Rechazo al conformismo

Los socialistas no han mejorado nada pese a contar con 1.136 millones más

¿Qué es lo que espera cualquier aragonés para el año 2018? Algo tan sencillo que no ha cambiado en los últimos cuarenta años: la oportunidad de mejorar su vida y la de su familia en términos de prosperidad y de bienestar. Para alcanzar ese objetivo somos capaces de aplicarnos con una fuerte dosis de compromiso, de esfuerzo personal y trabajo. Pero además hay otro factor que queda fuera de nuestro control, y no menor, que es la acción de quienes nos gobiernan y, en el caso concreto de Aragón, de PSOE en connivencia con Podemos, CHA e IU.

El año que nos deja, el del regreso al crecimiento económico tras casi una década de crisis y recesión, debería haber sido aprovechado por el Ejecutivo aragonés para mejorar alguna posición respecto a nuestra tradicional ubicación en la parte media alta de la tabla autonómica. Lamentablemente no ha sido el caso. Si nos preguntamos el porqué del estancamiento de Aragón frente al avance de otras regiones la respuesta razonable, si bien es cierto que no la única, es la extrema tensión política generada por las pésimas relaciones de los socialistas con sus socios, que ha derivado en inestabilidad institucional; la ausencia de liderazgo del presidente Lambán siquiera para esbozar un proyecto de Comunidad a medio plazo y el sectarismo ideológico –frente a la pluralidad social– con el que actúa en asuntos como la educación o los impuestos.

La izquierda aragonesa sustentó su pacto de gobierno con el supuesto afán de la recuperación de las políticas sociales. Transcurridos ya dos años y medio se confirman varios datos: en 2017 hay más familias con dificultades para llegar a fin de mes que en 2015 y la sanidad pública está hoy peor valorada por los usuarios, no se han modernizado las instalaciones de los centros escolares ni tampoco hay indicios tangibles de mejora en la calidad de la enseñanza. Además, las personas mayores siguen esperando lo mismo que hace dos años para obtener una plaza de residencia. El Gobierno presidido por los socialistas ha utilizado la política social para hacer ruido, pero ha sido incapaz de mejorar nada; y todo a pesar de contar con 1.136 millones de euros más que el anterior Ejecutivo PP-PAR.

Y si analizamos cómo va la economía regional tampoco los datos son buenos, con tasas continuadas de crecimiento del PIB por debajo de la media nacional, salvo la última, y por lo tanto con una escasa creación de empleo, y la mayoría precario. Añadamos en la parte financiera una deuda pública que ha tenido que ser controlada por el Estado y el incumplimiento sistemático del objetivo de déficit.

Estos dos años y medio de políticas de izquierdas en Aragón han servido para evidenciar dos cosas: primero, que la suma de siglas de izquierdas deriva en una ensalada de amargo sabor y pesada digestión; segundo y lo más preocupante, que a los aragoneses nos están hurtando oportunidades. Vivir instalados en ese conformismo, permitir el engaño institucionalizado o entender como algo normal el funcionamiento de unos partidos y de un Gobierno que solo piensa en su propia supervivencia es lo que hoy está pasando en Aragón, salvo que decidamos afrontar nuestro propio destino. El éxito colectivo del retorno de los bienes de Sijena es un ejemplo de lo que somos capaces. Un acto de justicia y también de dignidad para el conjunto de los aragoneses. Son estos éxitos los que nos hacen crecer como sociedad y nos animan a no dejarnos ser llevados por dónde a otros conviene.

El compromiso que se cumple, la capacidad para dejar en evidencia lo mediocre y rechazarlo, o la firme voluntad de querer lo mejor para el conjunto social. Ese es el 2018 por el que trabajo día a día con la ayuda de miles de aragoneses, el 2018 que voy a pelear para que tengamos más oportunidades, el 2018 que estamos obligados a ofrecer a los aragoneses.