Hace tiempo

La gente lo observaba al pasar, los más asiduos a la plaza San Felipe estaban acostumbrados, pero llamaba la atención verlo sentado en la misma postura que la estatua del joven, con la mirada perdida en el cierzo, en lluvias pasadas, en otras Zaragozas que ya nadie recordaba.


Desde ahí contemplaba la Torre Nueva, seguía la mirada de los caballos que custodiaban el museo Pablo Gargallo o escuchaba, entre el rumor lejano de los tambores de Semana Santa, el Canto a la Libertad que improvisaron los paisanos el día que murió Labordeta. Se acordaba cómo corría delante de los cabezudos de niño, o aquella vez ,en su juventud, que robó un besó a una joven frente a la Iglesia después de una noche de fiesta en el casco.


Algunos contaban que era un viejo poeta que había perdido la cabeza. Pero yo lo conocía, sabía que aparentaba más edad de la que tenía, y que simplemente quería volver a una Zaragoza que el Ebro había dejado atrás hace tiempo. Cuando Señor salía en la leche del día Alba.

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