El malestar de los pensionistas

Las tres capitales aragonesas, al igual que un centenar de ciudades españolas, fueron ayer escenario de una multitudinaria movilización que expresa la preocupación social por el futuro del sistema de pensiones, así como la frustración por la pérdida de poder adquisitivo de los pensionistas. Las soluciones al déficit que padece la Seguridad Social son complejas, pero el Gobierno no puede anclarse en el inmovilismo.

La concentración ha reclamado pensiones dignas.
Más de trescientas personas desafían a la lluvia en Tarazona para protestar por las pensiones
N. B.

El Gobierno, que no preveía hacer cambios en el sistema de pensiones y que fía la superación del actual déficit de la Seguridad Social al crecimiento del empleo, tiene sin embargo un agudo problema político, que sería temerario menospreciar, como muestran de nuevo las nutridas manifestaciones que tuvieron lugar ayer. Los elementos correctores introducidos en la reforma de 2013 han servido para contener el déficit, pero pueden implicar no solo un recorte de los derechos de los futuros pensionistas, sino también una continuada pérdida de poder adquisitivo de los actuales. Situación tanto más difícil de aceptar cuando, por un lado, no se ha diseñado un marco consensuado que asegure a largo plazo el sistema y, por otro, se suceden los datos sobre una recuperación económica que, no obstante, no acaba de llegar a todos los sectores sociales. Es verdad, como señala el Gobierno, que la mejor garantía para las pensiones está en una economía fuerte con un alto nivel de empleo; pero no cabe pedir a millones de pensionistas que se resignen a un progresivo empobrecimiento. Tampoco vale en este asunto la demagogia fácil a base de propuestas ‘mágicas’ con escaso fundamento. Es del estudio riguroso de la situación y de la negociación política con vistas al bien común de donde pueden salir las soluciones.