El derecho a dar vida

Aragón ha vuelto a batir récord en la donación de órganos, un acto generoso que ha llevado a España a ser líder mundial, y un ejemplo a seguir.

José Ignacio Sánchez Miret, coordinador en Aragón de trasplantes, explica que el hecho de que España sea líder en el mundo en la donación de órganos se debe a algo tan esencial como "que hemos entendido que no se trata de una obligación, sino de un derecho. Lo que hacemos con él es dar la oportunidad a las familias de ejercer algo que enaltece a quien lo hace y enorgullece a la propia sociedad". Una nueva oportunidad a la vida que 53 donantes cadáver dieron en Aragón 148 trasplantes y la cesión de 49 órganos que fueron llevados a otras comunidades. A ello hay que sumarle 10 donaciones renales de donantes vivos, lo que supone un récord en su historia con el que Aragón alcanza una tasa de 40,8 donantes por millón de habitantes.


Sánchez Miret recuerda que en España desde 1979 todos somos donantes salvo que en vida nos hayamos manifestado en contra, por la denominada ley de consentimiento presunto, la misma que desde el pasado día 1 entraba en vigor en Francia, año y medio después de su aprobación y tras un amplisimo debate, ante su imperiosa necesidad de recortar las listas de espera de trasplantes, que en diez años han aumentado un 46% mientras en ese mismo periodo el número de personas dispuestas a permitir que se aprovechen sus cuerpos después de muertos solo ha crecido un 6%, porque el 40% de los familiares se niega a permitirlo. "Todo estriba en nuestro excelente sistema sanitario público y en que en España tenemos 180 equipos de trasplantes que saben cómo confortar, acompañar, hablar... a los familiares de fallecidos, que les explican qué es donar los órganos de un ser querido", indica Sánchez Miret, porque "en todas las encuestas que se hacen en organismos europeos sobre esta cuestión, los países nórdicos aparecen como los mas solidarios, pero luego tienen unas elevadas tasas de negación a la hora de hacer realidad la donación. Y suceden cosas tan increíbles como que en el Reino Unido la tasa de negación es del 40% pero es de 0 en los ingleses que mueren en nuestras costas, donde vienen a pasar su jubilación. Esto es por nuestro sistema de salud público". "Los coordinadores de donación trabajan por lo general en las UCI, donde se encuentran con pacientes en muerte cerebral y ahí es fundamental la actitud de los familiares, porque son los que determinan cuándo se les desconecta y qué se hace con sus órganos, si no hay una decisión previa del enfermo". Por eso, la donación en España cuadruplica, por ejemplo, a la de Alemania. "El coordinador no es el mejor pedidor –dice– sino quien establece el mejor apoyo emocional a las familias en un momento de duelo, quien sabe respetar sus silencios y su dolor, y quien sabe decirles todo el bien que va a hacer ese ser querido que ya no está. Cómo su muerte va a dar vida, mucha vida".

Francia

En Francia, el argumento de quienes defienden esta ley en muy simple: si hay pocos donantes porque se pregunta al entorno del muerto y éste, mayoritariamente, se niega, se elimina ese engorroso procedimiento y que sea el fallecido quien exprese sus deseos antes de morir. Los políticos franceses han dado por hecho que muy pocos tendrán tiempo, o ganas, de dejar zanjado ese asunto antes y, por lo tanto, se convertirán en donantes por defecto. Y algo de razón deben tener, porque hasta ahora, en un país de 65 millones de habitantes, solo 150.000 personas se han inscrito en el registro declarándose oficialmente hostiles a la donación.


Expertos como el propio Sánchez Miret en Aragón, que lleva años trabajando en la concienciación de la sociedad y situándonos en lo más alto de la generosidad social, no cree que el camino elegido por Francia sea el correcto. "Se trata de una coerción porque obliga a actuar de una manera coactiva. No han entendido –insiste– lo que nosotros ya hemos asumido, que se trata de un derecho, no de una obligación". Rafael Matesanz, director de la Organización Nacional de Trasplantes, profundiza más al indicar que si las cosas fueran tan sencillas, cualquier país, España incluida, con una ley de consentimiento presumido en vigor, tendría un número de donantes muy similar al de defunciones, y eso está aún muy lejos de ser una realidad. "El problema es que las cosas no funcionan así. Ni la gente acepta tan fácilmente que se extraigan los órganos de su familiar, por muchas leyes que lo avalen, ni hay muchos médicos dispuestos a hacerlo con la familia en contra", plantea.


En España muy pocos hacen testamento vital, pero en nuestro sistema oponerse está al alcance de cualquiera sin necesidad de ningún registro de forma. Basta con que cualquier pariente cercano sepa que no queremos que utilicen nuestro cuerpo cuando hayamos muerto. De la misma manera, no es necesario convertirnos oficialmente en donantes, es suficiente con que quienes dejamos aquí entiendan que hemos sido personas solidarias, que creíamos en nuestro sistema de salud y que siempre hemos estado dispuestos a ayudar, indica Sánchez Miret, porque, las opciones son sencillas, o dejamos que nuestros órganos se pudran o ayudan a alguien a seguir viviendo. "Entre ser solidario o no serlo".

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