Samper de Calanda: queso y vino, siempre un acierto, nunca un desatino

Fanbar es un acrónimo de gran sonoridad, que remite al queso artesano y el vino al natural más famosos de Samper de Calanda; un esfuerzo familiar de calado nacional e internacional.

José Antonio y Javier Fandos, en las instalaciones de Fanbar en Samper de Calanda.
Samper de Calanda: queso y vino, siempre un acierto, nunca un desatino
Laura Uranga

Un apellido samperino, Fandos, y otro de raíz burgalesa, Barriuso, se fundieron en el acrónimo Fanbar allá por 1973 para abrir en Samper de Calanda la primera quesería de Aragón con marchamo profesional, registro sanitario y todas las regulaciones pertinentes. El queso Los Tambores, de curación larga, fue el primer producto Fanbar. Siguieron muchos más y, con el cambio de milenio, la apuesta de la familia se extendió al vino.

Samper tiene eco en Aragón por el queso, la Semana Santa y sus tambores, la iglesia del Salvador y, en una referencia añadida del furor existente en el Bajo Aragón por las competiciones de motor, el circuito de karts Rumsa... pero el caso de Fanbar es único por diversas razones, y merece un análisis ponderado.

Samper de Calanda: queso y vino, siempre un acierto, nunca un desatino

Hay seis hermanos Fandos Barriuso (segunda generación; son hijos de los fundadores) a cargo de la empresa. José Antonio es el gerente comercial. "Mi padre trajo aquí a principios de los setenta 5.000 ovejas de una raza experimental israelí, y comenzó a hacer queso; ahí empezó todo. Somos doce hermanos y todos nos involucramos en el negocio de un modo u otro; seis nos hemos quedado aquí y estamos en el día a día, somos Miguel, Juan Mariano, Susana, Pilar, Javier y yo. El resto están fuera, pero siguen pendientes: son los mejores embajadores de la marca, cierran tema comerciales, y cuando llega la vendimia vienen a echar una mano".

La familia tiene varias fincas y en 2001 plantaron viñas, con la intención de primar la recuperación de variedades antiguas y autóctonas junto a familiares y amigos. Además de una uva moscatel especial, trabajan con royal de Alloza, uva romero de Híjar y la teca, aparte de la garnacha. "Estas uvas –apunta Javier, responsable del área enológica– entraban en ‘coupages’ porque estaban mezcladas con otras variedades en los campos; nosotros las fuimos identificando, haciendo poda selectiva e injertos posteriores para desarrollarlas. Con ellas hacemos vino al natural, a pequeña escala y muy orientado a la exportación, porque en España hay demasiada competencia para una bodega tan pequeña. Fuera buscan más rasgos distintivas, valores añadidos además de la calidad. Trabajamos los mercados de China, Alemania y Centroamérica".

Caspe y Australia

Con el queso, la cosa es más local, y el proceso sigue con rigor la tradición. "Ahora trabajamos tiendas gourmet de grandes superficies, mercado turístico... curiosamente, dos veces al año mandamos una partida de nuestro queso Patamulo a Australia, se trata de un cliente llamado El Colmado que importa desde hace tres años quesos españoles con esa frecuencia. Vamos a ferias nacionales como la Alimentaria de Madrid, a internacionales en Dusseldorf y Curaçao, pero la de Caspe es más importante para nosotros. El Patamulo, un semicurado que gusta a todos los paladares, nos ha dado muchas alegrías; durante una década formó parte de la oferta ‘business class’ de Iberia gracias a la recomendación expresa de Sergi Arola", apunta José Antonio.

El queso Pañoleta, de unos seis kilos y una forma muy especial, es una sensación más reciente de la marca; se vende toda la producción, con ese sabor de los de antes como bandera. Lo del queso al vino tiene que ver con un intento de sacar algo vistoso en la campaña de verano. "No es algo nuevo, pero nuestra ventaja –afirma José Antonio– es que tenemos aquí mismo el vino; el queso se baña en el vino varios días y coge un sabor muy especial. También trabajamos variedades al pimentón, a las finas hierbas… se trata de buscar nuevos nichos de mercado"

El año pasado, la firma recuperó sus espumosos, un especialísimo champán blanco de uva moscatel y el rosado de garnacha. El vino blanco solamente se nutre de la primera prensada, y ninguno de los caldos usa estabilizantes: limpieza por decantación durante meses, cuidado extremo ante la oxidación y los cambios de temperatura, desinfección a la antigua usanza... cada paso se da con mimo, para sublimar el concepto de lo artesanal y conseguir que se traslade al resultado final. Los Fandos se combinan al modo Fueteovejuna, cada cual en su área y todos en la de todos.

Turismo activo

Fanbar se ha convertido en un reclamo para Samper de Calanda; hay acuerdos con agencias de turismo activo para que las visitas a la zona concluyan con dos horas entre los muros de los Fandos, con análisis de los procesos productivos y, por descontado, la degustación. Samper saca pecho de la familia, que a su vez se siente orgullosa de haber prosperado desde el pueblo; una historia que se repite en muchos núcleos de emprendimiento por Aragón, pero que en el caso del clan samperino tiene un punto extra de salazón.

Francisco Loscos, botánico y farmacéutico, todo un visionario local en el siglo XIX (D. N.)

Francisco Loscos, nacido en Samper de Calanda en 1823, hizo realidad su sueño de unir a científicos de pueblos de todo Aragón para compilar la flora de la región. Como señalara Vicente Martínez Tejero en su obra ‘Botánicos aragoneses’, Loscos apostaba por el trabajo en equipo en una tierra considerada como feudo secular del individualismo. Nadie quiso publicar sus obras y la intención del turolense sólo despertó burlas, pero Loscos contó con el apoyo de otros farmacéuticos o aficionados de todo Aragón, que también vivían lejos de los círculos científicos pero amaban la botánica. Era la Escuela de Loscos, cuya influencia perduraría en el siglo XX. De hecho, botánicos franceses y alemanes escribían a Loscos para pedir muestras de la fascinante flora aragonesa, hasta convertir Castelserás (donde vivió tres décadas y murió en 1886) en un punto de interés botánico para Europa. Loscos logró reconocimiento tardío y recibió la medalla de oro en la Exposición de 1868, que tuvo que empeñar para seguir con sus investigaciones. Después de muerto sí se valoró su legado.

La iglesia del Salvador es un espectáculo para la vista y un orgullo para el pueblo

La iglesia de Samper de Calanda data del siglo XVIII; se levantó gracias a fray Beriquet Fernández, escritor, orador y filósofo samperino y la construyeron Antonio Nadal y Enrique de Yarza. Como edificación tiene la virtud múltiple de sorprender al primer vistazo, al segundo y al tercero; a las dimensiones se unen la profusión de detalles. Dos torres gemelas escoltan a la fachada principal, construida en piedra hasta media altura y en ladrillo de ahí hacia arriba; la cúpula y los tejados llaman la atención desde la carretera que baja desde Híjar; la primera aproximación al pueblo está siempre presidida por una expresión de sorpresa por el tamaño y majestuosidad del templo. Está construida en ladrillo de planta rectangular, de tres naves con cinco tramos cada una. La nave central se cubre con bóveda de aristas; el tambor de la cúpula tiene ocho vanos que iluminan el templo. Las naves laterales, más estrechas que la central, se cierran con bóveda de aristas, a excepción de los tramos junto a la cabecera, que se cierran con una cúpula de media naranja. Las naves laterales, presentan capillas abiertas entre los contrafuertes. Tiene coro alto a los pies, sobre arco rebajado.

LOS IMPRESCINDIBLES

La importancia del tren

Además del transporte de pasajeros, la estación de tren de Samper de Calanda y el tren carbonero que la conecta a la central térmica de Andorra son historia viva del pueblo, y enlace para su transporte hacia la costa.

El Tambor y el Bombo

A la hora de celebrar la Exaltación del Tambor y Bombo, Samper no se queda atrás con respecto a otras localidades de la ruta. De hecho, el enardecimiento es significativo y el eco del resultado, creciente cada año.

Sardón y Las Valles

Samper tiene otras dos referencias queseras de primer orden: Sardón (empresa fundada en 1987) y Las Valles. En la feria Ganadera, Artesana y Alimentaria que se celebra en mayo por Santa Quiteria lucen las tres casas locales.

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