Heraldo del Campo

El cooperativismo sopla velas

Cooperativas Agroalimentarias de Aragón cumple 30 años, en los que el sector que representa ha logrado un profundo cambio. Es motivo de celebración aunque «queda aún mucho camino por recorrer», reconoce la organización.

Imagen de archivo de 2003 de la inauguración de las nuevas instalaciones de FACA en Mercazaragoza.
Imagen de archivo de 2003 de la inauguración de las nuevas instalaciones de FACA en Mercazaragoza.
Neima Pidal

A finales de los años 80 del pasado siglo, el medio rural aragonés estaba cuajado de cooperativas agrarias -muchas de ellas con decenas de años a sus espaldas-, que contaban con numerosas inquietudes, proyectos y reivindicaciones. Lo que no tenían era una voz única y representativa, que liderara esfuerzos, defendiera intereses y se dejase oír ante la sociedad y la Administración.

En este contexto y por esta razón nacía un 4 de abril de 1987 la Unión de Cooperativas-Federación Aragonesa de Cooperativas Agrarias, una larga denominación con la que se hacía realidad «la representatividad y defensa de los intereses de toda índole de sus miembros, junto con la promoción de cuanto contribuya a fomentar el prestigio de la misma, la unificación de políticas o de criterios, la armonía y espíritu societario y la elevación de nivel cooperativo, profesional y humano», como reza su objeto social fundacional.

La aragonesa no fue la única estructura creada para hablar en nombre de las cooperativas (en este caso de la Comunidad). Esta necesidad existía en todo el territorio español y comenzó a concretarse en las distintas regiones al calor de la Confederación de Cooperativas Agrarias de España (CCAE) surgida de la unión de los dos federaciones nacionales existentes en ese momento (AECA y UCAE).

Y aquella primera federación que nació en 1987 se convertiría después en la Federación Aragonesa de Cooperativas Agrarias (más conocida como FACA), para terminar convertida en Cooperativas Agroalimentarias de Aragón, mostrando así una nueva imagen y una marca más empresarial, eso sin perder la esencia ni los objetivos que la vieron nacer.

Melchor Rodrigo tomó las riendas de la asociación cooperativa en el momento de su creación. En 1990 fue sustituido por Luis Latorre, que se mantendría en el cargo durante más de una década. El 6 de junio de 2002, Félix Báguena accedía a la presidencia de FACA, un cargo que abandonaría poco más de un año después, en 2003, cuando fue sustituido por Albino Lacasa, que apenas estuvo cuatro meses en la presidencia. Desde el 31 de marzo de 2004 hasta el 30 de abril de 2014, Fernando Marcén fue la voz del cooperativismo aragonés, una voz que se escuchó en las más altas representaciones españolas y europeas al ocupar también la presidencia de Cooperativas Agroalimentarias de España. El 30 de abril de 2014, Marcén daba el relevo a José Víctor Nogués, que lidera actualmente Cooperativas Agroalimentarias de Aragón.

Han pasado 30 años y, aun con todas sus dificultades y asignaturas pendientes, esta organización tiene motivos para la celebración. Ha liderado el profundo cambio experimentado en las cooperativas agrarias, que han realizado en estas tres décadas «una titánica tarea de modernización, de cambio de mentalidad, de inversión, de investigación, de adaptación a los cambios, de exportación y de creación de unas estructuras de gestión modernas y competitivas», señalan sus responsables, conscientes, sin embargo, de que son muchos los retos que todavía quedan por alcanzar. Entre ellos, explica Nogués, lograr que la sociedad reconozca el papel fundamental de estas empresas en el medio rural. Pero también que las nuevas generaciones de agricultores entiendan, como lo hicieron sus antepasados, «que unidos es como se avanza mejor y más lejos».

Una larga historia

El 4 de abril de 1987 se celebraba en Zaragoza la asamblea constituyente de la Unión de Cooperativas-Federación de Cooperativas Agrarias de Aragón, pero no sería hasta noviembre cuando esta organización fue inscrita en el Registro de Cooperativas.

«En esos momentos había un movimiento agrario muy importante y se hacía necesaria la existencia de una organización que aglutinara los esfuerzos que estaban haciendo las cooperativas y liderara la defensa de sus intereses», explica su actual presidente, José Víctor Nogués.

Los hechos así lo demuestran. El 28 de febrero de 1988, la amenaza de una nueva guerra del maíz situaba a la federación aragonesa en primera línea de la reivindicación. Era su primera labor representativa y la ejerció en torno a una mesa en la que, junto con las federaciones de Navarra y La Rioja y las organizaciones profesionales agrarias, se acordó ejercer una total oposición a las tasas de corresponsabilidad del cereales (un impuesto fijado por Bruselas que debían ingresar los agricultores en las arcas comunitarias para contribuir a financiar las exportaciones a bajos precios de la CE).

Una reunión en la que piden ofertar el 50% del maíz al Senpa como organismo de intervención de la entonces CEE, se exige la concesión de restituciones a la exportación de cereales, que se compense la entrada de maíz de importación de Estados Unidos y muestran su oposición al criterio fiscal que consideraba a las cooperativas compradoras de los productos de sus socios.

La federación aragonesa no solo tuvo que plantar cara a aquellas medidas políticas que ponían en peligro la rentabilidad de las economías de sus socios. También tuvo que hacer frente a medidas que amenazaban la supervivencia de la joven organización cooperativa. Lo demostró cuando 1996 apenas había cumplido un mes. Como explican sus representantes, aquel 31 de enero, la consejería de Agricultura «contraria a la existencia de FACA» decidía suprimir prácticamente todas las ayudas de su departamento. Pero si con ello pretendía herir de muerte a la organización, lo que consiguió fue todo lo contrario. «Las cooperativas socias reaccionaron subiéndose la cuota para poder mantener FACA y se aprobó en asamblea general un presupuesto reducido», recuerdan sus gestores, que insisten en que «esta reacción consolidó la federación».

La labor desarrollada por la federación se plasmaba también en logros legislativos. Uno de los más importantes fue la redacción de la primera Ley de Cooperativas de Aragón -aprobada el 22 de diciembre de 1998- en la que FACA, siempre después de consultar con sus cooperativas socias y teniendo en cuenta sus demandas, participó activamente. Así, consiguió que la nueva norma incluyera dos aspectos fundamentales para el sector: la posibilidad del voto ponderado -con un máximo de cinco votos- en las actividades cooperativizadas en función de volumen de participación del socio y la posibilidad de nombrar cargos del consejo rector en el propio consejo.

Aunque satisfechos con la ley, los avances que las cooperativas estaban consiguiendo hacían necesaria su modificación. Por eso durante años, sus máximos responsables exigieron una actualización de la norma, porque la existente «impide el desarrollo y el crecimiento de las cooperativas ya que dificulta la diversificación de actividades o la realización de determinadas inversiones». Lo pedía Fernando Marcén en una asamblea de la federación celebrada en 2007 y en cuya clausura participaba el entonces consejero de Agricultura, Gonzalo Arguilé. Ante el responsable de la política agraria de la Comunidad, Marcén explicó que FACA no pretendía una reforma profunda de la Ley sino «algunas modificaciones que permitan la expansión» de este tipo de empresas. Y, aunque tuvieron que esperar diez años desde la redacción de la primera ley, la norma modificada, en la que la organización también participó activamente, llegaba el 22 de junio de 2010, año en el que la organización se acoplaba al proyecto nacional y pasaba de denominarse Cooperativas Agroalimentarias de Aragón, con un claro objetivo empresarial.

Un cambio radical

Y es que ya entonces las cooperativas y la propia organización habían dado un salto cualitativo. Las primeras, afrontaron un proceso de modernización, de cambio de mentalidad, de orientación al mercado. Se sumergieron en la investigación y en la formación y crearon nuevas estructuras de gestión modernas y competitivas, capaces de adaptarse a los continuos cambios y de triunfar en los mercados exteriores. Lo han hecho cumpliendo con la más exigente seguridad alimentaria y trazabilidad. Han respondido a las nuevas demandas de los consumidores con alimentos funcionales, quinta gama, envases inteligentes o novedosas presentaciones. Y han puesto en marcha sistemas de certificación o procesos productivos para lograr unas transformaciones eficientes respetuosas con el medio ambiente.

«En todo este proceso, Cooperativas Agroalimentarias ha servido de motor e impulso», destaca su actual presidente, José Victor Nogués, que reconoce, sin embargo, que la velocidad de esta transformación ha tenido mucho que ver con la actividad principal de cada cooperativa. «Unos sectores han ido más rápidos que otros. Aquellos que llegan al consumidor final han cambiado más y mejor, logrando gestionarse como una auténtica empresa, y muy competitiva además», destaca.

También la federación ha crecido en estructura y servicios. Su gran salto llegaba en 2003 cuando la todavía FACA, entonces bajo la presidencia de Félix Báguena, inauguraba unas modernas instalaciones de casi 400 metros cuadrados distribuidos en dos plantas situadas en el centro de negocios de Mercazaragoza, que en aquellas fechas también alojaba a las denominaciones de origen aragonesas, la asociación de industrias de la alimentación, la C de Calidad (ahora C’alial), la agricultura ecológica, la carne de calidad de vacuno, los artesanos alimentarios de Aragón y la Fundación Huerta de Zaragoza. Unas instalaciones con las que la organización pudo mostrar su cara más empresarial y ampliar así su oferta de servicios a los socios.

Los retos de futuro

Cooperativas Agroalimentarias de Aragón tiene previsto celebrar estos 30 años en septiembre -la fecha está todavía sin decidir- una jornada «lúdico-festiva», explica Nogués, en la que reunirán a la familia cooperativa aragonesa para reivindicar la importancia y necesidad de estas asociaciones de productores en los pueblos aragoneses, «en muchos de los cuales es la única empresa que existe», reitera el presidente.

Una celebración para conmemorar el pasado y el camino recorrido, pero también, asegura José Víctor Nogués, para diseñar las estrategias de futuro. «Hemos logrado mucho, pero tenemos que conseguir mucho más», señala el presidente de Cooperativas Agroalimentarias, que insiste en la necesidad de poner en valor a las cooperativas, «esas empresas que nunca se van del territorio, que no dejan abandonados a sus socios, que aguantan bien los momentos de crisis y cuyo gobernanza -totalmente democrática- podría ser perfectamente trasladable a la sociedad, y mejor nos iría», señala.

Nogués reconoce que quedan también asignaturas pendientes. Entre ellas destaca conseguir una mayor agilidad en las decisiones para enfrentarse a un mercado que cambia con demasiada rapidez, o lograr una mayor dimensión de las empresas. Hay fórmulas para hacerlo, como la integración o las alianzas, pero «es necesario que la Administración también se implique, y lo haga con presupuesto», concluye.

Más información en el Suplemento Heraldo del Campo

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