Angüés: Choliba, la casa colaborativa en el pueblo de las leyendas

Diego Vázquez-Prada y María de Marco han echado raíces en Angüés y ultiman un proyecto que combina la agricultura y ganadería sostenibles con un hospedaje fuera de lo común.

Diego Vázquez-Prada en el interior de la iglesia de la Purificación. Laura Uranga
Diego Vázquez-Prada en el interior de la iglesia de la Purificación. Laura Uranga
Laura Uranga

Diego Vázquez–Prada nació en Zaragoza y es geólogo de formación. Hace cinco años se vino con su familia a Angüés; viajero impenitente, recorrió medio mundo años atrás, en un periplo de ocho meses que incluyó Borneo o Nicaragua antes de buscar un sitio en la sierra de Guara para echar raíces con María de Marco y la hija de ambos, Duna Laia. El nuevo habitante de Angüés es hijo del periodista Ricardo Vázquez-Prada, conocida firma en HERALDO durante décadas, y en su familia hay varios periodistas más. Después de tanto trajín, Diego se cansó de viajar, y ahora quiere que los viajeros vengan a verle. "Miramos en varios sitios y Angüés tenía todo lo que buscábamos; tranquilidad, buena comunicación con núcleos más grandes como Huesca o Barbastro, los servicios básicos cubiertos… lo vimos claro. A Huesca y Barbastro hay nueve autobuses diarios, a Zaragoza y Lérida cuatro. Estamos bien surtidos".

Angüés: la casa colaborativa en el pueblo de las leyendas

El proyecto de María y Diego tiene que ver con la ecología, la agricultura y el hospedaje. "Se trata de permacultura: gestionar un terreno con poca producción agrícola y criterios sostenibles para acabar siendo prácticamente autosuficiente. La vivienda con la que soñábamos, que es la que hemos hecho, está construida de paja, barro y madera. Buscamos los permisos pertinentes, nos pusimos manos a la obra y llevamos tres años dándole forma; ya le falta muy poco para estar operativa, apenas un mes, y esperamos abrir al público en verano. Será una casa rural alimentada con placas solares, para visitantes que disfruten con este tipo de experiencia. Nosotros también viviremos en ella, el espacio estará dividido entre nuestra vivienda y la zona de los huéspedes. El nombre está elegido ya, y de hecho se puede ver en una pared; será Espacio Choliba. Hemos enmarcado un hueco para que se pueda ver la composición de los muros".

Solos, no; con amigos, sí

El espacio televisivo ‘La bola de cristal’ dejó frases para la posteridad, pero la que aquí se destaca es la más emblemática en materia de acciones colaborativas. Aplicada al empeño de María y Diego, que de por sí ya escapa de los cánones habituales en el agro y la hostelería, el axioma cobra una nueva dimensión. La red Wwoof es un movimiento de alcance mundial que enlaza a voluntarios y granjeros en la aplicación de valores vitales sostenibles, con la confianza y el trueque como máximas.

Diego detalla el proceso. "Viene gente de todas partes a tu casa y están un tiempo alojados; les das techo y comida y ellos te ayudan a construir tu granja con los criterios ecológicos y sostenibles de los que hablábamos. Por aquí han pasado ya unas doscientas personas, desde japoneses a franceses o ingleses, además de amigos de aquí. Alguno se está pensando quedarse, de hecho; otros vienen unos días cada año. A todo el que considera echar raíces tratamos de ayudarle con la búsqueda de terreno y los trámites".

Algunas de esas manos amigas son más que pragmáticas. Es el caso de Flo, carpintero francés. "Vino para quince días –apunta Diego– estuvo tres meses y ha regresado varias veces. También hay un chaval de la isla de Man que es violinista y profesor de música celta, y viene al menos dos veces al año. Además, nuestra hija toca el violín, así que esos días tiene profesor extra".

Diego trabaja buena parte del año en centros de interpretación de la sierra de Guara en Panzano y Bierge. Además, es guía y también está en el proyecto del tren geológico del Pirineo. En invierno se centra en su casa de cañas y barro (licencia en homenaje a Torrente Ballester) que técnicamente es más bien paja y adobe. María es educadora medioambiental y ha trabajado en diversos proyectos para la Diputación Provincial de Huesca; ahora imparte clases de piano en Barbastro.

El pasado y el presente

Angüés es un pueblo de rica tradición medieval, que antiguamente estaba amurallado; los límites del casco urbano intramuros pueden apreciarse en muchos puntos, así como en la base de sillar de las casas; también hay barrio morisco, y un hermoso pozo-fuente. "El nivel freático del agua –explica Diego– está muy alto aquí, así que bastaba con hacer unas escaleras para llegar al agua. Hay una leyenda que dice que lo habitaba una sirena".

Hasta hace nada, Angüés era una parada fija de viajeros debido a su famosa panadería; los empanadicos provocaban desplazamientos lamineros de muchos kilómetros. "Aguantaron dos años –recuerda Diego– después de la autovía, pero al final no les salían las cuentas. A ver si recuperamos los empanadicos, una pequeña fábrica, quien sabe. Era otra situación, totalmente distinta a la actual. Pasamos aquí un verano hace más de una década y la carretera era un continuo rugido de vehículos todo el día".

La iglesia impresiona; se puede subir por una escalera interna y caminar por encima de la bóveda. Allá arriba está además el cuarto de María Lacoma, la versión local y medieval del ‘coco’ que asusta a los niños. "La historia viene de una epidemia de peste –aclara Diego– y esta mujer trató de entrar a varios pueblos, pero ninguno la aceptaba. Finalmente Angüés lo hizo, con la condición de que viviera en una habitación en la torre de la iglesia y no se dejara ver. Cuando suenan las campanas a deshora se dice que es ella quien las toca, y hay quien dice ver cómo se asoma".

En la barriga de la madre tierra: la Piedra Mujer de Bespén

Las pedanías de Angüés atesoran elementos históricos de interés. En el cerro de San Bartolomé, perteneciente a Velillas (a apenas cinco kilómetros de Angüés) hay un asentamiento ibérico del que aún faltan muchos datos. Sí se tiene constancia de que el castillo de Velillas fue entregado al monasterio de San Ponce de Tomeras por el rey Sancho Ramírez. En cambio, en el cerro de Santa Bárbara se puede observar el arranque de una torre óptica que pone en comunicación al Monasterio de El Pueyo con la torre de Santa Eulalia la Mayor, y que tuvo gran importancia durante la ocupación musulmana del territorio. Bespén, por su parte, tiene un fantástico horno de cal junto a la carretera, fácilmente divisable, y dos piedras fecundantes. La más llamativa es la conocida como Piedra Mujer; la tradición decía que debían visitarla las mozas para favorecer sus embarazos. "En este caso –apunta Diego– existe un agujero excavado en la piedra, al que se calcula una antigüedad de 5.000 años, por el que se puede meter una persona; adentro da la sensación de estar en la tripa de la madre tierra. Se puede salir por una especie de tobogán que recuerda al canal de parto, con lo que cuando sales estás naciendo, técnicamente; te cuelgan los pies y según como dé la luz, no sabes si vas a caer de mucha altura: es un salto de fe –bromea– pero la verdad es que no hay riesgo".

LOS IMPRESCINDIBLES

Los servicios

Palacio Electricidad y Climatización es la empresa más conocida de Angüés en la actualidad. También hay albañiles, tienda, farmacia, banco y un bar-restaurante que se convierte en salón social por las tardes: Los Rosales –foto–.

El primer gran criminólogo

Rafael Salillas nació en Angüés en 1854 y se le considera el pionero de la criminología en España, una especie de Holmes en cuanto a metodología y deducción. Además, también abordó programas de reinserción de presos.

Martín Arnal

A sus 94 años, este veterano constructor sigue arrimando el hombro en pequeños empeños.Es conocido por ser el autor del libro ‘Memorias de un anarquista de Angüés en la Segunda República, la revolución y la guerrilla’.

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