Ráfales: el poder relajante de un molino

El Molí de L’Hereu de Ráfales, que se erige en el espacio de una vieja almazara del siglo XVIII, combina dos conceptos bien maridados: hotel-spa de 12 habitaciones y Museo del Aceite.

Silvia Pulido, responsable del Molí de L'Hereu, en la entrada del edificio principal.
Silvia Pulido, responsable del Molí de L'Hereu, en la entrada del edificio principal.
Laura Uranga

Ráfales es uno de esos pueblos que dan lustre al creciente atractivo turístico del Matarraña. Situado en un altozano, amurallado en el medievo y rodeado de barrancos, es conjunto Histórico-Artístico desde 1983; su profusa arquitectura popular renacentista lo define como un regalo para la retina. Cada otoño, además, convoca su feria de recursos naturales y medioambiente, que se corona con un festejo muy llamativo: el destilado en alambique de 200 litros de vino en la Plaza Mayor, para la degustación posterior de aguardiente aromatizado con ciruelas y hierbas; se acompaña de casqueta, torta muy popular en la zona. La leyenda de la Font Vella también llama la atención: nunca se ha secado y, según cuenta la memoria popular, durante una sequía en el siglo XIX abasteció a Ráfales por el día y a Fórnoles por la noche.

Ráfales tiene además un Museo del Aceite. El espacio expositivo está habilitado en la antigua almazara homónima del siglo XVIII, en uno de los barrancos antes mentados. Además, convive con (se yuxtapone a, más bien) el establecimiento hotelero Molí de L’Hereu (alude a la tradicional herencia del primogénito), de propiedad municipal y regentado desde hace casi tres años por José Antonio Peña, también responsable del coqueto hotel El Sitjar en el centro de Calaceite.

Video:Rfales el poder relajante de un molino
 

Silvia Pulido, natural de Zaragoza, es la encargada de llevar el día a día en el Molí desde hace un año. "Mi cuñado José Antonio y mi hermana me ofrecieron venir este año, y ni lo pensé; ya había estado echándoles una mano en veranos anteriores. Como en cualquier hotel familiar, toca hacer un poco de todo, desde recepción y reservas hasta la restauración y, en nuestro caso, el museo. Somos tres personas y nos multiplicamos en la faena".

Actividad todo el año

Aunque no haya alambique a la vista, El Molí (metafóricamente hablando, ojo) destila un licor muy intenso: paz aromatizada con relajación sensorial. Ni ruido, ni estridencias estéticas. Hay restaurante, y las zonas comunes están concebidas como salones de lectura, perfectas para el café o té que acompaña a la quietud, con estufas de leña cuando el frío aprieta. Cuando el termómetro no baja demasiado, el jardín invita a las mismas actividades, bajo la atenta mirada de Bimba, la gata oficial del hotel, imbuida también de espíritu zen.

El spa es el postre del menú para quien llega con ganas de liberar toxinas en lo físico y lo anímico. "Tenemos ?detalla Silvia? un circuito con sauna, jacuzzi, baño turco, diluvio, ducha de esencias, ducha de contraste y hammam en forma de hamacas de calor. Está abierto de abril a octubre". Hay piscina cubierta, pero se calienta puntualmente con paneles solares: no está climatizada.

Silvia explica que la actividad veraniega abarca todos los días, y que el resto del año la ocupación completa se circunscribe a los fines de semana. "En julio y agosto solemos estar a tope; hay diez habitaciones tematizadas, más una suite junior y otra senior. En septiembre, con las motos de Alcañiz también estamos llenos, Motorland está a media hora; vienen patrocinadores de las carreras y reservan desde el año anterior. En octubre abundan grupos de buscadores de setas, y también llenamos en los puentes de diciembre y en Nochevieja; Cerramos en enero y volvemos por San Valentín".

El museo

El de Ráfales es uno de los molinos más grandes de la comarca. Lleva cuarenta años en desuso, y hace veinte estaba en ruinas. El Ayuntamiento lo rescató, nació el museo y el proyecto de alojamiento sostenible. Silvia explica con detalle al visitante el funcionamiento del molino antiguo. "En varios procesos de tracción animal y humana se generaba la pasta de olivas y, una vez colocada en capachos, se prensaba para obtener el aceite. Tras desechar el agüilla inicial, se recogía la primera prensada, la de mayor calidad, lo que sería ahora un equivalente al aceite de oliva virgen; se dejaba decantar antes de guardarlo. Luego se hervía agua y se vertía sobre los capachos para volver a escurrirlos y sacar más aceite, de peor calidad; es lo mismo que pasa, por ejemplo, con una cápsula de café reutilizada".

La distancia física con el pueblo (situado justo encima, a un centenar de metros del Molí) hace que el tránsito con sus moradores no sea tan fluido. Silvia lo explica. "Como estamos aquí abajo, no hay tanto roce, pero nos llevamos muy bien. el pueblo es muy bonito, tiene patrimonio bien conservado y hay gente con ganas de emprender, como la gente del restaurante La Alquería y otros alojamientos rurales; desde hace algunos años hay una tienda de productos ecológicos en conserva hechos aquí que se llama Bioráfales, tienen un paté de olivas negras buenísimo; tenemos bar, tienda... se puede salir adelante, aunque cueste".

El hermano marista Pedro Jerónimo, hijo del pueblo, fusilado en 1936 y beato desde 2013

José Félix Serret nació el 20 de noviembre de 1904 en Ráfales. Allí recibió el bautismo y la confirmación. Ingresó en el seminario marista de Vic (Barcelona) a los 15 años de edad, y al año siguiente pasó a la casa de noviciado de Las Avellanas (Lérida) el 30 de septiembre de 1920, donde recibió los votos como hermano marista en 1927. Desempeñó su labor docente en primaria y primeros cursos de bachillerato, con los varios destinos en colegios maristas. Comenzó en San Antonio (Burgos), donde permaneció por espacio de cinco años; luego fue a San Luis (Pamplona), y a Nuestra Señora de Montserrat (Lérida) durante el curso 1929-1930, a lo que siguió un año en el Protectorado Español de Marruecos (Academia Politécnica de Larache), para cumplir el servicio militar como religioso. La Alameda (Valencia) en 1931, Granada, de 1932 a 1935, y Málaga, en 1936, fueron sus últimos asientos como profesor. En la capital costasoleña le sorprendió el inicio de la contienda civil. El colegio fue saqueado y quemado, y el hermano Pedro Jerónimo fue asesinado. Le proclamaron beato en 2013.

El Jardín Botánico y la bella ruta de Els Estrets, opciones de disfrute natural en el municipio

Ráfales está en un altozano; en uno de los barrancos aledaños y frente al Molí de L’Hereu, se encuentra el Jardín Botánico de Ráfales, que discurre por un pequeño sendero y cuenta con una notable representación de árboles y arbustos autóctonos de Aragón, amén de un amplio muestrario de plantas medicinales. Otra alternativa para el paseante es la ruta de els Estrets;el camino señalizado arranca de la parte alta de Ráfales, frente a unas viviendas unifamiliares de la calle Rafael Anglés. Se inicia en una antigua vía empedrada, junto a cultivos de almendro y olivo. El primer tramo asciende suavemente. Al llegar a una pista forestal en buen estado, el recorrido empieza a llanear. La pista se adentra en bosques de pino justo antes de pasar por los Estrets propiamente dichos. Es la zona de mayor interés, con grandes paredes rocosas; si se observa con detenimiento, puede verse la llamada cueva del Floro, bandolero que campó por la zona a finales del siglo XIX. Tras los Estrets se halla un bosque de chopos, que luego alterna con zonas de pino y carrasca. La ruta puede seguirse de forma circular, con un recorrido total de ocho kilómetros y medio que devuelve al casco urbano de la localidad.

LOS IMPRESCINDIBLES

Belleza en la plaza

En la Plaza Mayor están la Casa Consistorial y la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción (foto: gótico levantino que dejó paso al barroco en una reforma posterior), ambas del siglo XVI. También destaca el Portal de San Roque.

El reloj de sol del siglo XVII

Existe un reloj de sol vertical en forma declinante en la pared de una casa, en el centro de la localidad. Las líneas horarias terminan en punta de flecha , salvo las que marcan las medias. Fue construido en 1655,

Casa Juano y La Alquería

En la hostelería local, estos dos nombres son referencia obligada. La primera es una magnífica casa rural de filias artísticas y filosofía zen, y el segundo es el representante genuino de la mejor gastronomía local.

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