorno acabó por convencerles.

La Escuela, situada en la partida Perogil, a escasos diez minutos en coche de Castellote, abrió sus puertas, tras un importante proceso de restauración, en 1995, y fue y sigue siendo la única aula de la naturaleza de carácter privado de Aragón. Javier Oquendo recuerda como si fuera ayer a los primeros usuarios que recibieron: un grupo del centro especial Ángel Custodio de Teruel. Desde entonces, sus instalaciones han sido muy visitadas. Calcula que anualmente pasan por la escuela del orden de 1.200 niños de entre 4 y 14 años, en un periodo de tiempo concentrado en seis meses. Zaragoza y Teruel son los principales lugares de procedencia y en las épocas punta, se llegan a contratar hasta 13 trabajadores, entre monitores y personal de cocina.

A través de diversas actividades, el centro introduce a los pequeños en el mundo de la naturaleza y en el ambiente rural. Conocen los secretos de los bosques, de la ribera y el hábitat en los que están inmersos, como las masías o las almazaras, donde se muelen las aceitunas. Los monitores han descubierto que el agua es un medio que ejerce una atracción magnética en los pequeños. "El río les encanta y nos sorprende ver que muchos nunca se habían bañado en uno, por lo que resulta una experiencia única para ellos", comenta Oquendo. El pantano de Santolea, donde se realizan excursiones en canoa, es uno de los lugares preferidos por los grupos de escolares.

Pero si la escuela Eana es naturaleza pura, a escasos kilómetros, en el núcleo urbano de Castellote, el patrimonio arquitectónico se adueña por entero del paisaje fotográfico. Las cuestas empedradas, como la de la Virgen del Agua o la Castellana, flanqueadas por casas con fachas forradas de sillares y rejerías en sus ventanas, seducen al visitante. Lo mismo que los pasadizos con arcos o las casonas solariegas, la de las Pepetas o la de don José, esta última en estado de ruina. Los viajeros reciben la bienvenida en la avenida de Agustín Plana de un edificio singular, de fachadas coloristas y apariencia modernista, y a pocos pasos, un busto recuerda a Agustín Plana, hijo predilecto de la localidad.

Entre el vasto patrimonio urbano y la naturaleza apabullante que lo rodea, Javier Oquendo no duda en afirmar que este trozo de España "no está vacío" como piensan muchos. "Está lleno de biodiversidad –proclama– y la naturaleza es un recurso que no siempre hemos podido o sabido aprovechar". Reconoce, muy a su pesar, que el debate acerca de la supervivencia del medio rural está de plena actualidad y que sobre el tema de la despoblación hay grandes dosis de "victimismo". "Creo –confiesa– que muchos buscan con esta excusa dinero fácil".

El gerente de la Eana se siente cómodo en este territorio. "¿Qué tienen los de Zaragoza que no tenga yo?", se pregunta. Una decente cobertura de internet y telefonía móvil, libros y naturaleza, mucha naturaleza, hacen que no eche de menos nada. "Podían mejorar las comunicaciones, pero no están tan mal", dice.

Detrás del armonioso medioambiente y de las construcciones de piedra seculares de Castellote está la Virgen del Agua –la patrona y protectora de los vecinos y su entorno–, una imagen que preside la ermita urbana de su mismo nombre del siglo XVII. La tradición oral narra que la talla románica fue encontrada por un sacerdote en el paraje ‘El Aguador’, de ahí su nombre. La santa se salvó del expolio de la Guerra Civil tras ser sustituida por una muñeca vestida con ropajes religiosos.

En medio de este ambiente es imposible no ser respetuoso. Javier Oquendo afirma que cuando llegan los chicos a la Eana el primer día es habitual "que tiren pañuelos de papel al suelo, pero poco antes de irse no ves ninguno".

La ermita del Llovedor y el castillo, dos edificios en una misma cima rocosa

Impresiona la ermita del Llovedor por el paisaje en el que se ubica, una cima rocosa que comparte con el castillo templario aunque en la vertiente opuesta. Al pequeño templo se accede por un camino situado poco antes de atravesar el túnel de entrada al pueblo.

El edificio se construyó en el siglo XVIII, justo donde, según la tradición, se apareció la Virgen, y se reformó en el siglo XIX.

Como curiosidad, el agua se filtra a través de la ladera para ser recogida en un estanque. A la ermita se va en romería el 1 de mayo, con procesiones separadas entre hombres y mujeres, en un recorrido que comienzan los varones de madrugada y finaliza al anochecer, cuando vuelven con antorchas y se encuentran con las mujeres que desfilan con velas.

El castillo, a los pies del cual se asienta el caserío, es una potente construcción del siglo XII. Durante más de un siglo estuvo regido por los templarios y fue cabeza de una extensa bailía. También adquirió gran protagonismo en las Guerras Carlistas. Sobresale por su conservación la torre del homenaje.

Una torre recuperada tras haber sido destruida durante la Guerra Civil

Los vecinos de Castellote por fin recuperaron el julio del año pasado la torre campanario de la iglesia de San Miguel después de haber sido destruida durante la Guerra Civil. Tan solo se conservaba la base y su reconstrucción ha sido posible gracias a fotografías antiguas y a las aportaciones de la población. Es el complemento de una monumental iglesia de estilo gótico levantino, del siglo XV, cuyos muros de ladrillo y sillería permiten apreciar las diferentes fases constructivas del templo. Destaca una imagen esculpida del Apóstol Santiago que probablemente fue reutilizada en la fachada a los pies del templo.

Entre los monumentos civiles reseñables figura el edificio del Ayuntamiento, levantado sobre una lonja de arquería de sillería. Se trata de una construcción gótica ubicada dentro del recinto amurallado, con fachada en arco de medio punto.

Como edificios religiosos, además de la iglesia de San Miguel, se encuentra la ermita de la Virgen del Agua, la patrona de Castellote, una capilla del siglo XVII, situada dentro del casco urbano.

Desde la ermita de San Macario, del siglo XVIII, se divisa una impresionante panorámica del pueblo.

LOS IMPRESCINDIBLES

Monumental lavadero

Probablemente de época medieval, el lavadero de Castellote destaca por su escalera monumental. El recinto, recién restaurado, esconde una simbología misteriosa, como las marcas que conservan las piedras de la fuente.

El Cañón

El abrevadero o Cañón, como se denomina popularmente, se sitúa al lado del Ayuntamiento. Sobresalen en su muro frontal diversas esculturas, que podrían haber sido reutilizadas, y en especial la ‘Dama de las sargantanas’, una figura orante.

El puente de la Fonseca

Imprescindible visitar el puente de la Foseca, declarado monumento natural por la DGA. Excavado en la roca, el puente cruza el río Guadalope, a pocos kilómetros de Ladruñán –barrio de Castellote–, en un paraje de gran belleza.

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