Adiós en el Ebro

De entre todas las formas de dejar a tu pareja ella eligió la menos ortodoxa. Me envío un mensaje al correo electrónico que, a su vez, me enviaba a buscar una botella con un mensaje oculto en el tramo exacto del río Ebro donde comenzábamos nuestras sesiones de footing. La llamé al móvil y no contestó. Atónito, me calcé las mallas deportivas como cada vez que recorría ese lugar y rebusqué en el agua, extrañamente clara, extrañamente mansa, la botella. Tardé unos minutos en visualizarla pero sólo unos segundos en lanzarme al río a recogerla.


La abrí con las manos temblorosas. Todo sabía a misterio. Descorché el envase de cristal y encontré la caligrafía de Marta sobre un papel de cuaderno: Lo siento, Aitor. No sabes cuánto, pero me he enamorado de tu hermano. Me voy con él a Estados Unidos, donde podamos olvidar el daño que te habrán hecho estas palabras. Te prometo que no quería quererle, pero hay cosas que no se eligen. Y ni él ni yo, elegimos hacerte daño”.


Cerré la botella con la certeza de que la vida cambia en apenas unos instantes. La arrojé al río, allí donde deberían quedarse sin abrir todas las botellas que hacen daño. Y me alejé. El agua seguía extrañamente mansa.

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