Aragón pide paso

Aragón termina 2017 con indicadores superiores a la media española en empleo y crecimiento y también en parámetros de igualdad. La recuperación de los bienes de Sijena ha sido un feliz colofón, un acto de pura justicia que ha fortalecido nuestra autoestima por haberlo logrado en soledad, frente a la falta de respeto de la Generalitat y a la incomprensible actitud del Gobierno de España.

Pero no es momento de echar las campanas al vuelo. El empleo que se crea es precario, muy bajos los salarios –es urgente reforzar el sistema público de pensiones– y la riqueza no se reparte con justicia. Por tanto, seguir mejorando las políticas sociales –la educación sobre todo– e impulsar la investigación para crecer a través de la innovación serán otra vez nuestras prioridades presupuestarias. El conocimiento es ya el principal factor de crecimiento y desarrollarlo es la única manera de ser competitivos con empleo de calidad en la economía global.

Uno de los acontecimientos de 2018 va a ser el VII Centenario del Archivo de la Corona de Aragón, ocasión excelente para reflexionar sobre nuestra historia compartida con la comunidad hermana de Cataluña y para contribuir, con todas nuestras fuerzas, a su ‘reconexión’ con el resto de España. La exposición ‘Dicen que hay tierras el este’ la promovimos justamente con ese propósito.

El futuro inmediato va a estar determinado, no obstante, por otros factores. En el tablero nacional van a jugarse tres partidas y, en ellas, se va a decidir el signo del porvenir de Aragón, por lo que hemos de organizar nuestra presencia en ese tablero a través de grandes acuerdos sociales y políticos.

La primera vuelve a ser otra vez la política hidráulica. Se han reabierto debates regionales y nacionales al respecto y hemos de procurar nuevos consensos que dejen a salvo nuestros intereses económicos, que dependen mucho del agua y más si cabe ante las amenazas del cambio climático.

La segunda, la financiación autonómica. En el año entrante va a ser esta una de las lides políticas centrales, toda vez que la insuficiencia de recursos asfixia a todas las comunidades y nos impide atender adecuadamente los servicios públicos. Todos necesitamos más dinero. Pero, mientras las comunidades más pobladas quieren repartirlo a tanto por habitante, las más dispersas y envejecidas aspiramos a distribuirlo calculando el coste real de la prestación de los servicios, mucho más elevado por persona en Teruel –pongamos por caso–  que en Valencia. A esa negociación hemos de ir con un acuerdo de las Cortes y aliados con las comunidades similares por sus características a la nuestra, sea cual sea el color político de su gobierno.

En tercer lugar, tarde o temprano se afrontará una reforma de la Constitución para darle a España una estructura federal bien asentada. Superar la radialidad centralizadora tradicional y caminar hacia un modelo de país organizado sobre una red multinuclear de regiones y ciudades es una gran desafío para la Nación y, al mismo tiempo, una oportunidad de oro para Aragón y para Zaragoza, que hemos de aprovechar definiendo con acierto el espacio y la función a los que aspiramos en ese nuevo modelo.

Aragón tiene que dar la talla en esas tres partidas. Cada una de ellas nos brinda una ocasión propicia para demostrar definitivamente que queremos y podemos ser un actor relevante de la política española de los próximos años, un elemento decisivo en la conformación de la voluntad política nacional.

En mi opinión, es el tiempo de demostrar que, aunque seamos pocos en número, somos mucho en talento, como diría el profesor Fatás.

Es el tiempo de nuestros empresarios, nuestros creadores, nuestros investigadores. La exposición Goya y Buñuel. ‘Los sueños de la razón’ –que inaugurábamos hace pocos días en Madrid y que itinerará por Estados Unidos y México después de pasar por Zaragoza y Calanda– es una clara declaración de intenciones en ese sentido.

Es el tiempo de Aragón, una Comunidad que pide paso cada vez con más fuerza.