Manifestaciones de jubilados, mujeres..., ¿qué está pasando?

Las marchas por la igualdad de género o en defensa de unas pensiones dignas han descolocado a sindicatos y políticos por igual. Son movimientos libres y espontáneos que marcarán la agenda

Las marchas por la igualdad de género que reunieron a decenas de miles de personas en Aragón el pasado 8 de marzo, así como las concentraciones por unas pensiones dignas, contra el impuesto de sucesiones o el de contaminación de aguas han sorprendido a sindicatos y políticos. ¿Qué está pasando? Se trata de grupos  vulnerables, «pero ser vulnerable no significa ser impotente. En realidad, los vulnerables, cuando se unen, tienen una enorme fortaleza», destaca Carmen Marcuello, catedrática en el departamento de Dirección y Organización de Empresas de la Universidad de Zaragoza y experta en iniciativas por la igualdad de los desfavorecidos. «Y los vulnerables, si nos unimos, tenemos una enorme fortaleza».

En las multitudinarias manifestaciones del pasado 8 de marzo en Aragón no solo se sumaron las dificultades de la mujer. Fueron numerosas porque también reunían a estudiantes, jubiladas, trabajadoras y desempleadas. Y a esa marcha, que ha cambiado la agenda del Gobierno y sorprendido a muchos políticos, se suman las protagonizadas por pensionistas, que se niegan a perder poder adquisitivo y reclaman una pensión digna. Las protestas contra el polémico Impuesto sobre la Contaminación de las Aguas (ICA) en Aragón, así como contra el impuesto de sucesiones, son otras reivindicaciones sociales que en solo un año han dejado en evidencia el descontento social, pero que también suponen un antes y un después en las movilizaciones sociales: más espontáneas y orgánicas, ya no dependen de sindicatos o asociaciones que las manejen. Su éxito se ha basado en el propio hartazgo social de cada colectivo.

La novedad ahora es que se rompe ese enfoque y se aprecia una desafección de la política y la incorporación de la idea de arriba y abajo, en lugar de la lucha de clases
La pobreza no tiene solo rostro de mujer, tiene muchos rostros. De esos grupos vulnerables
Según explica el sociólogo aragonés Jaime Minguijón Pablo, estamos viendo movilizaciones muy diferentes a las que tenían lugar hace solo unos pocos años:«Las primeras estaban enmarcadas en una lucha de clases y ancladas en una visión materialista (condiciones de vida, ampliación de derechos); después, llegaron los movimientos sociales de posicionamientos posmaterialistas, como el ecologismo o el feminismo. La novedad ahora es que se rompe ese enfoque y se aprecia una desafección de la política y la incorporación de la idea de arriba y abajo, en lugar de la lucha de clases». Porque, como explica Carmen Marcuello, «en realidad, hay dos esferas en la sociedad. Por un lado está ese poder y al otro lado estamos todo el resto de la población. Hombres, mujeres, niños, discapacitados mayores… Todos los que no tienen poder». De manera que el arquitecto, por ejemplo, y el obrero tienen mucho en común, más que antes: pueden estar los dos afectados por la precariedad laboral o la brecha salarial. «Y nuestro estatus puede peligrar en cualquier momento, precisamente porque somos vulnerables –continúa Carmen Marcuello–. A la vista del último informe de pobreza en España, con cifras tras tremendas, vemos además que esos vulnerables son los que más pobreza sufren, los grupos donde más ha crecido la tasa de pobreza en los últimos años, y donde más riesgo de pobreza hay. La pobreza no tiene solo rostro de mujer, tiene muchos rostros. De esos grupos vulnerables».

¿Cambio de agenda?

No solo los políticos se han quedado descolocados por estas últimas marchas, también partidos políticos en teoría afines a la reivindicación social o incluso sindicatos y asociaciones. En opinión de Jaime Minguijón, «estos nuevos movimientos solo pueden entenderse desde la cotidianeidad y de cómo esta se ve interrumpida por las decisiones de poder. Es decir, estamos asistiendo a una defensa de la extensión de la libertad y la igualdad». En el caso de la mujer, ha conquistado mentalmente muchos retos y ha aplicado ese empoderamiento a su vida privada, pero esta situación no se traduce a otros aspectos públicos de la sociedad. «Movimientos como Metoo y Timesup (“Se acabó el tiempo del silencio, se acabó el tiempo de esperar, se acabó el tiempo de tolerar la discriminación, el acoso y el abuso”) creo que lo ponen de manifiesto a las claras». Y esto se percibe también en las protestas contra el ICA que, espontáneamente, ha llevado a la rebelión a decenas de miles de zaragozanos, que decidieron por su cuenta no abonarlo. «Es un impuesto que se ve como un abuso respecto de una práctica (el consumo de agua) que es básica y esencial en la cotidianeidad de cualquier hogar. Esa defensa de extensión de libertades también se ve en las manifestaciones de los pensionistas, que claramente hacen referencia a la más básica posibilidad de subsistencia. O en las protestas de los jóvenes americanos con las armas, que afecta directamente a su discurrir cotidiano en sus lugares de estudio y de ocio», continúa Minguijón.

Son movimientos que el Gobierno no puede contrarrestar por los cauces habituales
Las marchas de la mujer, de los jubilados, la rebelión contra el pago del ICA, incluso las manifestaciones contra el impuesto de sucesiones suponen una rebelión que el Gobierno aragonés o central no puede contrarrestar por los cauces habituales. Según el sociólogo, «no se pueden considerar movimientos minoritarios, sino multitudinarios: jóvenes, mayores, mujeres, habitantes de Zaragoza..., y eso descoloca la acción política, que trata de contrarrestar esos movimientos, pues no pueden ser derivados hacia la marginalidad (y la violencia), como suele hacer el poder con quien se levanta contra él… En este sentido, ha habido una estrategia de paulatino acercamiento de todas las fuerzas políticas hacia ellos (quizás, en menor medida, respecto del ICA). Eso los convierte en movimientos difícilmente manejables desde los poderes y seguramente asistiremos a decisiones que traten, inicialmente, de contentarlos, aunque está por ver si profundizan de verdad en las causas que están en el origen de sus demandas».

Es el poder de los vulnerables, esa «unión de dificultades para unir soluciones», como resume Carmen Marcuello. «Hay dos opciones, mantener el individualismo y defender solo nuestros derechos para no perder nuestros privilegios, o bien aceptar que estamos todos en ese mismo grupo, en esos colectivos vulnerables que no ostentan el poder». Así, la mujer que se manifiesta por sus derechos también ha de apoyar el de los discapacitados, cuya brecha salarial sería similar; los mayores que ven peligrar sus pensiones son conscientes de que la precariedad laboral les afecta, por lo que pueden unirse a manifestaciones por sueldos más dignos...», resume Marcuello.

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