“¿Cómo no le voy  donar un riñón a mi padre si me dio la vida?”

Los problemas renales de José Luis le obligaron a someterse a un trasplante. El órgano procedía de su hija Arantxa. Un año después ambos llevan una vida normal.

Nueva Unidad de Hemodiálisis del Servet
Nueva Unidad de Hemodiálisis del Servet
Oliver Duch

“Cada día se realiza un trasplante de riñón”, indica José Luis Artigas. Él fue uno de ellos, el 31 de enero de 2017. Año y medio antes había acudido a una consulta médica pensando que iba a recibir el alta tras 15 años de controles y revisiones, cuando le operaron por los problemas renales que acusaba desde su infancia. “Con 11 años expulsé la primera piedra, desde entonces he sufrido cólicos”, relata este jubilado. “En 2002 me tuvieron que intervenir porque encontraron una piedra más grande con un pequeño tumor”, añade.

Su sorpresa y la de su mujer, que le acompañaba, fue cuando el doctor no le dio el alta, sino que le comunicó que padecía una “grave enfermedad”. “Hay cuatro soluciones – le dijo el nefrólogo –hemodiálisis, diálisis peritoneal, trasplante de vivo o trasplante de fallecido”.  Mercedes, su esposa, fue la primera que se prestó: “¿Le puedo donar el riñón a mi marido?”. También su hermana Ana Lourdes y sus hijas. Precisamente fueron ellas, Arantxa y Patricia, las que siguieron con el protocolo. “Los médicos descartaron a mi mujer y a mi hermana. Con mis hijas tenía un 97% de compatibilidad”, explica José Luis.

Finalmente la elegida fue Arantxa, la mayor. Continuaron las pruebas médicas y también las jurídicas. “Hasta que no te metes en este mundillo, no eres consciente de la cantidad de gente que está detrás y no se ve”, asegura Arantxa. “A pesar de todos los papeleos, nunca te sientes solo, porque hay un acompañamiento total, desde los médicos hasta jueza que lleva los asuntos legales”.

Esa cercanía también la sintieron con el área de Nefrología y Urología del Hospital Miguel Servet de Zaragoza. “Esta aventura ha sido posible gracias a sus médicos, enfermeras y auxiliares. Es una suerte tener en Aragón un equipo tan profesional y humano”, coinciden padre e hija. “Cuando un cirujano se acerca y te dice que él ha tenido el privilegio de coger uno de tus riñones y llevarlo en sus manos hasta tu padre, se crea mucha complicidad”, confiesa emocionada.

Palabras de agradecimiento para los profesionales y también para la empresa donde trabaja, Grupo Sesé. “Nunca me pusieron problema por faltar para ir a hacerme pruebas, ni tampoco durante la baja tras la operación”, recuerda. Sus amigos también le acompañaron, además del resto de la familia. Su marido le apoyó desde el primer momento, así como sus hijos, los nietos de José Luis.

“Te veo raro, yayo”, le decía Daniela a su abuelo. “No estoy raro, estoy preocupado por tu madre, por la yaya, por vosotros…”, le contestaba José Luis. “No te preocupes, cuando yo necesito un lapicero me lo dais, pues esto es lo mismo”, razonaba la niña. “Tú necesitas un riñón, mamá te lo da y si a ella le hace falta, ya se lo daré yo”, solucionaba la pequeña.

Unos meses después de la operación era la primera comunión de Daniela. La recuperación se complicó y José Luis no pudo asistir. “Pero no pasa nada – manifiesta Arantxa- comulgó con sus compañeros y la celebración familiar la aplazamos a junio, así nos hizo mejor tiempo”. Esto afianza, como ellos dicen, “que la mayoría de las cosas tiene una solución”.

La vida de los Artigas ha cambiado, incluso sus ocupaciones, ya que ahora José Luis forma parte de la Asociación Contra Las Enfermedades del Riñón, ALCER. A lo largo de este tiempo también han reflexionado que el tema de las donaciones se debería comentar en familia. “No hace falta esperar, se puede hablar desde ya en casa. Si pasa algo, que sepáis que quiero ser donante”, transmiten ambos. “¿Cómo no le iba a donar un riñón a mi padre si me dio la vida? Donar es dar vida, no me canso de decirlo. Eso siento cuando veo a mi padre jugar con mi hijo pequeño, Mario, algo que antes no podía hacer”, declara orgullosa esta zaragozana. Con su testimonio, José Luis y Arantxa pretenden “abrir corazones a la donación” y concienciar de su importancia.

Cuando Daniela se enteró de que su abuelo iba a llevar un riñón de su madre exclamó que “para eso está familia”. Para comuniones, pero también para donaciones, claro, siempre que sea compatible y haya un equipo médico que lo respalde.

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