Los primeros (y no los últimos) hablantes de aragonés de Filipinas

La Universidad de Santo Tomás, en Manila, ha introducido este curso un ciclo sobre la lengua dentro de una asignatura obligatoria.

Marco Antonio, junto a algunos de sus alumnos en la Universidad Santo Tomás de Manila.
Marco Antonio, junto a algunos de sus alumnos en la Universidad Santo Tomás de Manila.

“Pasa pues, co, buen día. O mío nombre ye Cyrene. Hue planto firme, tiengo decinueu anyadas...”. Estas frases en aragonés no corresponden a una joven de la Ribagorza ni de los valles pirenaicos. Tampoco salen de boca de una zaragozana o turolense interesada en la lengua propia de su Comunidad. Ni han sido pronunciadas por una filóloga de otro punto de España que quiera dejar patente su querencia por las hablas minoritarias. La que se presenta y revela su edad es Cyrene Pangilinan, una estudiante de Psicología de la Universidad de Santo Tomás, en Manila, que junto a sus compañeros se ha acercado durante un mes a la lengua y la cultura aragonesas.

La inmersión en el lenguaje, aunque breve, no ha resultado ni mucho menos minoritaria. Han sido 225 los jóvenes filipinos que han aprendido a decirle a su interlocutor que ‘plantan firme’ (están mejor que bien) y a dejar bien claro aquello que les gusta y lo que no les ‘fa goyoso’. Y todo en el marco de una asignatura obligatoria sobre lenguas y culturas hispánicas.

Detrás de la enseñanza está el profesor zaragozano Marco Antonio Joven, que se ha encontrado con una gran acogida por parte de los alumnos y de la propia Universidad: “Filipinas es un país con una gran diversidad lingüística, tiene cientos de lenguas y eso hace que exista una sensibilidad especial por conocer otras realidades. Además, muchos alumnos son de zonas de fuera de Manila donde se hablan estas lenguas, lo que aún favorece más el interés”.

Los jóvenes, todos ellos matriculados en disciplinas científicas, han aprendido las semejanzas y diferencias gramaticales entre el aragonés y el castellano, pero también con el gallego, el occitano-aranés o el euskera. Ya saben de qué va eso de la jota -que, por cierto, encuentra sus ecos en el país ultramarino- y han descubierto el origen toponímico de ciudades de su entorno como Lanuza, Ebro, Herrera, Cortes, Fuentes o Albalate. Porque la huella aragonesa en la antigua colonia sigue patente.

Marco Antonio, doctor en Filosofía, llegó a Manila como profesor asistente visitante mediante una convocatoria de la Embajada española, pero la Universidad le ha brindado un contrato de profesor titular. Su plan es permanecer ahí al menos tres años: “La sintonía con el centro es muy buena, igual que con el Instituto Cervantes y la Embajada”. Esto, indica, “favorecerá que el estudio del aragonés en Filipinas pueda tener permanencia en el tiempo”.

Además, durante el tiempo de aprendizaje ha habido “varios alumnos que han mostrado un interés especial y van a seguir formándose mediante seminarios y cursos”, explica con orgullo Marco Antonio desde el Sudeste asiático.

Los alumnos han hecho trabajos de investigación a lo largo del mes de formación. Algunos han plasmado sus conclusiones en vídeos de lo más curioso en los que se ve a veinteañeros con marcados rasgos asiáticos charrar de sus ‘chirmáns’ o del sueño “dentrar a la Escuela de Medicina y d'estar una doctora”. Merece la pena echarle un ojo:


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