Emilio Gastón, irrepetible

El primer Justicia de Aragón desde 1708 imprimió, como corresponde a esta institución, un marcado carácter social, ocupándose de los más vulnerables y poniendo voz a los que no tienen voz.

Todo el mundo es irrepetible; pero algunas personas lo son más que otras, Emilio era una de ellas. Le gustaba cuando se lo decía y me sonreía con sonrisa bonachona y mirada algo pícara. La misma que me puso cuando le impusieron la Medalla de las Cortes de Aragón y le dije: "Emilio, una prueba de que eres un hombre liberal y de mente abierta es que el día en que te premian las Cortes de Aragón te pones un traje príncipe de Gales, pese a que todo el mundo sabe que eres republicano".

Desde joven apuntaba buenas maneras. Al que quiera saber más sobre su adolescencia y la vida zaragozana de la época, le recomiendo que lea las primeras veinticinco páginas del libro sobre el primer viaje de Labordeta a Suecia. Compañero suyo del colegio de Santo Tomás, amigo y referente durante toda su vida. Ese grupo de siete amigos lo definió Gastón como "una mezcla de todo a la vez, un grupo de pícaros del siglo XX con espíritu cívico y crítico bueno". Uno tiene la edad que quiere tener y a Emilio y a Mari Carmen siempre los consideré jóvenes, porque estaban llenos de ilusión.

Perteneciente a una familia de juristas reconocida, él también lo fue. Cuando ejerció como abogado se ocupó de los que más lo necesitaban y fue pionero en la defensa del medioambiente y del urbanismo; creó una escuela de destacados abogados. Fue muy generoso con ellos y con sus clientes. Preocupado por el Derecho Foral, siendo Justicia, puso en marcha el Foro de Derecho Aragonés, en el que están presentes todas las instituciones jurídicas aragonesas, que tanto ha influido en el desarrollo de nuestro Derecho y que ya ha cumplido 25 años. Inició una colección de libros de Derecho aragonés que hoy ha publicado 120 volúmenes, más que en los tres siglos anteriores. Demócrata convencido, fue parlamentario constituyente y fundador, con sus amigos de siempre, de ‘Andalán’.

Fue el primer Justicia de Aragón desde 1708, el número 67 desde el siglo XII. Elegido por unanimidad en Tarazona, tuvo el mérito de poner en marcha la institución. Marcó una serie de pautas que tienen que caracterizar a esta institución, facilitar la accesibilidad y proximidad a los ciudadanos, entre ellas, y redactó los formularios que, con pequeñas variaciones, seguimos utilizando.

Con pocos medios, tuvo que hacer un importante esfuerzo para dar visibilidad al Justicia. Intentó hacerlo todo lo mejor que pudo y, no siendo fácil la labor del Justicia, hizo muchas cosas bien, apoyado por un equipo solvente y leal. Su actuación siempre ha estado marcada por un profundo aragonesismo, que manifestaba en la defensa de las lenguas –el cheso lo escribía y hablaba–, el patrimonio y la cultura. Imprimió, como corresponde a esta institución, un marcado carácter social, ocupándose de los más vulnerables y poniendo voz a los que no tienen voz, algunas veces de forma peculiar.

Tuve una excelente relación personal con él y me dio su consejo y apoyo. Siempre aprecié su bonhomía y sentido del humor. Estuvo rodeado de excelentes e influyentes amigos, haciendo suyo aquello que decía Baltasar Gracián de que lo que mejor define a una persona son sus amigos.

Cuando vas cumpliendo años te das cuenta de que en el final de la vida no son muchas las cosas que cuentan. Es importante si te lo has pasado bien o mal y a cuántos quieres y cuántos te quieren. Estoy seguro que, en ambos aspectos, Emilio estará satisfecho.