El biodiésel pasa de promesa de empleo rural en Aragón a subsistir con una sola planta

El sector achaca a la falta de ayudas del Gobierno con respecto a otras economías europeas la decadencia de este combustible.

Inauguración de la planta de biodiésel de Altorricón (Huesca) en 2009, con presencia del entonces presidente aragonés, Marcelino Iglesias.
El biodiésel pasa de promesa de empleo rural en Aragón a subsistir con una sola planta
Concha Silván

En poco más de diez años, los biocombustibles han pasado de ser la alternativa más sólida para reducir el uso de combustibles fósiles a ser vistos como los causantes del alza del precio de los alimentos y, por último, quedar en una posición casi anecdótica en España.

En Aragón se llegaron a promover entre 2007 y 2010 hasta una quincena de plantas en lugares como Sarrión, Albalate, Alcalá de Gurrea o Andorra. Todas poblaciones rurales donde la llegada de estas plantas prometía nuevos puestos de trabajo. Muchas no pasaron del papel, pero hasta hace menos de tres años la Comunidad seguía albergando cuatro de estas industrias, de las que ahora solo queda una en Altorricón.

Han sido muchos los altibajos que han llevado a la situación actual a estas elaboraciones a partir de residuos de cultivos y aceites vegetales que se proponían como la panacea para depurar el diésel y la gasolina hacia mezclas más limpias. “En primer lugar España rebajó la exigencia a las petroleras para que mezclara sus productos con biocombustibles. Actualmente cuando la gente va a repostar solo un 4,7% de la mezcla es de origen bio, y en 2013 este porcentaje llegaba a ser del 6%”, comenta el delegado de biocombustibles de la Asociación de Productores de Energía Renovables, Manuel Bustos.

Pero la falta de incentivos por parte del Gobierno -que también retiró la obligación para que las petroleras nacionales usaran biodiesel producido en España- no ha sido el único hándicap. Prácticamente poco después de su auge se culpó a los biocombustibles de provocar un alza en el precio de los alimentos en cultivos como la soja, la colza, el maíz o la remolacha, cultivos de los que se obtenía la biomasa que se usaba en el proceso. El debate, plagado de posiciones encontradas, llegaba a cuestionar la etiqueta de 'bio' para estos combustibles, que no obstante han evolucionado hacia otras fórmulas que cada vez utilizan menos material que podría ser utilizado como alimento.

Aunque en Aragón la llegada de los proyectos de biodiesel también levantó algo de interés en el mundo agrario -el maíz, de gran extensión en Aragón, también puede utilizarse para su creación- en la actualidad todas las plantas que siguen quedando en España usan aceites reutilizados de la hostelería como materia prima.

“Hubo cierto uso de los biocombustibles como cabeza de turco por el alza generalizada del precio de los alimentos que hubo entre 2008 y 2010. En algunos países cuyas exportaciones hicieron mucho daño al sector nacional, como Argentina, sí que existió cierta especulación y uso desproporcionado de cultivos, pero en Europa, donde la normativa impulsa su uso para cumplir con los objetivos renovables de 2020, nunca fue así. De hecho, Alemania o Francia siguen produciendo en una cantidad importante”, explica Bustos.

La única planta que queda en Altorricón da trabajo a 49 personas

A nivel nacional la situación de las plantas de biodiesel no es distinta a Aragón. De las 50 que llegó a haber apenas quedan una treintena cuyas sociedades aún no se ha diluido y, en la práctica, solo están funcionando cuatro.

La que queda en funcionamiento en Aragón, Bioarag, en Altorricón, sigue dando trabajo a día de hoy a 49 personas, en su mayoría del pueblo y de otras poblaciones cercanas como Binéfar.

“El biodiesel es un negocio hoy a la baja, pero estamos aguantando con beneficios muy pequeños”, comenta su directivo, Ignacio Sechi. La planta oscense utiliza aceites reciclados de hostelería para producir su combustible, que va en su totalidad al extranjero, donde se obtienen mejores precios.

Por ahora, Bioarag tiene su continuidad asegurada con contratos de venta hasta 2018, “lo que está bien porque en este sector no existen contratos a lago plazo por lo volátiles que son los precios”, explica Sechi, y el año pasado invirtieron en la planta para mejorar su producción y logística.

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