Pequeños diseñadores del cambio

El colegio Fernando el Católico de Zaragoza, con mayoría de alumnado gitano e inmigrante, pone en marcha un programa donde los estudiantes identifican y resuelven sus propios problema.

Los alumnos de tres años están escribiendo –y pintando– un cuento de Peppa Pig para que les lean en sus casas cuando se haga de noche, antes de meterse a dormir.
Los alumnos de tres años están escribiendo –y pintando– un cuento de Peppa Pig para que les lean en sus casas cuando se haga de noche, antes de meterse a dormir.
Francisco Jiménez

Son 171 alumnos, el 70% de etnia gitana y el 29,9 de padres inmigrantes... El poco habitual panorama pinta aulas multicolores en las que han surgido más de un conflicto, alguno de ellos difícil. Pero este año, no. Hoy, el colegio Fernando el Católico presume de convivencia. Y también, por qué no, de diferencia. "Todos somos un colegio gueto. ¿O no lo es aquel en el que solo hay blancos?", defiende Nerea Gómez, colaboradora British en el centro y a la que los alumnos saludan en inglés cuando entra en las clases.


Y ¿cómo han tratado de cambiar las cosas? ¿Qué dinámicas han puesto en marcha? Pues un programa, llamado ‘Design for change’ (Diseño para el cambio) y que se creó hace una década en La India. Su puesta en marcha supone que los niños den sus propias ideas, identifiquen problemas que existen a su alrededor y traten de cambiarlos a través de sus propias acciones. Defendiendo sus postulados, poniéndolos en común con el resto, y trabajando mano a mano en su resolución.


"Estas actuaciones tienen mucha importancia en el colegio por la desventaja sociocultural de algunos alumnos. Y, además, a través de ellas metemos elementos curriculares", comenta Gómez.


El Fernando el Católico fue el primer centro en España que instaló esta manera de trabajar en todos los niveles: desde los más pequeñitos, los de 3 años, hasta los de 6º de primaria, con 11. Los problemas cambian, pero la manera en la que los afrontan no: una tormenta de ideas inicial lleva a propuestas de mejora que se ponen en práctica. Y, después, llega la ‘evoluación’ (mezcla de evaluar y ver la evolución de su proyecto). Por último, comparten con los demás sus esfuerzos, no siempre fructíferos, pero sí con moraleja. "Cuando su acción falla, ahí también aprenden –cuenta Sergio Herranz, secretario del centro–. Yo recuerdo que una alumna nos dijo el año pasado que al principio se lo tomaba a cachondeo, y había comprobado que era serio".


Tan serio, tan serio que han logrado incluso traspasar las vallas del colegio y conseguir mejoras para su entorno, el barrio Oliver de Zaragoza. Eso ha conseguido, por ejemplo, el grupo de cuarto de primaria, que se decantó por un programa para pintar juegos del mundo en el patio del colegio. Y acabaron presentando su propuesta a la Junta de Distrito del barrio Oliver, que les concedió 2.000 euros para este fin. Además, también pintarán estos juegos en la plaza del Centro de Salud, una zona peatonal, sin coches ni bancos, creando un entorno seguro para el disfrute. "Si te esfuerzas, lo puedes conseguir", explica uno de los dos Samueles que hay en la clase, en la que también han colaborado Triana, Umaru, Aarón, Fátima y todos los demás.


Solo una pared los separa de los de quinto, que van a vender pinchos de fruta o gominola para conseguir pintar los muros del cole. Algunos pretenden hacerlo con los colores del Barça; otros, con dibujos de tiburones o de los contenedores de reciclaje que aprendieron a usar el curso pasado.


Los de sexto, aunque se plantearon tomar medidas muy serias en cuanto al menú de comedor –demasiados pescados con espinas y hamburguesas "secas", reza un cartel en el pasillo–, se decidieron por comprar una nueva estantería. Comentaron que ellos acabarán el curso este año y no la podrán disfrutar, pero decidieron lanzarse para que sus hermanos, y el resto del centro, la disfruten cuando ellos se marchen al instituto. La financiación está estudiada, aunque no completamente conseguida: quieren que obre el milagro la venta de pulseras, pequeñas cometas de hilo y pasadores de papel para las melenas generosas.Los planes de los más pequeños

Estos son los planes de los mayores pero ¿y los de los más peques? Ellos también tienen contratiempos, y se han aplicado para superarlos. Los de 3 años llegaban con sueño al cole y están ultimando un cuento, de cuatro páginas y la portada, que les darán a sus padres para que se lo lean cuando sea de noche y antes de meterse a dormir.


Los de cuatro tenían el teclado del ordenador roto y vendieron rosas y dragones para San Jorge para comprar uno nuevo. Para promocionarse, cada uno hizo un cartel, y el ganador colgó del centro de tiempo libre del barrio. Su éxito ha sido tal que no solo han podido hacerse con un teclado modernísimo, sino que les ha sobrado un dinero que van a donar a niños con enfermedades raras. "Lo hemos conseguido porque somos un equipo", explican la mar de contentos. Los de un año más han hecho un taller de disfraces –con perchas y colgador incluido– y otro de maquillaje, donde han aprendido que eso de pintarse es de mayores, y que ellas, aunque bien guapas y coquetas, solo pueden hacerlo para jugar.


Pequeños grandes triunfos que han mejorado el ambiente escolar y, sobre todo, han contribuido a que estos alumnos confíen en sus propias habilidades. "Hemos logrado que sean protagonistas de sus vidas y se marquen metas. Que sean sensibles con el entorno, aunque haya situaciones complejas", reconoce Sergio Herranz. "Sus ideas pueden implicar un gasto y ellos tienen que pensar cómo sufragarlo, en qué se recortará, a quién pedir ayuda. Pero cuando trabajan en lo que han decidido es el momento en que más son ellos mismos", concluye el director, Lucio M. Callejas.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión