Heraldo del Campo

'Al principio nos llamaron locos, porque no hay cultura de lo local'

Los miembros de la Asociación de Criadores de Gallina de Sobrarbe llevan casi veinte años intentando recuperar y conservar esta raza pirenaica.

Alfonso Bea con uno de los ejemplares de su granja en Garrapinillos.
Alfonso Bea con uno de los ejemplares de su granja en Garrapinillos.
Carlos Muñoz

Todos los días, a primera hora de la mañana, y al caer la tarde, sin importarle que sea festivo, Alfonso Bea acude puntual a su gallinero de Garrapinillos para echar de comer, limpiar y cumplimentar en su registro informático los datos de seguimiento de la docena de Gallinas de Sobrarbe y el centenar de pollitos que tiene en estas instalaciones.

Su pasión por la naturaleza en general y las aves en particular, así como su implicación en movimientos ecologistas, su deseo de conservar razas autóctonas o de buscar una alimentación más sana fueron razones para que Alfonso decidiera con su familia vender su piso en Zaragoza y emprender varios proyectos de valores.

Así, Alfonso se involucró con sus compañeros de la Asociación de Criadores de Gallina de Sobrarbe (Agasob), www.gallinadelsobrarbe.es, en el proyecto de recuperación de estas aves, que fueron reconocidas en 2012 por el Ministerio de Agricultura y que, desde 2014, forman parte de un plan de conservación. Alfonso lamenta que «el Gobierno de Aragón aun no haya realizado un reconocimiento público y oficial de la raza».

Unas aves que fueron descubiertas por su compañero Ricardo Azón y el asesoramiento científico de Amadeu Francesch, que localizaron en aldeas, como Torrelisa, Oncins y La Mula, unos ejemplares de aves con una gran diversidad de plumaje pero con una evidente homogeneidad morfológica. Con el sueño de unos pocos, arrancó el proyecto de conservación y mejora de esta raza de gallinas, en el pueblo de Aldea Puy Cinca, a orillas del embalse de El Grado.

«En un principio nos tacharon de locos y la gente que nos conocía nos decía que por qué no nos dedicábamos a criar animales que nos generaran beneficios económicos. En Aragón, al contrario que en otros lugares del País Vasco, la cornisa Cantábrica o Cataluña no hay cultura por lo local y autóctono. Se desprecia por principio lo nuestro, mientras que en otros territorios es habitual ver en las ferias a decenas de pequeños propietarios presumiendo de sus gallinas y de su trabajo al beneficio de la colectividad», apunta Alfonso.

Lejos de rendirse y desanimarse, Alfonso se trajo a Zaragoza una veintena de gallinas, que instaló en un pequeño corral en el barrio de La Almozara. Pero, pronto empezaron los problemas porque el Ayuntamiento de la ciudad empezó a ponerle trabas, por lo que se trasladó a Garrapinillos. Aquí, Alfonso también cría otras razas de gallina, como la Española Cara Blanca, que conquistó a Felipe II y a otros monarcas de las cortes europeas.

Su reto y el del resto de miembros de Agasob es que las gallinas de Sobrarbe no solo sobrevivan, sino que puedan mejorar genéticamente, algo que están consiguiendo gracias a la implicación y el trabajo constante de los criadores de la Asociación, casi una veintena de socios actualmente.

«Hemos vivido años muy complicados, en los que he tenido que soportar presiones, pero no han podido quitarme la ilusión por sacar adelante este proyecto de recuperación. Y aunque conlleva mucho trabajo, estoy muy orgulloso de los logros conseguidos», señala.

Y esto último no resulta extraño, ya que algunos de sus ejemplares han sido Campeones de España de su categoría en algunos de los encuentros a los que han acudido, algo que a Alfonso Bea le da apuro reconocer, pero que es signo inequívoco de que su trabajo constante está dando sus frutos.

Más información en el Suplemento Heraldo del Campo

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