Propósitos de Año Nuevo: "Esta vez, aprendo a esquiar"

Al comenzar el año llegan los planes para todos esos deseos que, por falta de tiempo o de voluntad, vamos posponiendo. Si la meta es aprender a practicar esquí, Aragón cuenta con una larga lista de Escuelas de Esquí con experiencia acreditada. Sus expertos nos explican que es un objetivo al alcance de todo el mundo.

Clases de esquí en Candanchú.
Clases en Candanchú.
Estación de Candanchú

Si nuestro propósito para este año que empieza es aprender (¡por fin!) a esquiar, en Aragón hay numerosas escuelas donde nos enseñarán a deslizarnos por la nieve sin problemas. En la Escuela Española de Esquí de Formigal confirman que «tenemos muchas personas que reservan estos días de vacaciones para venir a clases de iniciación». Al completo se encuentran también estos días en la Escuela Oficial de Esquí de Astún, cuyo director, Luis Rodríguez, confirma que «el 30% de los alumnos que tenemos son de iniciación y muchos de ellos empiezan con 50 años, aunque sea más habitual gente más joven». Y es que todas las escuelas coinciden en que subirse a los esquís no es una cuestión de edad, ya que se puede empezar desde muy pequeños y cada vez son más los que se aficionan entrada la madurez. En la Escuela de Esquí de Javalambre recuerdan a dos alumnos muy singulares:«Una abuela de 75 años con su nieto de 7 se apuntaron juntos, fue una especie de reto entre ambos y los dos salieron esquiando», explica Francisco Domingo, director del centro.

Los niños son los que aprenden más rápido. Lo habitual es que se inicien con 3-4 años «dependiendo de la morfología y la habilidad de cada uno», dice Javier Martínez de la Ski School Candanchú- Los hay aún más jóvenes: «La semana pasada tuvimos una niña de dos años y medio», señala Luis Rodríguez, quien explica que «aprenden por imitación, hay que enseñarles jugando: esta pequeña a los dos días sabía hacer ‘la casita’, que es como llaman a hacer cuña».

Sin excusas

Mas que la edad, coinciden todos los expertos, cuenta la forma física. Pero tampoco es una cuestión determinante, porque «cada vez la ropa es más cómoda y hace más sencillo moverse», afirman desde la Escuela de Formigal; y también el equipo ha mejorado:«Los esquís son más cortos y las fijaciones menos rígidas, lo que ayuda al principiante», dice Javier Martínez, de Candanchú.

No hay excusas, por tanto, para no ponerse los esquís y lanzarse a aprender. Todas las escuelas disponen de cursillos en grupo y clases particulares, entre semana o diarios, y en muchas estaciones existen bonos de debutantes, más baratos, para acceder a las pistas sencillas y a mitad de jornada, tras las clases.

Apuntarse a un curso o a una clase en vez de esperar que nos enseñen nuestros amigos nos puede ahorrar algún problema, según el saber popular. «En la montaña se dice que ‘no hay que enseñar a esquiar al padre o la madre, ni a la novia o el novio... porque se acaba discutiendo’. En pistas hemos visto broncas tremendas, porque no se ponen de acuerdo, o por que los que saben pierden la paciencia con los novatos», afirma Javier Martínez. «Un profesor tiene vocación y va a tener paciencia para enseñarte, además, sabrá llevarte de manera segura, según tu nivel, es un riesgo lleva a una persona a la pista equivocada», explica.

En un cursillo la actividad resulta más económica, ya que se comparte grupo, y con un profesor particular, se aprende más rápido «porque va al ritmo del alumno», dice Luis Rodríguez, de Astún. Para comenzar, «lo primero es hacer que se familiaricen con el material, que sepan colocarse las botas correctamente, que se habitúen a llevar los esquís...», explican desde la escuela de Formigal.

Tras esa primera toma de contacto con el equipamiento, cuando ya se maneja correctamente, «los alumnos comienzan a deslizarse por terreno llano o con muy poco desnivel, en un descenso directo con los esquís rectos, en paralelo», explica Francisco Domingo desde la escuela de las estación de Javalambre-Valdelinares.

Hacer cuña

«Después, les enseñamos a hacer la cuña, es decir, acercar la punta de los esquís para controlar la velocidad o incluso frenar. De este modo –continúa Domingo–, ya pueden ir ellos solos, no dependen de nadie, y se sienten seguros y cogen la confianza suficiente para disfrutar deslizándose por la pista». Algo a lo que también ayuda, como apuntan desde la escuela de Formigal, «el que aprendan a caer sin riesgos y a levantarse solos».

El segundo día ya se ha aprendido a hacer la cuña, cómo frenar y controlar la velocidad y es el momento de que los alumnos adquieran una nueva habilidad: saber girar. «Les enseñamos que poniendo los esquís en cuña y haciendo peso sobre un pie u otro, giran y podrán coger las curvas a la derecha o la izquierda, y volver a los esquís en paralelo para seguir bajando», señala Rodríguez, de la escuela de Astún.

Es una progresión lógica tras la cual «al tercer día ya pueden ir a las pistas verdes (las de menor desnivel y más sencillas)», dice Francisco Domingo, de Javalambre-Valdelinares. Incluso, en la primera semana se podrá esquiar por las pistas azules, las siguientes en grado de dificultad. De ahí, a las pistas rojas y negras, las de mayor dificultad, es solo cuestión de práctica o, si hace falta, de nuevos cursos de perfeccionamiento.

«Esquiar es muy agradecido, enseguida se aprende lo suficiente para disfrutar. Todo el mundo puede hacerlo, no hay más que ver cuanta gente está en las estaciones esquiando. Yo siempre les digo a mis alumnos ‘si ellos pueden, tú también’», remacha Javier Martínez, de Candanchú.

La Estación de Panticosa también cuenta con su Escuela Española de Esquí. Cerler, por su parte, dispone de once escuelas de esquí que pueden consultarse en su web.

Además de esquí alpino, igualmente existen en todas ellas cursos de freeride, freestyle, snowboard, telemark... También hay escuelas que cuentan con clases de esquí adaptado para diversos tipos de discapacidad.

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