"Mi madre fue la primera mujer del valle que esquió con pantalón... y la echaron de misa"

Las esquiadoras zaragozanas de aquella época cuentan que ocultaban los pantalones bajo sus faldas cuando iban a coger el canfranero.

Inicios del esquí en Aragón. Cedidas por Alberto Martínez Embid
Inicios del esquí en Aragón. Cedidas por Alberto Martínez Embid

Mariano Fanlo es hijo de pioneros. Su padre fue el primer chaval que tuvo unos esquís en Sallent de Gállego y su madre, dice, la primera que se atrevió a ponerse pantalones para practicar este deporte y abrigarse durante el invierno. "Mi madre iba todos los días a misa, un día de ventisca se presentó con los pantalones y el párroco la despachó. Pero mi padre era entonces el alcalde y le echó una buena regañina al cura", cuenta ahora orgulloso este sallentino de 87 años.

El caso de su madre no fue en absoluto una excepción. Hasta bien entrados los años 50, en España estuvo mal visto que las mujeres usasen pantalón y por eso, cuando a finales de los años 20 empezó a popularizarse la práctica del esquí, las mujeres pioneras tuvieron que hacer malabares para librarse de aquellas largas faldas que mojadas pesaban una barbaridad y al mismo tiempo no ser señaladas por la sociedad. María Pilar Sáenz contaría años después en el boletín de Montañeros de Aragón que muchas optaban por salir de casa en falda y llevar ocultos debajo los pantalones. "Luego en el canfranero nos quitábamos la falda y ¡hala, a pecar con pantalón!", escribió.

El escritor Alberto Martínez Embrid tuvo la suerte de entrevistar a algunas de las familias pioneras del esquí y menciona otros nombres femeninos relevantes de aquellas primeras expediciones por Arañones, como los de Elisa Sánchez o Rosa Serrano: "Una cosa era tener el visto bueno de sus hermanos y otra muy distinta dejarse ver por la ciudad con pantalón, por mucho que fuera holgado". Por eso, según cuenta, se les veía en la estación del norte montarse al tren con las faldas y bajarse sin ellas en Canfranc".

Pero claro, fue una época complicada para todos. Todavía no habían llegado los materiales sintéticos y mucho menos los específicos para la nieve. "Tanto ellos como ellas iban a esquiar con lo que podían y la ropa que tenían en casa. Prendas de lana, camisas, pantalones huso, algunas de ellas con faldas y algunos de ellos con traje", cuenta Embrid. Las fotografías que ha ido recopilando durante estos años a través de las familias fundadoras de Montañeros de Aragón corroboran sus palabras.

El contacto con los esquiadores franceses ayudó a que las mujeres españolas se sintieran más libres de supeditar los recelos de sus compatriotas a la comodidad que exige el esquí. Y más en una época en la que no había remontes y cualquier pequeña rampa requería de un importante esfuerzo físico. Ya en las primeras competiciones franco-españolas que se organizaron a partir de 1930 participaron grandes grupos de mujeres francesas y españolas ataviadas con pantalón.

Evolución de la indumentaria en el esquí

Hacia lo técnico pasando por lo excéntrico

Desde entonces, han pasado casi nueve décadas y la indumentaria del esquí no ha dejado de evolucionar y, de paso, ser objeto de experimentación. A mediados de los 50 se había dejado atrás la lana y extendido el uso de los nuevos materiales sintéticos, pero al parecer no todas las probatinas resultaron bien y en 1967 los monitores de esquí tuvieron que advertir del peligro que suponía que las mujeres llevasen a las pistas equipos de lamé de oro o de plata o pantalones de fibras artificiales: "Al parecer, esos equipos, muy bonitos desde luego, convierten a las esquiadoras en auténticos patines humanos" publicaba en tono jocoso HERALDO en marzo de aquel año.

Poco después la lana se impermeabilizó y a mediados de los 70 HERALDO nos dejaba más tranquilos con la siguiente información: "Los imperativos de la seguridad han eliminado para siempre los tejidos barnizados, demasiado resbaladizos que provocan al caer descensos vertiginosos y a veces trágicos".

Aquellos fluorescentes años

Y entonces empezaron a aparecer lo acolchados y con ellos aquellos monos de un solo color que se popularizaron en los 80 y que convirtieron el ir al baño en el momento más peliagudo de toda la jornada de esquí. No cabe duda de que para las mujeres suponía un reto sin igual el tratar de que las mangas de aquel invento no arrastraran por el encharcado suelo.

Podría decirse que entonces la moda del esquí se estancó y quedaron dos opciones. La de los pantalones acolchados con gomas en los tobillos (monos incluidos) y la de los pantalones ultra ajustados y adornados con franjas reflectantes. Hasta que llegó el snowboard a revolucionarlo todo, a traer consigo los cascos protectores y las gafas de sol con formato de ventisca, a desbancar los plumas y a descubrir la opción de los pantalones anchos pero no abultados... ¿Qué será lo próximo?

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