Las aragonesas siguen retrasando el momento de tener el primer hijo

El segundo y el tercer embarazos llegan casi seguidos, en el caso de que se opte por una familia numerosa.

?Ocho de cada diez mujeres, a favor de congelar óvulos para retrasar la maternidad
La maternidad se sigue retrasando en Aragón.
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Si en 1979 las mujeres aragonesas tenían a su primer hijo a los 25 años y medio, en estos momentos esperan hasta los 31,11. Esta tendencia se ha repetido casi exactamente con aquellas mujeres que tienen un segundo hijo. Según los datos facilitados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en la actualidad, el segundo nacimiento se produce cuando la madre tiene de media 33,34 años; tras dos años de la llegada del primero. Sin embargo, si nos centramos en el tercero, el cuarto o posteriores, la situación es diferente. El tercero llega ligeramente más tarde que hace unos años, pero aún así, su nacimiento se produce poco después del segundo. Por su parte, las mujeres dan a luz a su cuarto hijo o posteriores antes que en los años 80. En aquel momento la edad media de las progenitoras era de 35 años y en la actualidad es de poco más de 34.

El primer embarazo se lleva retrasando desde, al menos, principios de los 80; sin embargo, esta circunstancia no siempre ha mantenido una tendencia al alza. En los años 80, el crecimiento fue exponencial y en 1990 la edad de tener el primer hijo se había postergado cerca de dos años. La situación se repitió durante la década posterior, cuando en el año 2000 se superó los 30 años de media. “Esta dilación se debe fundamental a los casos de mujeres españolas y se sustentan en razones exclusivamente socioeconómicas. Cuando la mujer alcanza un mayor nivel cultural y tiene una formación más completa, prioriza su desarrollo profesional y va aplazando el momento de ser madre", explica Carlos Gómez, catedrático de Sociología de la Universidad de Zaragoza.

Hasta el año 2004 se sigue retrasando el momento de la primera maternidad; pero en los cinco años posteriores comenzó a descender hasta llegar a casi los 29 años y medio. Esto se produce, especialmente, debido a la llegada de población inmigrante, con índices de natalidad más elevados y prematuros. “Al principio, las personas que llegan de otros países suelen mantener comportamientos más próximos a los de su procedencia, lo que también afecta a las cuestiones reproductivas. No obstante, sus hijas, que han nacido y vivido de manera constante en España, ya seguirán la tendencia general de la población (retrasar la edad de ser madres), lo que es indicativo de su nivel de inclusión en la sociedad de acogida”, subraya.

Según los datos del INE, la mujer española suele tener el primer hijo a los 32,14; mientras que las extranjeras suelen dar a luz a los 26 años y medio. Una diferencia que se ha visto acrecentada con el paso de los años, puesto que desde que se tienen datos (2002), la edad media en la que una mujer extranjera tiene su primer hijo ha variado en apenas un año (fluctuando de manera constante entre los 25,5 y los 26,5 años). Por el contrario, las aragonesas han dilatado más el primer alumbramiento: de los 30,5 años de 2002 a los 32,13 años actuales.

“Aparte de las diferencias existentes por el lugar de nacimiento, también afectan a la decisión de tener un hijo otros factores: situación económica, nivel formativo, puesto de trabajo, ideología, creencias religiosas, etc.”, sostiene Gómez. De este modo, pone como ejemplo que las mujeres que tienen una titulación universitaria y residen en grandes ciudades tiene su primer hijo a una mayor edad. “Por el contrario, aquellas que tienen un periodo formativo más reducido, empiezan a trabajar antes y pueden mantener a su primer hijo a una edad más temprana”, subraya.

No hay que olvidar que la variable económica es totalmente determinante: “Un hijo tiene un coste económico importante, dado que las políticas sociales existentes en nuestro país tienen un carácter complementario”. Por ello, ampliar la familia casi depende más de una cuestión económica (si se tiene un sueldo suficiente y estabilidad laboral para poder asegurar el futuro de los menores) que el simple hecho de desear ser padres. “Todo esto provoca que cada vez más parejas se inclinen por tener un solo descendiente o incluso ninguno”, recuerda Gómez.

La barrera de los tres hijos, casi en el mismo punto

Mientras que el momento de ser madre se ha ido retrasando de manera paulatina a la hora de tener el primer y segundo hijo; esta situación ya no se repite de una manera tan impactante cuando se trata del tercero, el cuarto o posteriores. Por un lado, en los últimos 40 años, la edad media en la que una aragonesa tiene su tercer hijo solo ha variado en un año: de 32 a 33. Por otro lado, para tener el cuarto o más hijos, la tendencia ha sido incluso a la inversa: pasando de los más de 35 años de media que tenían las mujeres en 1975 a los 34 de la actualidad.

Para esto hay dos explicaciones: que son muy pocas las parejas que llegan a tener tres o más hijos y que en el caso de que así sea, generalmente, son cuestiones muy planificadas con tiempo, que generalmente se abordan antes de la procreación. De hecho, lo que se puede comprobar es que los nacimientos se concentran en un periodo reducido de tiempo: “Cuando se desea ser familia numerosa en la sociedad actual, se tiene en cuenta que la ausencia del mercado laboral sea la menor posible ya que luego la reincorporación puede resultar más difícil en función del tiempo en que se ha estado fuera y las expectativas profesionales que se tengan”.

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