Villadoz: cañada mudéjar, torta dormida, paladar contento

La Panadería Artesana Villadoz lleva seis décadas alegrando las papilas gustativas de la comarca, con la familia Martín al frente y el dominio de los tiempos como lema.

Eduardo Martín, con tortas y panes de su obrador en Villadoz.
Villadoz: cañada mudéjar, torta dormida, paladar contento
Laura Uranga

Los hermanos Eduardo y Miguel Ángel Martín son panaderos de cuna. Este mes, la Panadería Artesana Villadoz cumple sesenta años de actividad, iniciada por los padres de sus actuales incumbentes. En un principio se ubicaron en un local contiguo al Ayuntamiento, en el centro del pueblo, pero se quedó pequeño y los Martín se mudaron a su actual emplazamiento en las afueras a principios de los ochenta. Una parada obligatoria para los devotos de la cañada mudéjar, un pan finísimo hecho con masa madre, y de la torta dormida, alimento que sublima el dicho del ‘vísteme despacio, que voy deprisa’; es suave, deliciosa y se mantiene fresca varios días.

"Llevamos la harina ­–afirma Eduardo– metida en las venas, pero la panadería no fue mi primera opción. Yo estudié Químicas: de hecho, allí conocí a mi mujer. Terminamos la carrera a principios de los noventa, pero no encontramos trabajo y surgió la posibilidad de venir aquí a ayudar en el negocio familiar. Mi mujer estuvo de acuerdo y dimos el paso".

Los conocimientos químicos de Eduardo no obran magia en la confección del pan, su principal producto, pero sí ayudan lo suyo en la metodología. "Aprendes a ser meticuloso con los tiempos, las temperaturas… sí es una ventaja. Nunca da igual echar una hora o dos a un producto. Si es hora y media, es hora y media; si el agua tiene que estar a veintiocho grados, no me valen los veintiséis. La cañada mudéjar, por ejemplo puede estar en proceso hasta cinco horas; saldrían sin problemas en dos horas, pero nos vamos a cinco para que salgan así de buenas. En el día a día están disponibles a las diez de la mañana, ni antes ni después. A las doce ya no quedan. El 24 de diciembre, por ejemplo, ya tengo encargadas todas las que puedo hacer, doscientas y pico, y no habrá más; el sábado del puente de la Inmaculada, lo mismo. No lo digo por prepotencia, es que no voy a sacrificar todavía más horas de sueño porque estén antes o por sacar más sin cuidar la calidad como a mí me gusta. Mi hermano, por supuesto, piensa lo mismo".

La Artesana no es una panadería rural al uso. "El negocio –aclara Eduardo– ha dado muchas vueltas; en su día hubo mucha gente trabajando y nos volcábamos con la repostería; llegó un momento en que esto era una vorágine insostenible, así que amoldamos el proyecto de negocio a nuestras posibilidades. Cuando se jubilaron mis padres y quedamos los dos hermanos, decidimos conservar un grupo de clientes y ciertos productos: magdalena, tortas dormidas y pan".

Eduardo gasta un humor muy particular. Humor sano, muy aragonés. "Todos los panaderos te dirán que el suyo es el mejor. Para mí hay dos máximas, buscar la calidad por encima de todo y cuidar al cliente al máximo, como si fuera el único. Mi hermano y yo nos turnamos para madrugar más o menos pero no hay horarios fijos: a media tarde llevas pan al cliente que ha hecho corto y avisa, los festivos se trabaja a veces más de lo normal... atendemos a mucho con restauración en el Daroca y Jiloca, supermercados… eso sí, mi cliente VIP es la abuela que viene a comprarme una barra el lunes y otra el martes, y así".

La torta dormida

Producto estelar de la casa, no lleva nada por dentro. Ni falta que hace. "Cuando a una torta tienes que echarle muchas cosas, quizá es que el producto no es tan bueno como debiera ser –puntualiza Eduardo– y ahí hay problemas. La empezamos a hacer el miércoles con la masa madre, reposa un día y sobre esa masa añades huevos, harina, azúcar, aceite... de nuevo doce horas de reposo, el viernes al horno, y a vender: vuelan. Queda alguna para los que más madruguen al día siguiente".

Eduardo no cambia Villadoz por nada. "Es un pueblo muy cohesionado, los vecinos de siempre se hacen favores, casi como una comuna: si necesitas cebollas las coges del huerto del vecino, otro día vendrá él a buscar algo. Es nuestra forma de vivir, y la cuidamos".

LOS IMPRESCINDIBLES

Torre de Santiago Apóstol

La torre de la parroquial de Villadoz tiene un primer cuerpo de obra de la misma factura humilde que la iglesia, sobre el que se levanta otro más reducido, con vanos de arcos de medio punto tapiados.

Ermita de San Martín

Está situada a medio kilómetro de Villadoz, junto al actual cementerio. Tiene planta rectangular y cabecera semicircular. Este sábado se celebra su fiesta, con una gran hoguera de 2 toneladas de leña en la plaza y chorizada popular.

Senderismo en enero

El próximo 14 de enero, Rock The Sport ha convocado una ruta senderista de 16 kilómetros con salida y llegada en la localidad. Se subirá a la Ermita de San Bartolomé y se recorrerán La Venta, El Salobral, Las Cautivas y Prado Cebollada.

-Ir al especial 'Aragón, pueblo a pueblo'.

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