Andrea

Andreíta estaba contenta. Tenía siete años y muchas ganas de comprar cosas. Era su segunda vez en la feria del libro y se sentía feliz rodeada de gente. Le gustaba estar sola en su habitación, con sus 12 libros y sus cuadernos en blanco, pero disfrutaba de los espacios abiertos.

Se había tomado una horchata en la plaza San Miguel y ahora caminaba por el paseo de Independencia con mucha dificultad. Iba de la mano de su padre. Lo quería mucho. Mamá era la que siempre estaba pendiente de todo, pero papá nunca decía no y le dejaba hacer todo lo que quería. La otra vez le compraron un libro de cuentos muy bonito, con muchos dibujos, pero a ella lo que le gustaban eran las letras, porque no la limitaban.

Papá se paró a charrar con una persona como las de la tele, con traje gris y que hablan de problemas. Mamá se acercó y empezaron a buscar por las cajas. Le decía que nunca sabes lo que vas a encontrar, que abriera bien los ojos y que hay cosas que sólo se ven una vez en la vida.

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