Fuendejalón: la sal de la vida

El Rodi cumple medio siglo el 21 de abril: Blanca y Mari cogieron  el relevo de sus padres en el bar-restaurante de Fuendejalón  y el éxito de sus productos les ha lanzado a la élite ‘gourmet’ nacional.

Mari y Blanca Rodríguez, en la barra del Rodi, junto a sus productos estelares: la sal de garnacha y los garnachicos.
Mari y Blanca Rodríguez, en la barra del Rodi, junto a sus productos estelares: la sal de garnacha y los garnachicos.
Laura Uranga

El Rodi cumple medio siglo el próximo 21 de abril. Joaquín Rodríguez y Avelina Diago le pusieron nombre uniendo las dos primeras letras de sus respectivos apellidos. Habían enlazado sus vidas mucho antes, con tres niños y el campo como sustento; cuando un accidente con el tractor dejó seriamente dañada la espalda de Joaquín, una charla entre el matrimonio derivó en la aventura del bar. Avelina murió hace treinta años; Joaquín cumple noventa en tres semanas y, a pesar de los achaques, sus hijas Blanca y Mari tienen toda la ilusión del mundo en que su padre presida la celebración sentado en su sitio favorito del local. Para entonces habrán acabado la renovación del salón restaurante.

Blanca, la hermana mayor, es la cocinera; Mari se encarga del bar y la sala. A los inventos y creatividad de la primogénita se une el olfato de negocio que exhibe la pequeña. "Cuando mis padres se lanzaron a la aventura del bar, quizá no se hacían cargo de las horas que tendrían que estar de pie, cargando peso –apunta Blanca– pero les salió bien, porque tenían claro que no querían lo típico. Por ejemplo: la barra del bar, de acero inoxidable, era única en la comarca y se veían pocas en España. La que ves sigue siendo la original. Las copas de balón para el coñac, los detalles en las repisas... la gente joven enseguida se volcó; esto se llenaba de una manera tremenda los primeros años. Luego abrieron otros sitios y la clientela se repartió, aunque seguía yendo bien".

Fuendejalón: la sal de la vida

Blanca es muy gráfica con las metáforas. "Sabemos dónde estamos, a pesar de lo que he comentado sobre las ganas de hacer cosas distintas y exigentes. Nunca nos han subido a la veleta de la torre, así que nunca nos hemos estrellado en la caída. Mi hermana y yo cogimos el relevo pronto y hemos echado adelante el negocio. Ahora tenemos un equipo de mujeres que nos ayudan en cocina y bar con Ivana Moreno y Bianca Gusa, que suple ahora a Alina Ioaniciu, porque sale de cuentas estos días".

Las hermanas Rodríguez se han dividido bien las funciones, y aunque no estén siempre de acuerdo, saben encontrar el modo de sumar fuerzas. "Cuando llegó la crisis, pensamos en recuperar la esencia del Rodi en restauración clásica. Mi madre era una gran cocinera, y yo he ido inventando mis cosas gracias a los viajes, la curiosidad y lo que aprendí de mi madre viéndola trabajar. Fíjate que he hecho sushi aquí desde 1992, después de un viaje por el lejano oriente, aunque no caló mucho entre los amantes de las papas bravas".

De repente, la sal roja

Lo de la sal de vino llegó de pronto, tras una junta de la Ruta de la Garnacha allá por 2012. "Volví cabizbaja –recuerda Blanca– y dándole vueltas a la cabeza, se me ocurrió: una sal de garnacha. Se lo dije a Mari; ella resopló y me dijo que estaba como una regadera. Cuando tuve algo que me gustaba en cuanto a color, cogí uno de nuestros platos blanquísimos, puse una montañita de sal y lo dejé en la cocina. Ella entró, dijo ‘qué bonito’ y cuando le conté que era la sal, dijo que había que venderla ya. Y no tardamos tanto, no. Se empezó a comercializar en noviembre de 2015, después de presentarla en una feria".

El proceso que sigue la sal de garnacha de Rodi (disponible en www.rodigourmet.com) es minucioso. Los pétalos de sal en las salinas de Villena (Alicante) se sacan en junio, y ahí compran las Rodríguez. Otras veces, la materia prima llega del Cabo Gata, en Almería, A finales de agosto o principios de septiembre, según venga la uva, entra en juego la garnacha del Campo de Borja. "Se sigue un sistema artesano, que no incluye químicos ni reforzantes, y esa uva se va trabajando varios meses, hasta finales de marzo. Luego empiezo a mezclar el producto con la sal, y la transformación final se hace a finales de mayo. La producción que tengo ahora irá al Salón del Gourmet, y creo que este año va a ser aún mejor. Hago un máximo de 500 kilos al año".

Rodi también ofrece sal al Aroma del Moncayo, más económica (Blanca hace más cantidad) y los deliciosos garnachicos, dulces de color rojo vino... con vino rojo. "Mi madre y mi abuelo eran diabéticos, y hacían el mazapán con muy poca cantidad de azúcar. Pensé en una tarta para la Ruta de la Garnacha y al final hice estas bolitas de mazapán; gustó mucho, y así nacieron los garnachicos hace año y medio: Los sacamos con sigilo, para que no nos copiaran la idea. También hay recubiertos de chocolate. Se venden aquí y en tiendas especializadas; a la web le vamos a dar más marcha; hasta ahora ha servido para publicidad y encargos pagados contra reembolso".

La Miel del Tío Juan Cruz busca la excelencia en una carta de variedades muy extensa

La Miel del Tío Juan Cruz es marca de Apícola Cuartero, la empresa local que regenta Adolfo Cuarteto. "Esto lo empezó mi padre, y he tratado de adaptarlo a los nuevos tiempos. Desde los trece años ando con las colmenas arriba y abajo. La idea fue ido cogiendo vuelo, un progreso lento pero constante. Empezamos con tres colmenas, luego fueron trescientas y ahora, más de tres mil, repartidas por la comarca; hacemos trashumancia por otras comunidades". El esquema de producción ha seguido siempre patrones clásicos, aunque la diversificación de producto es lo que ha cimentado el éxito. "Empezamos vendiendo miel a los vecinos, y luego ya pasamos a la ambulante; ya sabes, a grito ‘pelao’. El siguiente paso fue poner la envasadora en el pueblo, vender a tiendas; desde hace tres años, y casi siempre por pedidos grandes al ser un transporte delicado, vendemos fuera. Además de las variedades típicas como mil flores, romero, tomillo, espliego o alfalfa, nos vamos a sabores excelentes, tanto españoles como de otros sitios; está funcionando bien la de frambuesa, y también les de zarzamora, tilo, cilantro, cantueso, lavanda... tenemos jarabe con propóleo, vinagre de miel y jalea real".

La Capilla Sixtina del Campo de Borja

El arte sacro de Fuendejalón tiene dos paradas primordiales. La iglesia parroquial de San Juan el Bautista y la ermita de la Virgen del Castillo están muy próximas, en medio del casco urbano. De la primera destaca su altar barroco, muy bien conservado, y una gran cantidad de obras de arte de interés. En cuanto a la ermita, que realmente tiene las dimensiones de una iglesia pequeña, alberga a la patrona del pueblo, la mentada Virgen del Castillo.

"Nuestra virgen es lo más, le tenemos una gran devoción –apunta Blanca Rodríguez– y visitarla forma parte de la vida cotidiana del pueblo. De hecho, es muy común oír la frase ‘voy a la virgen un rato’; la gente va a meditar, a rezar... también ampara la fiesta de los mozos a finales de octubre, las fiestas del 24 de mayo y la del 8 de septiembre, la ‘llega’". En octubre es tradición hacer un sorteo y elegir cinco personas que la custodiarán durante el año; antiguamente, este honor estaba reservado a los hombres solteros, pero la tradición ha ido variando. Se sacan los faroles del Rosario, que muchos vecinos del pueblo han ido recuperando para hacer un aporte a la fiesta. De la ermita hay que destacar sus impresionantes frescos. "Un amigo –comenta Blanca– la llamó la Capilla Sixtina del Campo de Borja, y me parece una excelente definición para lo que hay allí".

LOS IMPRESCINDIBLES

La fuente de ocho caños

En 1879 se construye esta fuente sobre un muro de construcción de mampostería, cobijada por un arco semicircular de pequeñas dovelas, y una pila rectangular de obra. Está rodeada de imponentes casas solariegas.

Bodegas Aragonesas

El multipremiado Fagus y tod

a la línea del Coto de Hayas abanderan la producción de esta firma, fundada en 1984 y que recoge la esencia de una tradición centenaria. La garnacha preside la oferta de variedades empleadas.

El Churro

Bautizado en honor a su antiguo propietario, el jotero Ángel Tolosa ‘el Churro’, ofrece actualmente un amplio menú con especialidades de la tierra y cuidada oferta de brasa. También tiene un pequeño museo contiguo desde 1995.

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