Universitarias

Este 2017 se cumplen 100 años de las primeras licenciadas de la Universidad de Zaragoza. Fueron Aurea Javierre y Mur y M.ª Dolores Palacio y Azara, ambas tituladas en Filosofía y Letras. Dos años después, Donaciana Cano Iriarte egresaba en Ciencias, y, en 1921, María Moliner, en Filosofía y Letras. Supongo que es un dato sabido para los más ilustrados. En mi caso, una sorpresa de la interesante exposición ‘Historia, conocimiento y patrimonio’ que se ofrece en el Paraninfo para celebrar el 475 aniversario del privilegio fundacional de la Universidad de Zaragoza. Así, junto a curiosos instrumentos y recursos pedagógicos, con el álbum de Cajal como pieza maestra, y obras de arte que escriben la historia, un video nos cuenta que, hace 100 años, Aurea y M.ª Dolores, antes que Armstrong, dieron su propio gran paso para la humanidad. Poder ser universitarias cambió la vida de las mujeres. Pero no basta.

Un siglo después, en el campus de Zaragoza hay matriculadas 17.501 mujeres y 14.936 hombres. O sea, las estudiantes son mayoría, con un 53,95% ante un 46,04%. En el profesorado, son 1.969 mujeres y 2.364 hombres, y ya los porcentajes se invierten (45,44% frente al 54,56%). La divergencia se dispara cuando subimos al rango de catedráticos: 58 frente a 227. Un 20,35% ante un arrasador 79,65%. En el de rectores, se hace cumbre: 158 a 0, así que la orla de 1856 que también se exhibe en la exposición, y en la que Jerónimo Borao honraba los nombres de aquellos que le había precedido en el cargo, en género, sigue vigente. Con cifras así, el debate contra la discriminación se abona solo. El domingo, Rosa Montero recordaba en ‘El país’ sucesivos y graves ninguneos a acreditadas intelectuales. También contaba cómo, ante dos trabajos idénticos presentados en Yale, uno firmado como John y otro como Jennifer, el varón sacó mejores notas en todo… Ella misma no ha entrado en la Real Academia al empatar a 16 votos con otro candidato, Carlos García Gual. Nada que objetar a los méritos del filólogo y escritor. Pero Montero, además de sus cualidades literarias, es pionera del periodismo que eclosionó con la transición y que la convirtió en un referente magistral, junto con Montserrat Roig en España y Oriana Falacci en el exterior, que marcó a varias generaciones de mujeres periodistas. De hecho, titulaba su columna ‘Muy hartas’ y solo pedía que se juzgue a las mujeres igual que a los hombres. Hoy, la silla ‘M’ sigue vacía y en la Real Academia, de los 44 académicos (alguno sobrado de testosterona, tal y como han exhibido en pueriles disputas aparentemente intelectuales), solo 8 son mujeres.

Es la misma Real Academia que negó asiento a nuestra pionera María Moliner, la cuarta licenciada, con premio extraordinario, de la Universidad de Zaragoza y, como inmortalizó Gabriel García Márquez en un inolvidable artículo, ‘La mujer que escribió un diccionario’. Tamaña hazaña no le bastó para ser la primera académica. Aunque no dedicó ni un afán a buscar honores, en una entrevista en este periódico confesó que, si su diccionario lo hubiera escrito un hombre, se diría: "¡Pero, y ese hombre, cómo no está en la Academia!"

El 20 de mayo, la actriz Helen Mirren (¡qué bien haría de María Moliner!), en un discurso que ofreció en la Universidad en Nueva Orleans, hizo una encendida defensa del feminismo y dijo que "en todos los países que he visitado, desde Suecia hasta Uganda, de Singapur a Malí, he visto que, cuando se respeta a las mujeres y se les da libertad de cumplir sus sueños y ambiciones, la vida mejora para todo el mundo".

Y de eso se trata, de mejorar la vida para todo el mundo, en todas sus dimensiones. También en avanzar más en la igualdad para las mujeres, porque lo contrario tiene perversas consecuencias: En España, desde que en 2004 se aprobó la ley contra la violencia de género, han sido asesinadas más de 800 mujeres. Casi el mismo número de víctimas que causó el terrorismo de ETA en cuatro décadas. Mucho camino por recorrer en lo doméstico. Pero más aún en lo institucional, que tiene la responsabilidad de ser ejemplar en equidad. Y sendas calles para Aurea Javierre y M.ª Dolores Palacio. Las merecen.