Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Luz Rello: "La mayoría de los disléxicos no saben que lo son"

Nacida en Sigüenza hace 32 años, su lucha contra la dislexia la ha llevado a la universidad de EE. UU. Dio una charla esta semana dentro del ciclo Educar para el Futuro de Ibercaja.

Luz Rello, en un rincón del Patio de la Infanta de Ibercaja.
Luz Rello, en un rincón del Patio de la Infanta de Ibercaja.
Oliver Duch

Su lucha contra la dislexia no empezó como investigadora…

No, empezó desde niña. Pero aunque pueda quedar bonito decir que trabajo en esto porque soy disléxica, la idea de investigarla fue de mi director de tesis. Mi motivación es social, no personal.

Pero usted puede decir cómo se vive en el colegio…

Normalmente, con desconocimiento, porque la mayoría de los disléxicos no saben que lo son. Y con incertidumbre, porque piensas que eres más tonto o más lento, no sabes que tienes un problema de codificación del lenguaje.

Hoy, trabaja en la Universidad de Pittsburgh y fue nombrada mejor investigadora menor de 35… O sea, que la dislexia se supera.

Sí. Pero hace un rato he tenido que enviar un texto y un jefe me lo ha revisado antes. La dislexia no es una enfermedad, sino una dificultad de aprendizaje. Y lo es para toda la vida. Hay quien tiene apoyo de logopedas desde pequeño y no tiene estos problemas. Yo aún renqueo, aunque creo que lo compenso con otras fortalezas.

Luz, ¿cómo ilumina su investigación a los disléxicos?

Precisamente la presidenta de la asociación de disléxicos de Aragón me presentó en una charla como "la Luz que ilumina la dislexia". Fue muy bonito. Con nuestra investigación lo que queremos es poner las últimas metodologías informáticas al servicio de la dislexia y crear herramientas que ayuden a quienes la padecen.

¿Cómo mejorar la lectura de un niño que la padece?

Hay herramientas de apoyo. Pero solo se mejora con tratamiento personalizado y logopeda.

Y a usted, ¿qué lecturas le gustan?

Desde que estoy tan metida en la investigación, no leo de otro tema.

Pero sí escribe. Cuentos y obras de teatro.

¡Escribía! ¡Y me encantaba! Pero desde 2010 no he escrito nada.

¿Le gustaría que interpretaran alguna obra suya Tom Cruise o Whoopi Goldberg, que han reconocido tener dislexia?

¡Ojalá! No es a lo que aspiro, aunque si ayuda a gente, estaría bien.

Hemos hablado de tratamiento, pero ¿y el diagnóstico?

En España puede haber unos 600.000 niños con dislexia. Y dos tercios no lo saben. Al diagnóstico se llega muchas veces tarde, cuando se están sacando malas notas. Nosotros tenemos un test llamado Dytective con el que hacemos un cribaje para ver si puedes llegar a tener dificultades de lectoescritura antes de que se convierta en un problema.

La prueba dura apenas quince minutos.

Sí, mide doscientas variables teniendo en cuenta un modelo entrenado con más de 10.000 participantes, por cierto, muchos de Zaragoza, porque pedí voluntarios en una charla anterior y la gente se volcó. A nosotros nos costó seis años desarrollarlo, pero al que lo hace le cuesta poco.

Y si es tan sencillo, ¿por qué no se hace ya en los colegios?

Yo creo que se hará. Madrid y Extremadura están interesadas en integrarlo y espero que sí, que llegue a los colegios. Por eso nos hemos molestado mucho en que el test fuera corto y se haga en forma de juego. Confío en que acabemos teniendo apoyo institucional.

Tuvieron que acudir al ‘crowdfunding’ para desarrollarlo…

Sí. Es que esto tiene muchos gastos: patentes, derechos de autor, seguros, el mantenimiento técnico... Y aunque tenemos un patrocinador, ahora mismo no nos podemos autofinanciar. Por eso vamos a lanzar Dytective You, que personaliza los ejercicios, y tendrá un coste, aunque se darán becas para quien no se lo pueda permitir. Para ello he fundado Change Dyslexia, una fundación para hacer esto sostenible.

Habló en Zaragoza de que aprender con dislexia es posible. Y usted, ¿qué ha aprendido investigándola?

Que cada persona es distinta y la dislexia puede ser una oportunidad de superación. Siempre es una dificultad, pero no te frena. Y te das cuenta de que los límites de las personas son mucho menores de lo que creemos.

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