Cuatro personajes

Cuatro personajes en busca de cualquier cosa, menos de un autor.

Un abuelo alto, pálido, escaso en carnes y con un curioso tocado metálico en la cabeza, no cesaba de parlotear en castellano antiguo. Había leído un montón de libros que le habían vuelto majareta.

Un italiano describía, a todo el que le prestara atención, el Cielo, el Purgatorio y el Infierno calificándolo todo de «Comedia». Se extendió hablando de su novia a la que andaba buscando en semejante follón de mundos. Se lo había inventado todo, estoy convencida

Cerca de ellos, un británico sostenía una patata en la palma de su mano recitándole algo parecido a «tubi- tubi, tuuuu». Seguro que le daba a la botella, se creía rey de Dinamarca y decía charlar con fantasmas.

El último, un atormentado estudiante ruso, me daba verdadero miedo. Comentaba el frío que había soportado en Siberia y sostenía que había matado a una vieja.

Curiosos compañeros los que tengo en este centro de la calle Barcelona de Zaragoza.

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