"Estamos muy mal, no entendemos nada"

La cuñada de Enrique Javier Comín, Emilia Gutiérrez, muy afectada por lo ocurrido.
La cuñada de Enrique Javier Comín, Emilia Gutiérrez, muy afectada por lo ocurrido.
José Miguel Marco

Varios cientos de personas se acercaron ayer al zaragozano camposanto de Torrero para despedirse de las dos víctimas del accidente de Botorrita, Enrique Javier Comín Guillén y Alberto Martínez Fernández, de 61 y 68 años, respectivamente.Sus funerales se oficiaron a primera hora de la mañana por separado y contaron con la asistencia de numerosos allegados, amigos y aficionados al deporte de la bicicleta.


"Ha sido muy duro.Estamos muy mal, no entendemos nada", afirmaba la cuñada del más joven de los fallecidos, Emilia Gutiérrez, poco después del sepelio. En nombre de la familia, erigiéndose como improvisada portavoz, la mujer quiso agradecer las "inmensas muestras de cariño" recibidas durante estos dolorosos días. "Ha sido mucha gente la que ha venido a darnos su apoyo, tanto de aquí de Zaragoza como de Paniza", indicaba, recordando que el fallecido estaba muy vinculado a esta última localidad, "donde era muy querido por todos".


Por haber perdido también a su padre en un accidente de tráfico ocurrido hace 13 años, Emilia Gutiérrez sabe bien del vacío que dejan estos accidentes. "Pero las circunstancias que envuelven el atropello del domingo son aún más dolorosas", afirmaba, recordando que el conductor que arrolló a su cuñado en la N-330 circulaba bajo los efectos del alcohol. "No eran ni las diez de la mañana. ¿Desde qué hora estaba bebiendo este hombre? Además, después hemos sabido que llevaba más de 50 kilómetros al volante en esas condiciones y que ya había tenido otro percance previo en Zuera", decía. "¿Y aún así queda en libertad?", se preguntaba, sin entender la decisión judicial.


Son precisamente las circunstancias que rodean lo ocurrido el pasado domingo las que han llevado a esta familia a buscar un abogado para emprender acciones legales e intentar depurar responsabilidades. Algo que también parece que van a hacer los allegados de la otra víctima.

Las autopsias, concluyentes


El accidente de tráfico que costó la vida a los dos ciclistas zaragozanos se produjo en el punto kilométrico 476,5 de la N-330. Se trata de un tramo recto con cambio de rasante, pero con la visibilidad suficiente como para que el conductor del Opel Vectra se hubiera percatado de la presencia de las víctimas, que circulaban en dirección hacia Teruel. Hasta que la Guardia Civil de Tráfico no entregue a la juez su informe técnico con las correspondientes mediciones, no se podrán precisar ni la velocidad a la que marchaba el turismo ni la longitud de las frenadas. Sin embargo, las primeras pesquisas apuntan a que el conductor no rebasaba la velocidad específica de la carretera (90 kilómetros por hora).


Lo que sí llamó la atención al operativo de rescate que acudió al lugar del siniestro fue la gran distancia a la que se detuvo el coche después de arrollar a los ciclistas. Tampoco se hallaron excesivas marcas de frenada, por lo que todo apunta a que el encausado no vio a las víctimas hasta que se les echó encima y ya no tenía tiempo para reaccionar. Eso explicaría la violencia del impacto, que causó la muerte prácticamente en el acto de Enrique Javier Comín Guillén y Alberto Martínez Fernández.


Según fuentes próximas al caso, a la hora de practicar la autopsia a los cuerpos en el Instituto de Medicina Legal de Aragón –lo que se hizo el pasado lunes por la mañana– se comprobó que ambos presentaban traumatismos craneoencefálicos y que uno, además, sufrió aplastamiento de tórax. Lesiones incompatibles con la vida. En cualquier caso, los informes definitivos tardarán al menos un mes en llegar al juzgado.

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