De pocas palabras

Le mandó callar. Así que, sobresaltada, apagó la radio y echó un vistazo por la ventanilla. Creo que le pilló por sorpresa o, simplemente, no se acordaba de que podría encontrarse con él.


Tras unos segundos de silencio, ¡Chist! — escuchó de nuevo. Como si ese alguien quisiera asegurarse de que nadie dijera una palabra a su paso por aquel punto de la autovía A-220. Así que volvió a mirar a través del cristal. Y entonces pudo verlo más claro. Era viejo, parecía callado, expectante. Desconfiado. Sin embargo, hablaba por sí solo. No cabía duda, había oído hablar de él tantas veces… Así que decidió acercarse. La verdad es que, en persona, resultaba más emocionante, más vivo. Finalmente, echó el freno y caminó, sigilosa, hasta su objetivo.


­—No te esperaba—dijo entonces la joven. Me has dejado sin palabras cuando te he visto desde el coche— continuó explicándose—, mientras pasaba por debajo del arco de la villa de Belchite.

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