Heraldo del Campo

Mermelada en la perola de la abuela

Con la materia prima de la zona del Jiloca, Mari Golosa elabora en Lechago originales mermeladas. Ha inyectado vitalidad a un pueblo de menos de 40 habitantes.

David Sancho, en el proceso de elaboración de las mermeladas.
David Sancho, en el proceso de elaboración de las mermeladas.
A. García

Los frutales con mayor arraigo en las tierras de la ribera del Jiloca y las hortalizas de la huerta de Lechago constituyen la esencia de las mermeladas artesanas Mari Golosa, la primera empresa que se asienta desde hace décadas en esta localidad turolense, recordada por su eterno contencioso por el pantano.

El sector agroalimentario ha sido el principal motivo por el que los dos artífices de este proyecto, Mariví Gallent y David Sancho, han decidido asentarse en el mundo rural. Pero antes hubo otras razones vitales, como fue abandonar Valencia, huyendo del agobio que el ritmo de vida frenético de la gran ciudad provocaba en su salud física y mental. Elaborar mermeladas como su principal fuente de ingresos ha sido su gran acierto, según reconocen ahora los dos empresarios.

Comenzaron realizando compotas, conservas y mermeladas con los excedentes de la pequeña huerta que lograron cultivar en los retazos de tierra que el embalse indultó. «Esto fue hace cuatro años –cuenta Mariví Gallent– y ahora nos hemos planteado llevar a cabo una ampliación en cuanto a maquinaria, para facilitar la tarea y hacer más rápido el proceso que, no obstante, seguirá siendo puramente artesanal».

La ampliación es una cuestión fundamental para los artesanos, ya que han optado por dar una vuelta de tuerca a sus confituras con las redes sociales como principales aliadas. Han abierto una nueva línea de negocio con la que sus productos aúnan lo más tradicional de los preparados culinarios con la exquisitez de sus recetas y formatos. Bonitos estuches con atractivos diseños, realizados por una creadora de Calamocha –Bárbara Bugeda–, y lazos de colores envuelven las confituras de Lechago, que comercializan vía ‘online’ como regalos de empresa y para eventos.

La iniciativa, según presumen, ha resultado todo un acierto y se vislumbra con un futuro prometedor. De hecho, sostienen que han superado todas las expectativas: «Durante todo el año pasado nos encargaron 200 bodas y en lo que va de año ya llevamos más de 70», explicaba la empresaria, quien subraya que en estos momentos prácticamente todo el género se vende por adelantado.

El uso de las nuevas tecnologías para comercializar sus productos no ha impedido que en el obrador de Mari Golosa se mantengan las raíces de la elaboración artesana, «con la perola, como antiguamente», asegura Mariví Gallent. «Pero –agrega– hemos dado la vuelta a un producto, que los clientes no van a ver en otro sitio». Considera que la pequeña empresa ha dado un gran salto «cuantitativa y cualitativamente hablando».

Materia prima

La materia prima es esencialmente aragonesa. De Lechago proceden algunas hortalizas, porque, como aseguran los artesanos, «en el pueblo, por su climatología, solo se produce una cosecha al año, así que es imposible poder abastecerse únicamente con lo que da esta tierra». Los campos de las comarcas vecinas completan los suministros: productos ecológicos de las tierras de Báguena y Burbáguena, cerezas de Luco y distribuidores de Calamocha que proporcionan peras, melocotones o manzanas aragonesas. Si en los campos cercanos no se encuentra algún producto que necesitan para sus preparados, entonces recurren a la Comunidad Valenciana.

El uso de las últimas tecnologías no impide a los empresarios mantener vivas las tradiciones que marcan el ritmo de vida del medio rural. En el aspecto de las relaciones, Mariví Gallent habla casi a diario con sus clientes por las redes sociales, y, aunque no los conozca personalmente, ha llegado a crear con ellos un vínculo casi de amistad.

En el aspecto laboral, la empresaria dice que sus mermeladas siguen un proceso de elaboración puramente artesanal: «Nuestros preparados no llevan espesantes, por ejemplo; los elaboramos a fuego lento, de modo que se cuecen en su propio jugo, alcanzando un sabor muy intenso». Tarros de fresas con chocolate –la estrella de sus mermeladas, con encargos de un año para otro–, arándanos con vainilla al oporto, manzana con pistachos o limón a la esencia de cedro, esperan en los estantes del pequeño obrador de Lechago para ser consumidos. Poco tiempo, por cierto, ya que la producción de Mari Golosa es limitada y sus clientes se cuentan ahora por cientos.

Los empresarios, que no descartan la posibilidad de contratar a algún ayudante en un futuro próximo, quieren que en sus confituras se reconozca su contenido, las frutas de Aragón, con solo el olor. Están empeñados en seguir las pautas de elaboración más tradicionales. «Pretendemos que las mermeladas se distingan solo con agitar el tarro. Si se mueve el contenido, si no hay espesantes, es que están vivas», concluye Gallent.

Más información en el Suplemento Heraldo del Campo

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