Heraldo del Campo

Un millón de ovejas menos que hace 10 años

La ganadería extensiva vive un auténtico declive desde que Bruselas decidió desvincular las subvenciones a la producción

Ejemplares de ovino en una explotación ganadera de Teruel.
Ejemplares de ovino en una explotación ganadera de Teruel.
Antonio García

Hubo un tiempo en el que el ovino era una apuesta de futuro en el sector agrario aragonés. Muchas de las ayudas aprobadas entonces para favorecer la incorporación de jóvenes tenían como destino los proyectos de aquellos que optaban por esta ganadería. Y hacia ella fueron también las primeras partidas de mejora llegadas desde Bruselas y que contribuyeron en su mayor parte a la creación de nuevas explotaciones o al incremento de los rebaños de las entonces existentes.


Fue en el siglo pasado, sí, pero en realidad apenas han transcurrido dos décadas en las que este subsector ganadero, estratégico tanto por su aspecto social como por su componente medioambiental, se ha visto acorralado por los vaivenes de las ayudas comunitarias, asfixiado por la baja rentabilidad y al borde de un abismo (económico) al que no han podido resistir miles de explotaciones.


En 1995 los directorios comerciales contabilizaban 8.613 explotaciones. Veinte años después, es decir en 2016, apenas quedaba el 39,4%, o lo que es lo mismo 3.392 granjas. También ha disminuido «significativamente» la cabaña de ovino en la Comunidad, que, según las encuestas ganaderas, ha pasado de los 3,4 millones de animales en la segunda mitad de los años 90 a los casi 1,7 millones que se contabilizaron el pasado año. Lo dice un estudio realizado por la Secretaría General Técnica de la Consejería de Desarrollo Rural, que matiza, eso sí, que las explotaciones que se mantienen han tendido a aumentar sus rebaños para optimizar su actividad. De hecho, si en 1995 el 10% de las mayores explotaciones aragonesas disponían de 600 plazas, dos décadas después superan las 1.000 plazas.


Pero la realidad es que, aún con explotaciones de mayor dimensión, el ovino ha perdido efectivos. Y no pocos. Solo en una década, esta ganadería extensiva se ha dejado en el camino un millón de ovejas, porque de aquellos más de 2,3 millones de hembras reproductoras que se contabilizaban en Aragón en 2005, -un año antes de la implantación del pago único y la desvinculación de las ayudas a la producción- apenas quedaban poco más de 1,3 millones en el último mes de 2015.


Y aunque más grandes, lo cierto es que las cifras también constatan un goteo continuo de cierre de explotaciones. El informe de la Secretaría General Técnica del Departamento que dirige Joaquín Olona destaca que Aragón ha perdido el 61,37% de las explotaciones que había en 1995 y lo ha hecho a un ritmo de 275 granjas por año. Puesto que esta ganadería mantenía una distribución muy uniforme y sin grandes concentraciones a lo largo y ancho del territorio de la Comunidad, no hay provincia ni comarca que se salve de estos descensos. Según dicho análisis, cada mes se cierran en Huesca 7,5 explotaciones, prácticamente el mismo número que las que lo hacen en Zaragoza. Teruel pierde 8 granjas mensuales. Por comarcas, Daroca se sitúa a la cabeza con un descenso de los rebaños del 74,6%.


El futuro no presenta mejor cara. Esa fue la preocupación que la plataforma en defensa de la ganadería extensiva en Aragón -de la que forman parte las organizaciones agrarias (UAGA, Asaja, UPA y Araga) y Cooperativas Agroalimentarias- trasladó al consejero Joaquín Olona cuando a punto estaba de terminar 2016. Una preocupación que volverán a trasladarán el próximo 25 de enero en una reunión convocada por la consejería en la que esperan menos promesas y mayores compromisos.Ayudas comunitarias

Los males del sector ovino no comenzaron en 2006, pero fue en esa fecha cuando se agravaron especialmente. La decisión de Bruselas de desacoplar las ayudas comunitarias -es decir, desligarlas de la producción- y establecer un pago único referenciado a producciones históricas ya hizo prever y temer entonces que a medio plazo habría una disminución de ganaderos y de cabaña ovina.


Los malos augurios se cumplieron con creces y se añadieron a los problemas estructurales de un sector envejecido, sin relevo generacional, en el que -a pesar de la menor oferta- los precios se hundían empujados por la caída libre que sufrió el consumo en los años más críticos de la crisis económica.


Reforma tras reforma, la Política Agraria Comunitaria no ha hecho más que poner palos en la ruedas de un sector que ya avanzaba con grandes dificultades. La puntilla la puso la nueva PAC, aquella que entró en vigor en 2015 y que estableció un cambio sustancial y casi letal para la ganadería extensiva. Las ayudas volvían a estar acopladas, pero ahora no a la cabeza de ganado sino a las hectáreas asociadas a cada explotación. «Un desastre», recuerda Enrique Fantova, portavoz de la Plataforma en Defensa de la Ganadería Extensiva, una organización creada en Aragón en 2011 e integrada por las organizaciones agrarias (UAGA, Asaja, Araga y UPA) y Cooperativas Agroalimentarias. «En Aragón, las ganaderías no cuentan con grandes extensiones de tierra, viven de pastos comunales y arrendados», señala Fantova, que recuerda que al recortarse las ayudas muchas explotaciones decidieron entonces reducir su cabaña o, en el peor de los casos, echar el cierre.


El representante de la plataforma detalla que la reforma establecía la posibilidad de que los Estados miembros destinaran un porcentaje de entre el 5% y el 15% de las ayudas a subvencionar a las ganaderías vulnerables. El porcentaje quedó definitivamente en el 12%, pero junto al ovino fueron otras las ganaderías, como la del vacuno de leche en intensivo, que aun teniendo una realidad completamente distinta «se subieron al carro de una ayuda que al principio ni la administración ni otras organizaciones agrarias querían», recuerda José Luis Iranzo, ganadero de ovino turolense y miembro de la Ejecutiva de UAGA.


De aquella demanda se consiguió que los ganaderos de ovino cobraran una ayuda de 12 euros por oveja. Eso quienes ya tienen en sus bolsillos la PAC de 2015, porque, según detalla Fantova, son muchos los productores que todavía no tienen resueltos esos expedientes por la «distorsión y complejidad» que causó el llamado coeficiente de admisibilidad de pastos.


Un polémico sistema de cálculo, que, bajo las siglas CAP, obligó a aplicar Bruselas para adecuar las superficies de pastos que declaraban los ganaderos con la superficie realmente pastable y que da derecho a las ayudas de la PAC, no solo las del pago básico sino también las agroambientales.


Un sistema que provocó un auténtico caos, porque, como denunciaron los ganaderos, el programa informático con el que se calculaba dicho coeficiente generó tal cantidad de errores que provocó una reducción media de hasta el 60% de la superficie utilizable para pastos, ya que se descontaba tierra no considerada para el aprovechamiento del ganado por su elevada pendiente, por su superficie rocosa y, sobre todo, por tener más masa arbórea o de arbustos. Incluso llevó a los productores, para intentar compensar las hectáreas perdidas, a buscar tierras en alquiler a kilómetros del lugar donde se encontraban sus ganaderías. «Y el problema sigue todavía sin resolver», lamenta Fantova.Expectativas frustradas

A pesar de las dificultades y aún después de haber perdido hasta un millón de ovejas en apenas una década, los ganaderos de extensivo todavía tenían expectativas. Confiaban en que el nuevo Plan de Desarrollo Rural (PDR) fuera sensible con este estratégico sector, que cumple una destacada labor medioambiental derivada de sus usos tradicionales como el pastoreo, y una imprescindible función social, ya que, recuerda Fantova, asienta a la población en núcleos rurales desfavorecidos que sin esta ganadería difícilmente podrían sobrevivir.


«Esperábamos que los fondos del PDR se dirigieran a esta actividad situada en zonas de vulnerabilidad», explica el portavoz de la plataforma, que lamenta que, sin embargo, lo que han recibido es un recorte de hasta el 50% de las ayudas agroambientales. «Un descenso que ha dado al traste con las perspectivas de muchos ganaderos aragoneses», asegura.


Y ahí no acaba todo. Disminuyeron «sin justificación alguna» las ayudas que percibían las asociaciones de defensa sanitaria (ADS) y no se han solucionado los problemas de las explotaciones mixtas, aquellas que tienen vaca nodriza y que ceban terneros nacidos en la propia explotación, pero también otros procedentes de fuera y que solo han cobrado las primas correspondientes al cebo de sus propios terneros y no las de los terneros procedentes de otras granjas.


Y todo esto sucede en un sector envejecido, al que le cuesta atraer a jóvenes tanto por los aspectos de la producción como por lo sacrificado de la actividad o el lugar en el que se encuentran las explotaciones, pero sobre todo por la escasa rentabilidad y el incierto futuro.

Este es el escenario que preocupa a todo el sector en general y a la Plataforma en defensa de la ganadería extensiva en particular, que cerró el pasado año mostrando su «enfado» por el «pasotismo y los incumplimientos» de la Administración. Así se lo hizo saber en una carta dirigida al consejero del ramo, Joaquín Olona.


Una preocupación que volverán a mostrar en la reunión convocada para el próximo jueves por el titular del Departamento de Desarrollo Rural, a la que las organizaciones agrarias y Cooperativas Agroalimentarias acudirán con numerosas demandas y no menos interrogantes. «Los hechos demuestran el abandono que sufre el sector porque todo el mundo nos dice que somos estratégicos pero a la hora de la verdad parece que hay otras prioridades», lamenta. «Y el medio rural necesita esta ganadería, Aragón necesita esta ganadería», advierte.


Que la ganadería extensiva está siendo maltratada lo ha reconocido, con estas mismas palabras, el propio consejero Olona, que aunque asegura ser consciente de los recortes en las ayudas y el quebranto económico que estos han supuesto para los ganaderos, matiza que «se está dando un mensaje que no es cierto». Olona insiste en que el problema está en la PAC. «Si se paga a quien tiene ganado y al que no lo tiene lo que ocurre es que cada vez hay menos ovejas», sentencia el consejero.


"Si no te gusta, de nada sirven las ayudas ni la tradición familiar"

El pastor nace, no se hace. Es la conclusión a la que se llega cuando se habla con Ángel Enfedaque, un joven de 23 años que se convirtió en ganadero de ovino cuando todavía no había cumplido la veintena. Lo hizo sin apoyos públicos. «Me denegaron las ayuda a la incorporación», explica.


Aun sin ayudas lo cierto es que contaba con respaldo familiar, una explotación en la localidad zaragozana de Villanueva levantada por su abuelo y su padre, Julio y Antonio Enfedaque, respectivamente, que cuenta ahora con un rebaño de 2.100 ovejas.


Ángel estudió un grado medio de agricultura y ganadería, pero desde la infancia ya tenía claro que quería seguir los pasos de sus mayores. «Desde que era un crío, en cuanto salía del colegio estaba deseando ir al campo y ocuparme del ganado», señala este joven, que no representa precisamente la generalidad de un sector sumamente envejecido. Reconoce que la tradición familiar ayuda y facilita la incorporación, pero insiste en que si este no es el trabajo que te gusta, poco anima que tu familia cuente con una explotación y dos generaciones anteriores hayan transmitido la pasión por la actividad ganadera.


Una pasión que aún mantiene su abuelo, como explica el joven, «que aunque está jubilado se escapa siempre que puede al campo y quiere estar al tanto de todo lo que sucede aunque sea desde casa». De hecho, a pesar de lo cómodo que se encuentra Ángel con su profesión, reconoce que este es un sector exigente, «muy esclavo» -hay que estar todos los días del año sea festivo o no- y además de escasa rentabilidad. «En cualquier trabajo sabes lo que vas a cobrar a fin de mes, aquí tienes que estar siempre peleando y a veces ni siquiera cubres gastos», señala, y reconoce que estas son algunos de los motivos por los que los jóvenes no ven futuro profesional en la ganadería extensiva.


Para motivarlos, señala este ganadero afiliado a UAGA, habría que empezar por volver a vincular las ayudas a la cabeza de ganado y no a una superficie con la que no cuentan la mayoría de los ganaderos aragoneses. De hecho, las 2.100 ovejas de la explotación que Ángel dirige con su padre -ayudados por un pastor- apacentan en 1.100 hectáreas de monte público en Villanueva y en otras 3.000 hectáreas en Zuera.Crecer y modernizarse

Ángel reconoce que las dificultades que encuentra ahora el sector obligan a crecer y modernizarse. Y asegura que si los rebaños son cada vez más mayores en Aragón es por pura necesidad. «Mi abuelo y mi padre comenzaron con apenas 300 ovejas. Hoy en día no se puede vivir con esa cantidad de animales».

Pero no solo hay que dimensionar las explotaciones. También hay que modernizarse y buscar alternativas comerciales que permitan mayor valor añadido y, con ello, más rentabilidad.


Así lo entiende la familia Enfedaque, que ha apostado por la mejora de la productividad y la genética y ha incorporado nuevas tecnologías a su explotación. «Nosotros vendemos carne a través de Pastores, pero también corderos para reproducción y machos para sementales», explica Ángel, que detalla que para eso tienen que mantener un cuidado control de producción que obliga a instalar un microchip a cada animal para identificar cada oveja con su cordero y conocer de este modo el árbol genealógico de cada animal. «Es doble trabajo, pero merece la pena», dice.


Esta explotación de Villanueva, que dispone de unas modernas naves para el ganado, cuenta además con pastores eléctricos, un sistema de vallado que permite el control de los animales mediante una descarga eléctrica de alto voltaje y corta duración. «Todo ayuda para mejorar la calidad de vida en un trabajo tan sacrificado como este. Nosotros somos tres y nos organizamos para poder tener también días libres», señala.



Más información en el Suplemento HERALDO DEL CAMPO

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