San Martín del Río: el que vino, se quedó

El Trasiego, abierto desde 1993, es el esfuerzo expositivo de Jesús Marco y su familia en San Martín del Río, tierra de tradición vinícola que se afana en preservar los saberes de antaño.

Jesús Marco admira en su museo El Trasiego esta gran cuba del tres siglos de antigüedad.
San Martín del Río: el que vino, se quedó
Laura Uranga

Decía el Lazarillo de Tormes que estaba hecho al vino, y moría por él, en una suerte de revelación tan lapidaria como desprovista de culpa. De algún modo, la confesión de tal debilidad honraba al chiquillo. En tierras vitivinícolas es más fácil empatizar con aquel zagal, aunque sea tangencialmente. San Martín del Río tiene menos de doscientas personas y dos museos dedicados total o parcialmente al vino; el más veterano es El Trasiego, empeño de Jesús Marco y su familia, levantado con el apoyo de muchos vecinos y que casi un cuarto de siglo después de abrir, mantiene orgulloso su condición de principal reclamo turístico del pueblo.

Marco fue alcalde de San Martín del Río (hoy lo es José Luis Serrano) y bodeguero, aunque el último año no ha podido hacer vino por la necesidad de acometer reformas en sus instalaciones. Su gran pasión, empero, es El Trasiego, abierto desde 1993 en una dependencia anexa a su vivienda, que fue en su día la Alcoholera del Jiloca; la casa principal conserva una espectacular torre, vestigio casi único de este segmento de la arqueología industrial en Aragón. El peso de los años (aún no excesivo, ojo) y una lesión en la rodilla no le han impedido seguir ejerciendo de presidente de la Federación Española de Turismo Rural, cargo que le hace mantener una segunda vivienda móvil en su coche.

San Martín del Río: el que vino, se quedó

"Yo tengo alma de chatarrero –bromea Jesús– y he ido recogiendo de todo la vida entera. Por suerte, siempre conté con espacio para guardar bien las cosas, y pude conservar muchas que me interesaban de manera especial. Cuando el tema del vino empezó a decaer aquí, me fastidiaba mucho que se perdieran tradiciones y saberes, así que me propuse hacer algo al respecto. Por herencia de familia y esfuerzo propio conservaba muchas piezas y herramientas comunes que otra gente había perdido o roto, así que pensé en hacer un museo y dotarlo de contenido, tanto material como conceptual. Así nació El Trasiego: una ventana abierta a otros tiempos para los chavales, los del pueblo y los que nos visitan. El esfuerzo fue conjunto, y sigue siéndolo; desde el primer día, amigos del pueblo se pasan por aquí y hacen sus aportes, explican cosas sobre las piezas y me enseñan cosas que no sabía; Jesús, esto sirve para aquello, esto otro siempre lo usaba mi abuelo… esas cosas. El museo crece y se enriquece así".

La gran cuba

El Trasiego es una edificación única, diáfana, con grandes ventanales de madera. En uno de sus extremos hay una inmensa cuba de vino, que Jesús muestra con especial satisfacción. "Tiene su historia, porque estaba en casa de mi bisabuela; la vivienda se hundió y fuimos en familia a limpiar y arreglar el espacio. Al entrar en la bodega encontramos cinco cubas con aros de madera del siglo XVIII; tengo aquí la que veis y es la pieza más emblemática del museo".

La andadura de El Trasiego recibió el impulso inicial de los fondos europeos Leader; hoy está el la Red de Museos del Gobierno de Aragón, y la idea es seguir mejorando las instalaciones para aumentar su funcionalidad presente y futura. "El museo tiene la particularidad de contar con mucho material y poca información gráfica, al revés de lo que pasa en otros sitios. Ahora vamos a mejorar esa información para el primer golpe de vista, porque hasta ahora todo ha sido traer a la gente y explicar de palabra; para mí es un placer, pero no viene mal un refuerzo. Bueno, hablo en singular y no debiera, porque mi mujer y mis hijos se turnan conmigo en la tarea de las explicaciones".

La pieza que más suele gustar a los visitantes es un cántaro de principios del siglo XIX. "Ya sabrás –apunta Jesús– que el cántaro de doce litros es una medida habitual para el vino; se les pedía a los ceramistas el cántaro con ese fin, y para cantidades superiores se contaba un alquez, que son doce cántaros. Tenemos una prensa completa con su carro y sus cuévanos que también llama la atención, porque con ella puede apreciarse el proceso completo del vino, desde el llenado de los capazos con el producto de la vendimia hasta la preparación para el pisado en el lagar. Hay muchas piezas pequeñas de labranza, botellas, jarras... por suerte, la atención se reparte bien si tienes curiosidad y ganas de aprender".

Labor didáctica

El Trasiego es parte de un todo que incluye un aula didáctica consagrada a la naturaleza. Aunque en los dos últimos años se ha ralentizado esta segunda actividad, la familia Marco la mantuvo desde 1997 con el fin de dar un servicio asistencial divertido y edificante a los centros escolares aragoneses. "Venían de todos los puntos de Aragón –cuenta Jesús– y se lo pasaban de maravilla. Los chavales vendimiaban un poco, probaban las uvas y les contábamos las propiedades organolépticas del fruto, así como el tipo de vino que iba a salir de cada uva. Luego los traíamos al lagar a pisar uva, prensábamos el mosto y lo probaban. La jornada concluía con una visita al museo. Mi rodilla me ha hecho parar estos dos últimos años con el proyecto, pero no lo aparcamos, claro".

Jesús es un enamorado de San Martín del Río a tiempo completo. Además de mostrar orgulloso sus dominios, es un torrente de anécdotas y señalamientos en el paseo por las calles del pueblo. Bromea con la decena de ovejas que merodean por un pequeño parque de placas solares, cerca de la carretera de entrada. "Además de la limpieza de suelos y malas hierbas, dan un contraste muy divertido entre la referencia más rural y una instalación industrial; habría que ponerles sueldo". Admira la iglesia parroquial de finales del siglo XVI, dedicada a San Martín de Tours, y se solaza en las alabanzas a las asociaciones La Ronda y San Martín Mudéjar por sus iniciativas culturales. Antes de despedirse, invita a la visita con una frase: el roce hace el cariño.

Un parque con premio en la ermita de San Francisco

El camino hacia la ermita de San Francisco desde el pueblo es corto, y muy frecuentado por varias razones que trascienden el fervor religioso. La más importante es el parque que la circunda, construido gracias al esfuerzo vecinal hace más tres décadas y mantenido con mimo por las sucesivas corporaciones municipales. Se construyó en 1984 y la prestigiosa FIMA premió el esfuerzo aquél año con un reconocimiento por mejoras de índole comunitario en el medio rural. Jesús Marco recuerda el empuje inicial con entusiasmo. "Fue muy bonito, porque todo el pueblo echó una mano en la tarea. Los domingos nos juntábamos a trabajar en el monte; lo explanamos, hicimos terrazas y pasillos, plantamos árboles, limpiamos terraplenes y trajimos piedra caliza de una zona cercana para poner los alvéolos de los árboles. Almorzábamos todos juntos con aportes de todos... y a casa. Las siguientes generaciones lo han seguido visitando y cuidando; se está muy a gusto".

LOS IMPRESCINDIBLES

El Etnoenológico

El local de la antigua cooperativa es hoy un coqueto Museo Etnoenológico y centro cultural, que honra el traje regional y la labor de la jotera y coreógrafa Pilar Gazulla Montero, hija del municipio. El mural de la fachada es de José María Llop.

Noches de ronda

Durante tres noches previas a las fiestas patronales de agosto, la asociación La Ronda recorre el pueblo y ofrece jotas personalizadas a las mozas. El día de la Virgen repiten el ritual, que no las jotas; se estima que hay casi 400 distintas.

La Virgen del PIlar

La patrona de Zaragoza tiene su peirón a la entrada de San Martín del Río. Cada 13 de octubre se hace procesión desde la parroquia a este punto, adornado con una selección de los mejores frutos del campo.

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