La ARA-A1 se reabre por completo 16 meses después de la riada del Ebro

Acciona gasta más de 2 millones en reparar la autopista, que un informe achacó a las deficiencias en su construcción.

Un vehículo, ayer por la mañana, en la autopista que une la AP-2 y N-II con la N-232.
Un vehículo, ayer por la mañana, en la autopista que une la AP-2 y N-II con la N-232.
Aránzazu Navarro

La autopista autonómica ARA-A1 se ha reabierto por completo casi un año y medio después de que la última riada del Ebro rompiera un tramo de 50 metros, que obligó a cerrarla durante tres meses y a retomar el tráfico en precario mientras la concesionaria, Acciona, acometía su completa reparación.


La empresa se ha gastado más de dos millones de euros en reconstruir los dos puntos del talud de la autopista que la crecida dañó y que un informe encargado por el Gobierno de Aragón achacó a las deficiencias en su construcción. Y aún está por resolver el litigio por la sanción impuesta por la Consejería de Vertebración, fijada en 484.289 euros y que la empresa recurrió el pasado verano.


Los trabajos se han ejecutado en dos fases para mantener la circulación desde que se retomó en mayo de 2015, aunque hasta hace dos semanas no se reabrieron por completo los cuatro carriles para volver a su estado original.


Los operarios de Acciona siguen trabajando en tareas secundarias que no afectan a la circulación, como la colocación de la escollera de piedra en la base del talud sobre el que transcurre la autopista autonómica. La previsión es acabar estas tareas en los próximos días.


La concesionaria de la ARA-A1 tuvo que sanear primero los terrenos, preparar una losa de hormigón de apoyo y luego construir los dos pasos inferiores en el talud que dañó la crecida en febrero de 2015.


Para evitar que otra avenida pueda socavar el terreno, se acometieron unos rellenos de piedra bajo los pasos inferiores, de dos metros de espesor. Estas medidas, junto a las escolleras de protección a lo largo de la zona más expuesta del talud, no se llegaron a acometer en su día e influyeron en el hundimiento de la infraestructura. Así lo apuntó el citado informe encargado por la DGA, que concluyó que la fuerza del río se llevó la tierra situada justo debajo, generando un gran socavón, por lo que al carecer de un apoyo, el paso inferior se acabó desplomando y se abrió una brecha de 50 metros en la autopista. El otro paso dañado se derribó porque se quedó literalmente en el aire.


Lo que aún deben resolver el Gobierno de Aragón y Acciona es el futuro de la concesión de la autopista, que está en quiebra y pendiente de una solución que evite que la Administración asuma y su titularidad y con ello los costes.


La empresa instó el concurso de acreedores hace dos años y el administrador concursal ya advirtió en su informe de que está "abocada a la liquidación "si no hay un acuerdo entre las tres partes implicadas (la empresa, la DGA y los bancos que financiaron la obra) para salvar su insolvencia. Ni la constructora quiere perder la explotación de la autopista, que se alargaría otros 19 años, ni el Ejecutivo autonómico abonarle los más de 40 millones pendientes de amortizar de la obra, además de tener que asumir los costes de la explotación. El tiempo corre en contra, porque este verano se liquidará la concesionaria si no hay un acuerdo.

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