​A prueba

Primera semana de Juan como programador informático en la gran empresa de software. La tenue luz de la pantalla ilumina la espaciosa sala de trabajo; está solo en el edificio, a altas horas de la noche.

De pronto, una inesperada condición en el código: if (1 == 0). Un interruptor que desactiva un gran bloque de código, un viejo truco de novato, ahí... ¿en un software de un millón de líneas?

Cede a la tentación de cambiar la condición (1 == 1), y activar así el código oculto. Lanza el programa. Los datos desfilan raudos ante sus ojos, revelando la relación entre el nuevo acelerador de partículas del Laboratorio Subterráneo de Canfranc, y los recientes terremotos en Aragón.

La voz de su director de proyecto le envara en el asiento. Ojos refulgentes cargados de odio destellan en la penumbra: “Juan, siento comunicarte que no has superado el período de prueba. Acércate, voy a darte tu… finiquito." La última palabra hiela la sangre de Juan: “Díos mío, ¿por qué acepté esta oferta de trabajo?”

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