Goteras, humedades y desprendimientos deterioran joyas patrimoniales aragonesas

La falta de mantenimiento de algunos edificios artísticos amenaza su protección y conservación. La iglesia de San Pedro el Viejo de Huesca precisa una restauración para frenar los daños del agua.

Sergio García, guía del templo, señala el estado de una capilla.
Goteras, humedades y desprendimientos deterioran joyas patrimoniales aragonesas
Raquel Labodía

El paso del tiempo y las inclemencias meteorológicas ponen en jaque la conservación del patrimonio aragonés. Las goteras y las humedades, unidas a otros defectos estructurales, están deteriorando algunos monumentos considerados bienes de interés cultural. Los expertos apuntan que el elevado número de inmuebles en los que es preciso actuar y la falta de inversiones para proteger ese pasado provocan inquietud y preocupación.

La catedral de San Salvador (la Seo) sufrió hace una semana un pequeño desprendimiento del revestimiento de una de las esculturas de su torre, que obligó a vallar su perímetro exterior por precaución. También en Zaragoza capital, la iglesia de San Pablo, declarada Patrimonio de la Humanidad, sufre humedades. Su párroco, Santiago Fustero, reclama con "urgencia" una actuación integral. El Gobierno de Aragón y el Fondo Feder destinaron 50.000 euros el pasado verano a frenar este progresivo deterioro pero, según el religioso, "todavía queda mucho por hacer". Su solución definitiva quedará recogida en un plan director. El día de Navidad el templo sufrió un desprendimiento sobre la puerta Tramontana. Desde el área de Urbanismo del Ayuntamiento de Zaragoza confirmaron que se ha requerido a la iglesia que solucionara este problema. El Monasterio de Santa Fe, entre Cadrete y Cuarte, o el Pueblo Viejo de Belchite, por citar dos ejemplos incluidos en la categoría de BIC, luchan por sobrevivir, mientras siguen deteriorándose cada día.

El Ejecutivo autonómico destinó el pasado ejercicio cerca de 1,26 millones de euros a la restauración y conservación del patrimonio cultural, "llegando casi a cuadruplicar la cantidad invertida en 2015 por el anterior Ejecutivo (unos 358.000 euros)".

Según Pilar Biel y Ascensión Hernández, equipo directivo de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, "la crisis supuso la caída de la inversión, y con ella la falta de mantenimiento".

Intervenciones urgentes

En Huesca, la intervención más urgente es la que precisa la iglesia de San Pedro el Viejo para impedir que el agua siga erosionando la piedra. El deterioro se aprecia sobre todo en los ábsides y el claustro. La rehabilitación que se acometió en 2011 en las cubiertas del atrio, salvo en la parte este, no ha resultado efectiva. El experto en arte románico Antonio García Omedes y Eduardo Cuello, presidente de la Asociación Obreros de San Pedro el Viejo, alertan de la necesidad de actuar pronto, ya que el agua deshace los capiteles, especialmente los 18 originales del siglo XII. Este monumento está pendiente de la demolición de la parte trasera de varias viviendas que se asientan sobre la capilla de San Bartolomé. Es panteón real porque aquí están sepultados los reyes de Aragón Alfonso I y Ramiro II. El Ayuntamiento debe acometer los derribos, presupuestados en 300.000 euros y a la espera de financiación.

La catedral de Huesca, que data del siglo XIII, aguarda la aprobación de los presupuestos de Aragón para recibir 150.000 euros que permitan restaurar los pináculos. La falta de dinero es igualmente el problema que sufre la muralla islámica de Huesca, el monumento más grande de la ciudad. Construida en piedra arenisca se desmorona día a día por efecto de la humedad y las plantas que crecen entre sus sillares.

El agua amenaza también el ábside de la iglesia del castillo románico de Loarre, y su escalera principal. En el otro extremo de la comarca, la fortaleza de Montearagón, del siglo XI, permanece como testigo del abandono.

Una muestra de la dejadez y abandono en que está sumido un importante legado patrimonial en Teruel se encuentra en la capital, con algunos de los edificios más céntricos en estado de ruina, desmoronados y apuntalados. La Casa de la Marquesa se ha convertido en uno de los ejemplos más sangrantes de la decadencia de la arquitectura nobiliaria. Del palacete del siglo XVIII solo queda la fachada principal, cubierta por una lona y apuntalada. Una constructora adquirió el edificio para ubicar un hotel de lujo. La crisis frenó el proyecto. Ahora, parece que quiere retomar la iniciativa. En parecida situación está el antiguo asilo de San José, si bien, después de numerosas vicisitudes, el proyecto para su transformación en conservatorio ya ha sido licitado, así como el Palacio de Parcent.

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