Mariano Fernández Enguita: "La última hora de la mañana es peor que la primera de la tarde"

Fernández Enguita, catedrático de Sociología de la Complutense, habló en Zaragoza sobre la jornada escolar.

Mariano Fernández Enguita, en el Centro de Historias de Zaragoza, donde habló el viernes.
Mariano Fernández Enguita, en el Centro de Historias de Zaragoza, donde habló el viernes.
Aránzazu Navarro

Vino a hablar a Zaragoza de lo que dice la ciencia sobre el horario y el alumno. Y ¿qué dice?

Lo primero, que no dice lo que se dice que dice. Es decir: que los niños rinden más, sacan mejor notas y son menos problemáticos con la jornada continua. Eso se contradice con todo lo que dice la investigación.

Pero esto ¿se puede medir científicamente?

Sí. Hay disciplinas tradicionales, aunque poco cultivadas en España, que miden cómo varían nuestras actitudes, capacidades, funciones corporales… a lo largo del día. Y hay horas en las que estamos mejor y peor, más atentos o dormidos. Y eso se resume en lo siguiente: la peor hora es la última de la mañana, no la primera de la tarde.

En Aragón, 120 colegios decidirán si cambian o no su horario. ¿Por qué cree que una opción es mejor que otra?

Depende de lo que tú quieras: si quieres irte a esquiar por la tarde, es mejor que concentres el horario por la mañana. Pero si lo que quieres es atender al rendimiento y la falta de fatiga, lo que no es opción es cambiar una hora mediocre (la primera de la tarde), por una pésima (la última de la mañana).

Muchos padres no opinan así…

Los padres pueden considerar más cosas: que sus hijos se aburren y que cuanto antes salgan mejor. O que no pueden estar con ellos a esas horas, y cuanto más tarde salga, mejor. Pero una cosa es cierta: la hora de las lipotimias y de las caídas de azúcar es la última de la mañana.

Tener la tarde libre, muchos quisiéramos… Y si se puede regular, mejor.

Pero ese es un argumento para los profesores, no para los padres. Esa es una reivindicación laborar disfrazada de innovación pedagógica.

Acaba de hacer el prólogo del libro ‘Mejoras educativas en España’. ¿Por dónde pasan esas mejoras?

Por muchas partes. A lo largo de los siglos, hemos aprendido que cada medio es distinto. Y cada escuela es distinta. Además, unos profesores enseñan mejor ciencias; otros, letras. Otros están muy dotados para las relaciones personales y otros son estupendos en la pizarra. No hay una fórmula mágica para todos, cada centro debe examinar su entorno y elaborar su propio proyecto.

¿Y a uno no le puede convenir un horario y a otro no?

Perfectamente. Pero, fíjate, tres hermanos pueden ser absolutamente distintos. Pero 400 alumnos son muy parecidos a otros 400 alumnos. Las familias son muy diversas, pero los centros no lo son tanto. Por eso, lo que tienen que hacer es albergar esa diversidad en su seno.

¿Hizo usted huelga el jueves?

No tenía clase… pero no la hubiera hecho. Hubiera aprovechado para abrir un debate con los estudiantes.

¿No hay por lo que quejarse en el sector?

Hay mucho por lo que quejarse y mucho enfado muy razonable. Pero el problema del sistema educativo español ni siquiera es el presupuesto, sino que se llegara a un 40% de fracaso escolar y a un 30% de abandono escolar y a un 30% de retraso por repeticiones. Eso no se resuleve echando más dinero.

¿Y entonces?

Para evitar la repetición lo que hay que hacer es evitarla. Lo que tiene que hacer la escuela es dedicar más tiempo a ese niño. Que sea el colegio el que ponga clases particulares al chico y se preocupe de que alcance los objetivos. Y hacer la escuela más transparente: pensar que si un niño suspende es él el que no funciona. También hay que revisar los sistema de evaluación. España está muy cerca del conjunto de la OCDE en Pisa, pero muy lejos en aprobados. O sea, que aquí se suspende más por menos diferencia. Esto nos lleva a que la evaluación es en gran medida arbitraria.

En Aragón y en España se habla de pactos en Educación. ¿Se materializarán?

No lo sé. Hay dos maneras de entender el pacto. Una es pactar en lo que estamos de acuerdo, lo cual no sirve de mucho. Lo que hay que pactar es cómo convive la gente que quiere una escuela laica con una que quiere una escuela religiosa. O cómo convive la idea del profesor de primaria de que todos los niños tienen que aprobar, con los de secundaria. A mi juicio el pacto tiene que consistir en pacificar aquellas cosas que enfrentan a la comunidad educativa.

Pero ¿es que hay algo en educación que no sea conflictivo?

Sí, pero una cosa es que en ciertas cuestiones haya un desacuerdo permanente y pueda haber vuelta atrás, como con la jornada continua, que en diez años igual no se quiere. Pero las cuestiones que tocan a la religión, si se debe elegir escuela o no… Todo lo relacionado con la política es lo que se debe pactar.

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