Villar del Cobo: ahora estoy cerca, ahora estoy lejos

Isabel Martínez se puso a trabajar muy joven como tabernera y tendera en Villar del Cobo, pero acabó sacándose el bachillerato y la carrera de derecho a distancia. Sí, se puede.

Isabel Martínez, hostelera, tendera y humanista de Villar del Cobo, en su negocio.
Isabel Martínez, hostelera, tendera y humanista de Villar del Cobo, en su negocio.
Laura Uranga

Isabel Martínez Simón tiene 55 años, dos hijas y un par de negocios en Villar del Cobo, su pueblo. A los 18, una vez concluidos los estudios básicos, su padre (agricultor y ganadero) le vino con una idea: comprar juntos El Ventorro, una pequeña taberna y tienda básica al pie de la carretera; la propuesta venía de la entonces incumbente del negocio, la tía Paula. Padre e hijo invertirían y la hija se encargaría de llevarlo. Así comienza la aventura laboral de Isabel, que continúa hasta el día de hoy como propietaria, y que le ha convertido en una de las villarencas con más calado.

"Éramos tres hermanos –recuerda Isabel– y el tema del Ventorro me correspondió a mí. Yo no sabía nada del negocio: empecé un mes de septiembre, con la idea de que aprendiese en invierno, con menos gente: el tío Vicente y la tía Paula me iban corrigiendo. Luego ya aprendí de los propios clientes, preguntando: ¿Cómo se pone bien un cubata? ¿Y cuál es el mejor chupito? Allí estuve nueve años, abriendo a las 9.00 y cerrando a las 22.00. Cuando aquello se acabó, tuve que buscarme la vida".

Video:Villar del Cobo Ahora estoy cerca ahora estoy lejos

Isabel no entra en detalles sobre aquella transición. Solamente que su amiga Carmen ‘La Valenciana’ le habilitó una cochera para vivienda. "La familia de mi novio, José Emiliano, tenía la casa en la que ahora está nuestro bar, el estanco y la tienda, y entre los dos empezamos a preparar este negocio, que fuimos sacando adelante sin pedir un crédito; el concepto de vida en estos pueblos es precario, muchos llevamos una economía de subsistencia y no te puedes embarcar en préstamos. Yo iba haciendo cuando iba teniendo".

Cuando la despoblación atacó más y la gente empezó a aprovisionarse en desplazamientos a Teruel, la tienda dio un bajón. La evidencia del problema no arredró a esta serrana aguerrida. "Pensé en la casa rural, y la hice; se llama Las Espigas y funciona bien. No te voy a negar que llevo dos años con menos ganas de inventar cosas, ando más calmada. Tampoco persigo un crecimiento mayor del negocio; mi marido trabaja en Correos y ayuda aquí cuando puede, mi cuñada también echa una mano... porque todo es muy bucólico, el emprendedor rural en un entorno precioso... pero cada tres meses viene Hacienda. Eso sí, en invierno cierro por las tardes y me centro en la familia".

Formación continua

Isabel hizo el bachillerato a distancia en Teruel, aprobó la selectividad en Zaragoza y ha estudiado derecho en la UNED. "Me encanta la UNED, sigo estudiando Filosofía y hago todos los cursos que puedo. Cuando Isabel Burbano, una maestra que vino al pueblo, me explicó lo que podía hacerse a distancia, vi el cielo abierto... aunque soy consciente de que tampoco es lo ideal".

Isabel tuerce el gesto. Se aproxima un tema delicado en la conversación. "Aquí ha habido fricciones por el tema del colegio, que se cerró el año pasado. Siempre trato de ser fiel a mi modo de ver las cosas. Tengo dos hijas, una de 14 y otra de 11; hicieron la primaria en el pueblo, pero cuando la mayor llegó a la ESO, la mandé a Teruel, y lo mismo ha ocurrido con la pequeña. En la Secundaria hay más exigencia: están en la Escuela Hogar en Teruel, bajo a diario a verlas y todo va bien. No obstante, sé que esa decisión mía estuvo mal vista en el pueblo, porque las niñas podían estar dos años más aquí, pero ya solamente quedaba otro chaval y la escuela no iba a seguir abierta de todas maneras. Socializar es una asignatura más, y que mis hijas la cursen en el momento apropiado es lo correcto".

Una forma de vida

Toni Carmisé Pérez es hijo de catalán y villarenca. Vive en Canarias y trabaja como educador. Además de ser cliente habitual de Isabel, admira su tesón y el afán de superación que ha demostrado. "Isabel ha crecido en el aspecto personal gracias a sus deseos de aprender, y a las ganas que pone en su trabajo, con esos productos ‘delicatessen’ que trae y la promoción que hace de las riquezas naturales de la zona; además, surte a comercios de pueblos cercanos, empezando por el tabaco para los bares. Lo suyo es una apuesta personal vinculada al arraigo y, también a su familia. La incidencia de alguien así en un pueblo pequeño es tremenda".

Villar del Cobo en Aragón, pueblo a pueblo

Toni tiene claro que el carácter serrano se hereda; trabajar para vivir y medir las velocidades con cautela. "Soy producto de la emigración que hubo en la década de los sesenta, pero las raíces no se borran. Tengo la posibilidad de trabajar en años alternos, y dedico los libres a aprender, viajar y, por supuesto, disfrutar del pueblo. Vine varios días en diciembre pasado, luego volví en marzo y otra vez en junio".

El ‘profe’ no tapa el sol con un dedo. Revitalizar la socioeconomía de la sierra de Albarracín es un reto. "No hay mucho trabajo, careces de algunas comodidades, pero sí hay tareas de subsistencia que pueden hacerte feliz. El tema es elegir cómo quieres vivir".

La gastronomía local deriva? del aprovechamiento, con abundancia de recetas pastoriles

La gastronomía de Villar del Cobo es la típica de los Montes Universales; se basó tradicionalmente en la supervivencia y los productos de trueque. Las gachas, los gazpachos, las migas, las sopas de ajo, las calderetas, las sopas tostás, el cocido, los potajes, los empedrados, las barrachas, las tortetas y muchos otros que se han ido perdiendo. La cocina estaba estrechamente relacionada con las estaciones. En invierno, los cocidos y las gachas eran protagonistas de la mesa. Los huevos, rellenos cocidos, fritos o escalfados y las tajadas constituían un alimento saciante y suficiente para mantener las fuerzas ante las inclemencias meteorológicas de la estación, con frío extremo. El bacalao y las sardinas eran los invitados del mar y las croquetas se hacían con casi todo, amén de las magras y el tocino. En otoño se cogían las patatas y se preparaban bocadillos de leche condensada. Los huevos batidos con vino eran muy recomendados para los momentos de debilidad. Entre las recetas pastoriles destacan la gachamiga rulera y tostada, las migas de harina, el conejo frito y la caldereta con carne de cordero.

Una parroquia renacentista de raíz gótica compartida por dos santos, Justo y Pastor

La Iglesia parroquial de los santos Justo y Pastor es la principal referencia visual del pueblo. Se trata de una edificación gótico-renacentista, levantada en el siglo XVI sobre otra del siglo XII, que comprende templo, atrio y un doble pórtico. El interior presenta nave única, cubierta con coro a los pies y cubierta por bóveda estrellada; aquí se conservan varias tablas góticas y un retablo barroco con rico trabajo de ornamentación en dorados. En el exterior destaca el pórtico con columnas de sección hexagonal, que soportan una techumbre de madera. Un arco de medio punto alberga la puerta que, tras la última restauración, perdió sus clavos de forja. La torre cuenta con tres cuerpos estando el último rematado por un chapitel piramidal.

De la arquitectura civil del pueblo cabe destacar la Casa Palacio de los Muñoz, antigua vivienda de una rica familia de ganaderos de la zona (siglo XVIII). Está rematada por una bonita galería de arquillos; algunos de ellos están cegados y decorados con dibujos geométricos. En el repaso a los edificios con lustre no hay que olvidar el Ayuntamiento (antigua casa de los Fernández de Villar), que exhibe detalles del gótico en su interior.

LOS IMPRESCINDIBLES

Las gigantescas dolinas

Son cinco depresiones circulares en forma de embudo, de casi 500 metros de diámetro y hasta 100 de profundidad, situadas junto a la carretera que va de las Casas de Búcar a Griegos. Un espectáculo para la vista.

La Dehesilla

Es una coqueta área de acampada a dos kilómetros del pueblo, con más de 9.000 metros cuadrados hábiles. Dispone de duchas, fogones, agua potable, lavadero, aseos, energía eléctrica e instalaciones deportivas.

La piel del toro de oro

Esta leyenda atrajo a muchos buscadores de fortuna en su día: habla de un tesoro árabe enterrado en un punto cargado de simbolismo; La Peña del Sol, pico equidistante entre Villar del Cobo, Guadalaviar y Griegos.

- Ir al especial 'Aragón, pueblo a pueblo'.

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