Un zaragozano, al frente de la misión más remota del Ejército, a 13.000 km de casa

La XXX edición de la campaña antártica, compuesta por 13 militares del Ejército de Tierra, partirá hacia la Antártida a principios de diciembre.

A principios de diciembre, 13 militares del Ejército de Tierra harán las maletas para pasar casi tres meses a 13.000 kilómetros de distancia de España. Formarán parte de la misión exterior más longeva y más lejana: como cada año desde hace 30 viajarán a la isla Decepción, situada en la Antártida. Los militares proceden de diversas partes de España y hay cinco que son aragoneses, entre ellos el jefe de la misión, el comandante Daniel Vélez, nacido en Zaragoza.


En esta misión, popularmente conocida como Campaña Antártica, los miembros de las fuerzas armadas colaboran estrechamente con investigadores que forman parte del Programa de Investigación Polar del Ministerio de Economía y Competitividad. Los militares dan soporte logístico a los miembros de la comunidad científica: les transportarán de un lado a otro de esta remota zona del planeta cuando lo necesiten; mantendrán operativa y en óptimas condiciones la base Gabriel de Castilla, que es el lugar en el que trabajarán y donde también vivirán; y sobre todo les aportarán seguridad en el día a día y ante cualquier imprevisto que pueda surgir durante los casi tres meses de misión.


"Es un orgullo", dice el comandante Daniel Vélez, designado jefe de la campaña por sus superiores. El comandante reconoce que ser jefe siempre es "complicado" pero que sin duda esta misión representa "la mayor experiencia de mi vida profesional". Él, personalmente, se ha encargado de elegir al resto del equipo: 12 personas elegidas entre 235 militares que se habían presentado de forma voluntaria para ser parte de la misión. Porque la campaña antártica es un verdadero 'caramelo' para los miembros del Ejército, toda una experiencia profesional que muchos quieren vivir.


El grupo designado está sumamente preparado para afrontar cualquier imprevisto que puedan surgir en un clima adverso a 1.000 kilómetros de la zona poblada más cercana. De media, estos militares tienen 39 años de edad y casi 19 de experiencia militar en al menos cinco destinos diferentes. Este último aspecto es uno de los criterios que más pesa a la hora del proceso de selección. También se tienen en cuenta la formación específica, méritos profesionales y tener un buen nivel de inglés, además de capacidades añadidas en francés e italiano.


Los representantes aragoneses en la Antártida serán, además del comandante Vélez, el subteniente Luis Lavilla, nacido y destinado en Zaragoza; el brigada David Salvador, nacido en Lérida pero destinado en Zaragoza; el brigada Fernando Suárez, natural de Oviedo y destinado en Jaca; y el sargento primero Pedro Portillo, nacido en Madrid y destinado en Zaragoza.


El resto de miembros de la misión son los capitanes Juan Ramos y Manuel Montes; los tenientes Francisco Peñato, Juan Carlos Sánchez de Lucas (que con 27 años recién cumplidos es el más joven de todos los seleccionados durante las 30 campañas); los brigadas David Salvador y Fernando Suárez; los sargentos primeros Francisco J. Jiménez, Pedro Portillo y Javier Mosteiro; y los cabos primeros Sergio Hermosel y Alejandro Garrido.


A la Antártida viajan los mejores, aunque todos los que se presentaron "cumplían perfectamente el perfil de su área", constata el comandante Vélez. Porque además de la formación que cada uno de ellos atesora, desde que son designados como miembros de la misión se someten a una formación exhaustiva técnica y práctica que incluye ejercicios en montaña (que se vienen realizando en el valle de Benasque durante el invierno por albergar condiciones parecidas a lo que se pueden encontrar en la Antártida) y en medios acuáticos. Este entrenamiento lo han llevado a cabo en la costa gallega. Prepararse para la misión supone un extra para estos militares, pues en ningún momento abandonan sus destinos desde que son seleccionados.



"Se trata de que los 13 miembros de la dotación me garanticen que cualquiera de ellos puede darle seguridad a cualquier grupo científico tanto por tierra como por mar", explica el comandante. Durante su preparación se someten a muchas jornadas técnicas porque tienen que trabajar con material muy diverso: todos deben completar su formación específica y también ser polivalentes. Por ejemplo, el médico de la misión tiene que saber afrontar desde accidentes hiperbáricos hasta problemas odontológicos.

Un largo viaje

A principios del mes que viene, los integrantes de la misión volarán hasta Buenos Aires en un vuelo convencional. Allí pasarán unos días reuniéndose con altas esferas del ejército argentino, que por cercanía será un gran aliado ante cualquier imprevisto. Desde la capital argentina se trasladarán a Punta Arenas, la ciudad más al sur de Chile, para viajar en un avión militar (aún no se sabe si será de las fuerzas armadas chilenas o brasileñas) hasta una isla llamada Rey Jorge, donde ya afrontarán el final de su largo viaje. Será el buque Sarmiento de Gamboa, del CSIC, el que les llevará a isla Decepción, el que será su hogar durante 85 días.


El encuentro con el personal investigador se producirá en esta última parte del trayecto, en Punta Arenas. Allí se pondrán cara por primera vez. Estos científicos pertenecen a la élite, tienen un nivel altísimo. "Los afortunados que van son pocos. Tienen que aprovechar al máximo", cuenta el comandante Vélez aludiendo a que es el Ejército el que se preocupa de absolutamente toda la logística. Los miembros del CSIC no serán los únicos que recogerán datos: también los militares desarrollarán sus propias investigaciones para el Ejército, que están relacionadas con resistencia de materiales y comunicaciones, entre otros campos del saber. Por las instalaciones de la base Gabriel de Castilla no solo pasarán españoles, también acogerán durante algunos días a misiones de otros países. Una expedición portuguesa ya ha confirmado su presencia.


Militares y civiles tendrán su casa durante todo el verano austral en la base antártica Gabriel de Castilla. Trabajarán y vivirán en 11 módulos diferentes dotados con todos los recursos necesarios, con internet para establecer comunicaciones con los diferentes organismos públicos implicados y también para hablar con la familia. La base es un hogar cómodo, nada que ver con las expediciones antárticas que se hicieron hace 30 años. Entonces, los militares que participaban se alojaban en tiendas de campaña.


Con todo medido al milímetro y las ganas de trabajar, a los 13 militares solo les queda emprender el largo viaje hasta isla Decepción, un lugar único ya que se trata de la parte superior de un volcán. De hecho, lo primero que harán al llegar a la isla será instalar detectores de actividad sísmica. Después, trabajar duro y disfrutar de la experiencia a 13.000 kilómetros de casa será la tónica general de cada día.

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