“Los jóvenes ya no aguantan juntos tanto como antes”. Esta frase, muy común entre las personas mayores respecto a la duración de las relaciones de sus hijos y nietos, es una verdad a medias. “Es cierto que ahora hay más divorcios, pero no necesariamente porque tengan menos aguante, sino porque cuando descubren que no están enamorados ya no existe la necesidad de seguir casados puesto que cada uno tiene su independencia económica”, explica Cristina Charlez, abogada y doctora especialista en Derecho de Familia y Civil.

Sin embargo, si nos remitimos a los estudios publicados durante la última década se puede comprobar que, tras el aumento de rupturas registrado, no han sido los matrimonios de menor duración los que más han tirado la toalla sino todo lo contrario. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), una de cada tres rupturas matrimoniales en Aragón se produce en parejas que llevan más de 20 años casados. Un porcentaje que no ha hecho más que crecer, ya que en 2005 solo suponía uno de cada cuatro divorcios.

“Las parejas con hijos que rompen su relación suelen separarse cuando el vástago todavía es pequeño o esperan a que cumpla la mayoría de edad”, sostiene Charlez. Cuando el menor tienen entre 2 y 4 años consideran que va a sufrir menos, ya que "desde una edad muy temprana se acostumbra a vivir con sus padres separados”. Una vez que esta etapa ha terminado, la mayoría decide esperar a que pasen la adolescencia "puesto que es una etapa complicada".

Además, al llegar la mayoría de edad desaparecen los problemas de custodia y en algunos casos hasta el pago de la pensión de alimentos si el hijo decide pasar una semana con cada uno de los progenitores: “Cuando son mayores son divorcios más fáciles, y los propios descendientes prefieren estar una semana con cada uno”.

Con esta visión no es de extrañar que las etapas comprendidas entre los 5 y 9 años de unión y los más de 20 sean las que mayor porcentaje de divorcios aglutinan. En concreto, según las cifras del INE, el 21,7% de las separaciones son entre parejas que llevan entre 5 y 9 años casados; mientras que casi el 34% son de aquellos con más de 20 años de historia. 

Según los datos del INE, esta última cifra no ha hecho más que crecer en la última década. En 2005, las relaciones que se rompían tras 20 años solo suponían el 25,5%. "Cada vez es más común que tanto el padre como la madre trabajen, cada uno tiene su 'vida', cuidan de los hijos, pero realmente no hacen cosas de pareja. Así, cuando los vástagos se hacen mayores e independientes se dan cuenta de que eran lo único que les unía”, especifica Charlez.

La abogada recalca que, cuando se producen estas situaciones, muchos deciden separarse porque son conscientes de que todavía son jóvenes para rehacer su vida. "Tienen entre 40 y 55 años y saben que su relación no funciona y que pueden encontrar otra manera de ser felices. Así que deciden romper su matrimonio", puntualiza. Prueba de ello es que casi el 40% de los divorcios se producen entre los 40 y los 50 años.

A la vejez, viruelas

En estos últimos tiempos también se ha convertido en costumbre que los que se divorcien hayan cumplido la sesentena o más. “Ocurre especialmente tras la jubilación. Son parejas que llevan toda la vida juntos, pero que quizás no han convivido los dos solos. Al dejar de trabajar, ven cómo tienen mucho tiempo libre y descubren que realmente no se compenetrar bien”, sostiene. No obstante, Charlez recalca que estos casos son menos comunes que los anteriores. De hecho, el porcentaje de divorcios que se produjo en 2015 de aragoneses mayores de 60 años supone menos del 10% del total, una cifra que no ha crecido ligeramente en el último año.