No valemos para servir

Una nutrida representación de los mozos de Echo y Ansó ataviados con sus trajes tradicionales fue recibida por el rey Alfonso XIII.

Algunos hombres de Hecho y Ansó, ataviados con sus trajes tradicionales
Algunos hombres de Hecho y Ansó, ataviados con sus trajes tradicionales

Ya conté que José María Castro y Calvo publicó sus memorias en 1968. Las tituló 'Mi gente y mi tiempo' y quiero recordar una singular anécdota que él recoge en ese libro y que refleja el carácter altivo y arrogante que caracteriza a tantos aragoneses.

Con motivo de la construcción de la Universidad de Verano de Jaca, las autoridades de la ciudad altoaragonesa, con Domingo Miral a la cabeza, rector entonces de la Universidad de Zaragoza y cheso de nacimiento y vocación, fueron a cumplimentar al rey Alfonso XIII. En la comitiva no podía faltar una nutrida representación de los mozos de Echo y Ansó ataviados con sus trajes tradicionales, que entonces aún vestían a diario la práctica totalidad de los habitantes de esos valles. El rey, sorprendido por la apostura y elegancia de estos montañeses -que ni por un momento, dice Castro y Calvo, "perdieron la calma, ni se encogieron asombrados ante las luces, las alfombras, los mármoles de Palacio"-, les ofreció la posibilidad de que se quedaran allí para ser sus alabarderos; y entonces el mayoral de la comisión, "hombre alto, rubio, de ojos claros y hablar lento", le contestó orgulloso en nombre de todos: "Agradecemos a V.M. las palabras y haberse dignado recibirnos, pero nos volvemos a las montañas: no sabemos ni valemos para servir".

Y añade Castro y Calvo que sin duda estaba vivo en su pensamiento aquel legendario precepto del Fuero para tomar juramento a los reyes de Aragón: "Nos, que cada uno valemos tanto como vos y que juntos podemos más que vos, os hacemos nuestro rey y señor, con tal que guardéis nuestros fueros y libertades. Y si no, no". Lo contó Castro y Calvo. Ni quito ni pongo.

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