Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Investigación es (también) femenino

Cuatro científicas aragonesas analizan el papel de la mujer en la investigación agroalimentaria coincidiendo con el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.

Investigadoras aragonesas que participaron en la jornada organizada por el IA2.
Investigadoras aragonesas que participaron en la jornada organizada por el IA2.
Aránzazu Navarro

¿Por qué las mujeres, que son mayoría al inicio de la etapa universitaria, se convierten en una minoría conforme progresan en su trayectoria profesional hacia puestos de responsabilidad en el ámbito de la investigación? Este es uno de los interrogantes a los que trató de responder la mesa redonda ‘El papel de la mujer en la investigación agroalimentaria’ que se celebró la semana pasada en Zaragoza, organizada por el Instituto de Investigación Mixto Agroalimentario de Aragón (IA2) con motivo del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.

La mesa reunió a varias investigadoras aragonesas de dilatada trayectoria profesional que explicaron no solo su experiencia a lo largo de sus carreras y su percepción de la evolución de la presencia femenina en el ámbito de la investigación agroalimentaria.

«No nos podemos quejar. Al menos, las que trabajamos en organismos públicos», aseguraba Clementina Rodellar, catedrática de Genética de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Zaragoza. «Por supuesto se cumple lo de ‘mismo trabajo, mismo sueldo’», añadía. En cuanto al ascenso en la trayectoria laboral, Rodellar afirma que «es posible. Yo he podido llegar hasta lo más alto», eso sí, «con muchas dificultades y mucho esfuerzo».

La investigadora hizo referencia al Estudio del Observatorio de Igualdad de la Universidad de Zaragoza que refleja que, en todas las disciplinas, excepto en Ingeniería, la proporción de mujeres y hombres que estudian en la Universidad es de 70%-30% , a favor de las mujeres, mientras que conforme se van produciendo las incorporaciones al ámbito investigador, esta situación se invierte a medida que se asciende de categoría profesional. «Si hablamos de catedráticos, la proporción es de 80% de hombres frente al 20% de mujeres».

A su juicio este fenómeno se produce debido a que «por mucho que se diga que la situación está cambiando, queda mucho camino por recorrer». De hecho, entre las profesionales de su generación, según explicó Rodellar, de 57 años, se detecta un momento en el que la producción científica desciende considerablemente, coincidiendo con la infancia de los hijos.

En cuanto a la manera de llevar a cabo la labor investigadora, esta experta afirmaba taxativamente que «no hay ninguna diferencia en la manera de investigar de un hombre y de una mujer», opinión que compartía Azucena Gracia, otra de las científicas que relataba su experiencia en la mesa de debate organizada por el IA2.

Gracia es doctora en Ciencias Económicas y Empresariales y lleva más de dos décadas investigando sobre los hábitos de consumo de alimentos de la población en el Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA). «Cuando entré en el CITA había muchos más hombres que mujeres. Ahora estamos al 50% en el cómputo de trabajadores del centro, pero somos más investigadoras mujeres», detallaba Gracia, quien también asegura «no haber notado diferencias» en su área de trabajo.

Cuotas femeninas

Una de las medidas planteadas para paliar las diferencias entre hombres y mujeres en los diversos sectores de actividad es el establecimiento de una cuota de presencia femenina en los puestos de responsabilidad de las empresas y las organizaciones.

«Creo que son necesarias. Si no se imponen las cuotas las mujeres no llegarán nunca a los escalafones más elevados», afirmaba Clementina Rodellar, quien explicaba que, si bien hombres y mujeres «no son iguales», lo que hay que facilitar es la «igualdad de oportunidades». «Las mujeres nos merecemos mil o dos mil años de cuotas para equilibrar la situación».

«Esto no significa que haya que colocar a una mujer en un puesto por el mero hecho de serlo. Por supuesto, hay que colocar a mujeres capaces, que las hay, pero hay que buscarlas». Sin embargo, para Azucena Gracia, en muchos casos las cuotas son una herramienta para obtener proyectos europeos ya que la igualdad de número de hombres y mujeres es un requisito para poder acceder a ellos. «Por supuesto, si no tuviera un buen currículum no estaría donde estoy», aseveraba la científica, «Es la única discriminación que he visto, pero a veces ser mujer y mediterránea es una ventaja». «Y eso me molesta», concluía.

Más información en el Suplemento Heraldo del Campo

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión