Heraldo del Campo

De los campos aragoneses a las granjas asiáticas

Ha comenzado la campaña de alfalfa. Se ha realizado el primer corte y se espera buena producción. Pero hay incertidumbres, los precios son bajos y los mercados de China e Irán no han cumplido las expectativas.

Corte de alfalfa en una finca situada en el municipio oscense de Albero Bajo.
Corte de alfalfa en una finca situada en el municipio oscense de Albero Bajo.
Patricia Puértolas

Los productores aragoneses de alfalfa encaran una nueva cosecha. Lo hacen con el sabor agridulce que dejó la pasada campaña, en la que se alcanzaron cifras récord de ventas pero también precios desconocidos -por lo bajos- desde que la producción aragonesa se abriera paso por los mercados del mundo, especialmente en Emiratos Árabes.

Ya se ha realizado el primer corte -lo habitual es hacer entre cinco o seis-. Se ha hecho unos diez días antes de lo habitual porque así lo han exigido las altas temperaturas. No es, sin embargo, el clima lo que tiene ocupados a los productores aragoneses y a las industrias deshidratadoras. La incertidumbre llega de sus clientes más potentes, de los más lejanos y con mayores expectativas, de los más nuevos. Léase Emiratos Árabes, China e Irán. Los primeros decidieron cambiar su política comercial, aplicando a sus compras precios de mercado, o lo que es lo mismo, rebajar a la mitad los buenas cotizaciones con las que habían gozado las más de 600.000 toneladas de alfalfa deshidratada española que cada año viaja hasta las ganaderías de Abu Dabi o Dubai.

Mientras, el mercado chino se desinflaba y las ventas se quedaban muy lejos de aquellas esperanzadoras expectativas -más de 300.000 toneladas- con las que en 2014 se abrían las puertas del gigante asiático.

Con los distribuidores iraníes, los problemas están sobre el papel. La firma de los protocolos de exportación con España se resisten y han dejado paralizados envíos ya comprometidos.

Estas dificultades hicieron que la pasada campaña, que finalizó el pasado 31 de marzo, cerrara con unos «flojos resultados empresariales», como los califica Joaquín Capistrós, director de la Asociación Española de Fabricantes de Alfalfa Deshidratada, con sede en Zaragoza, porque Aragón es la primera productora de España, con el 54% del volumen total nacional, solo por detrás -aunque a mucha distancia- de EE. UU.

Pese a todo, el sector encara la nueva campaña aprendiendo de los errores. Apuesta por la diversificación de mercados -exporta ya en más de 30 países-, con la mirada puesta en el crecimiento de Arabia Saudi o Jordania. Y pone el foco en China, donde realizará una ambiciosa campaña de promoción.

Hablar de alfalfa es hablar de Aragón. La Comunidad es la principal productora de España. En sus casi 80.000 hectáreas se cosecharon en la pasada campaña 855.000 toneladas de los 1,6 millones que se recogen en los cultivos de todo el país, es decir el 54% del total nacional. Y es en Aragón donde se sitúan 33 de las 72 industrias deshidratadoras que se encuentran repartidas también por Andalucía, Baleares, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Cataluña, Extremadura y Navarra. Es por eso que es Aragón la que acoge -en su capital- la sede de Asociación Española de Fabricantes de Alfalfa Deshidratada (AEFA) y en la que los resultados de esta producción, de su transformación y su comercialización, actualmente a más de 30 países, tienen decisiva repercusión en los resultados del sector aragonés.

Por eso los productores aragoneses arrancan la presente campaña de alfalfa -el primer corte se realizó hace apenas dos semanas- sin perder de vista las dificultades del pasado año para poner en marcha actuaciones que permitan sortear las dificultades con las que se han topado en apetitosos mercados como el chino.

Lo exigen las cifras. «Fue un año regular», señala el director de AEFA, Joaquín Capistrós. Se refiere a los números finales de la industria, porque en lo que a exportación se refiere se anotaron un «récord». Según los datos de Aduanas España (abril de 2016 y febrero de 2017) y con la estimación de AEFA relativa al mes de marzo, de las 1,6 millones de toneladas de alfalfa producidas en España, 1,170 millones tuvieron como destino los mercados exteriores.

Se vendió más, pero se ganó menos. El gran protagonista de esta situación ha sido Emiratos Árabes, que en la pasada campaña puso en evidencia la peligrosa dependencia que la producción española tiene de este mercado. Lo reconoce Capistrós, que recuerda que los productores y transformadores españoles no tuvieron que moverse de casa para acceder a este mercado. Fueron dos firmas emiratíes las que llamaron a sus puertas. Lo hicieron con el mandato del Gobierno de aquel país, que subvencionaba la importación y pagaba para ello buenos precios. Emiratos se convirtió así en el principal mercado, al que se dirigía casi el 50% del volumen total exportado.

Así sucedió también durante la campaña pasada, donde las compras emiratíes volvieron a sumar las 616.000 toneladas. Pero con un cambio sustancial. «Los operadores llegaron a España ofreciendo esta vez el precio de mercado, mucho más bajo que al que estábamos acostumbrado. No habíamos vivido antes una situación así y la dependencia que teníamos con estos dos clientes nos dejó sin margen de maniobra», señala el director de AEFA.

China pierde fuelle

También fueron los operadores chinos los que llegaron a España atraídos por la calidad del producto. Abrieron de par en par las puertas de un apetitoso mercado y generaron unas expectativas que, en apenas dos campañas, se han desinflado. Se esperaba vender 150.000 toneladas, pero se exportarán apenas unas 70.000 toneladas al gigante asiático, «una cifra decepcionante porque en un mercado enorme y en crecimiento», señala Capistrós.

Hay un motivo para este frustrante resultado. «Los que vinieron a adquirir el producto eran intermediarios que encontraron en España un mercado nuevo a precios más baratos que los de Estados Unidos», detalla Capistrós. Pero, explica el director de AEFA, cuando quisieron vender la alfalfa española en las explotaciones lácteas de su país se encontraron con que los ganaderos chinos la rechazaban porque su aspecto exterior es muy diferente a la estadounidense, la única que han conocido en siete años.

«No conocen nuestro forraje, pero tenemos que estar ahí sí o sí porque es un mercado gigantesco», insiste Capistrós. Para ello la asociación tiene previsto llevar a cabo una campaña integral, con conferencias, presencia en ferias, seminarios y una web en su idioma, para explicar al potencial cliente chino las bondades del producto español. «No lo habíamos hecho nadie porque como siempre decimos, nos venían a comprar a casa», reitera. En cualquier caso, insiste en que será un esfuerzo en el que habrá que invertir dos o tres años. «Nos va a costar, primero porque conquistar un mercado no es algo que se consigue de la noche a la mañana y además la alfalfa norteamericana está allí muy asentada desde 2010», dice.

Irán, a falta de una firma

Tampoco el mercado iraní ha dado las alegrías que de él se esperaba. Cuando en enero del pasado año EE. UU. y la UE decidieron levantar las sanciones y el embargo económico vinculado a su programa atómico, la industria láctea de este país árabe volvió su mirada hacia Occidente y encontró en la alfalfa española el producto de más calidad para alimentar a su ganado.

Se abría así las puertas de un nuevo cliente que ofrecía grandes expectativas. En el mes de marzo de 2016 partían de tierras aragonesas las primeras 4.500 toneladas con destino al mercado persa. Un mes después se realizó un envío de 11.000 toneladas. Y poco más, porque las exportaciones a Irán han sumado en toda la pasada campaña poco más de las 25.000 toneladas. «El problema es burocrático», señala Capistrós, que explica que mientras no hubo protocolo entre ambos países la mercancía entró en suelo iraní sin problemas. «En cuanto se habló de firmar un acuerdo comercial se paralizaron los envíos y aún estamos a la espera de que se resuelva», señaló.

Todos estos contratiempos no pueden hacer olvidar, señala el director de AEFA, que la alfalfa deshidratada española viaja cada campaña a más de 30 países, entre los que se encuentran Arabia Saudí, «un mercado con un gran potencial porque desde finales de 2016 prohibe el riego de sus forrajes y subvenciona la importación por lo que será un gran demandante internacional».

La demanda nacional continúa sin dar mayores muestras de recuperación. «Mientras no suba el precio de la leche, el ganadero no va pensar en la alfalfa deshidratada que da más producción pero es más cara», destaca Capistrós, que, sin embargo, augura que un incremento de las ventas en España, ya que la sequía que padece Castilla y León ha dañado miles de hectáreas de alfalfa de secano y su producción va a ser muy baja.

«El mercado no da posibilidad de producir calidad. No la paga»
Gabriel Penella tenía 23 años cuando en 2013 se incorporó al sector agrario. Conocía bien la actividad, porque su infancia transcurrió entre las tierra de labor que gestiona su familia, una explotación de 100 hectárea de regadío y 30 de secano en la localidad oscense de Alberuela de Tubo, en la que también se familiarizó con el trabajo agrícola desde muy joven.

Una vez cursados los estudios de gestión agrícola, Gabriel se convirtió en propietario con la compra de 10 hectáreas, a las que sumó otras 15 cedidas por su familia. Todas ellas se destinaron al cultivo de la alfalfa, una producción que abrió enormes expectativas -y buenos precios- en la Comunidad cuando los importadores de Emiratos Árabes pusieron su mirada en las deshidratadoras aragonesas, llegando a ofrecer por el producto español hasta 220 euros por toneladas.

Unas expectativas -y unas cotizaciones- que, sin embargo, este joven agricultor asegura no haber disfrutado. «Desde que me incorporé al sector he vivido una época de bajos precios», señala Penella, que recuerda además que recibe poca ayuda de la PAC porque recuerda que esta política comunitaria no ha sido nada beneficiosa para los protagonistas del necesario relevo generacional.

La situación no parece que vaya a mejorar durante esta campaña, en la que se ha realizado ya el primero de los cinco o seis que se realizan en los campos de alfalfa de Aragón. El precio que Gabriel -como el resto de los productores- han recibido oscila entre los 110 euros para cosechas de primera calidad, 90 euros si están consideradas de segunda calidad, y 70 si la alfalfa es denominada de tercera calidad. «A ello hay que sumar los 18 euros por tonelada que te restan del transporte hasta la deshidratadora que corre a cargo del agricultor», señala el joven de Alberuela de Tubo.

No lo dice abiertamente, pero Gabriel deja entrever que la alfalfa no es actualmente un cultivo tan rentable como parece. Hay que amortizar las inversiones realizadas para la modernización de regadío y sus costes de producción son cada vez más elevados. «Puedes llegar a sacar 1.200 euros por hectárea, pero los gastos de producción de esa superficie alcanzan incluso los 1.00 euros por hectárea», detalla.

Pese a todo, este agricultor oscense no se plantea la posibilidad de sustituir el cultivo, porque tampoco son muchas las alternativas (económicas) que se presentan. «Podríamos cultivar maíz, pero la inversión es mucho más elevada y los precios también están bajos», puntualiza.

Gabriel se ha planteado, casi desde que llegó al sector, optar por una producción de alta calidad con mayor valor añadido. Pero, «el mercado no lo permite, orque no paga esa calidad», señala Penella, que explica que poner testigos para evitar plagas o utilizar tratamientos en cada corte para evitar enfermedades y hierbas cuesta un tiempo, un trabajo y un dinero, que «el mercado no está dispuesto a pagar».

Así, encara una campaña que se presenta «buena en producción» y en la que, de momento, no parece que vaya a haber problemas para el riego porque existen reservas hídrica suficientes para garantizarlo. Una campaña en la que, sin embargo, según los datos de la Asociación de Fabricantes de Alfalfa Deshidratada (AEFA), se prevé un descenso del 10% de la superficie cultivada, retroceso que se explica porque «la industria sale a comprar con menos entusiasmo y los agricultores se retraen», señala el director de AEFA, Joaquín Capistrós.

Más información en el Suplemento Heraldo del Campo

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