Ochocientas aragonesas se han incorporado al sector agrario en la última década

Pese al aumento de mujeres en el campo, la crisis y el recorte de servicios en el medio rural ha ralentizado su incorporación.

Un tractor en tierras sorianas
Un tractor en tierras sorianas
Heraldo

De la invisibilidad durante décadas, a las dificultades para seguir creciendo por la falta de servicios en el medio rural. Durante estos años de crisis han sido muchos los aragoneses que han vuelto a mirar al campo como una ventana para encontrar una salida laboral volviendo a explotar tierras de sus antepasados, adquiriendo explotaciones, o lanzándose al caballo del boom de la agricultura ecológica y las nuevas formas de producción.


Y las mujeres no han sido menos en este proceso. Durante la última década casi 800 aragonesas (en concreto 781, casi una tercera parte que hombres) se han incorporado al sector agrario según los datos facilitados por el sindicato Uaga. No son muchas, pero gracias a ellas el papel de la mujer, ya sea dentro de una explotación familiar, como de forma completamente autónoma, cada vez se visibiliza en un sector hasta hace no tanto totalmente copado por el sexo masculino.


“Es indudable que ha habido un avance progresivo del papel de la mujer en el campo, lo que es fundamental porque la gran mayoría de las explotaciones están en municipios rurales con escasa población y donde la principal fuente de empleo es la agricultura o la ganadería. Es una obviedad, pero a veces hay que recordar que en estos pueblos la presencia de la mujer se hace imprescindible si queremos combatir el problema de la despoblación”, explica Ángeles Ramón, representante del Área de Mujeres de la Unión de Agricultores y Ganaderos de Aragón, quién reclama el sector primario y la agroindustria como principales motores de estos pequeños municipios junto con el turismo rural, donde también participan muchas mujeres jóvenes.


Pese a esto, los sindicatos lamentan que los recientes años de recortes en servicios en los pueblos y en las ayudas a la entrada de nuevos emprendedores ha mermado el crecimiento del papel de la mujer en el campo. “En 2014 no salieron ayudas a la incorporación de jóvenes agricultores, lo que perjudicó en general a todo el relevo generacional”, explica Ramón. Para este año se ha sacado la convocatoria de 2015 -cuya inscripción sigue abierta hasta finales de abril- pero las organizaciones agrarias avisan de que los 15 millones presupuestados-en 2012 llegaron a ser 30- son insuficientes para las más de 1.200 solicitudes que como mínimo se estima que se presentarán.


“La nueva convocatoria cuenta con mejoras que vemos bien, como que no se pide una inversión previa con la compra de tierras o maquinaria que muchas veces ahogaba al emprendedor, pero sí un plan empresarial completo además de más garantías para asegurar que el beneficiario se va a dedicar de forma plena a la agricultura”, explica la representante de Uaga, que no rehúye que tiempo atrás a veces estas ayudas llegaban a mujeres de agricultores ya asentados y no proporcionaban una nueva actividad propiamente dicha.


Con todo, la presencia de las mujeres en el campo sigue siendo muy relativa a pesar de que se han superado muchos clichés del pasado. Con alta de autónomos es donde menos diferencias se notan entre géneros, con unas 4.000 agricultoras activas por los 16.000 hombres que hay de media en Aragón. Pero en lo que respecta a los beneficiarios de la PAC, según los últimos datos disponibles por parte del Ministerio, menos de uno de cada cinco beneficiarios son mujeres, y ahí habría que descontar cónyuges que han heredado o adquirido derechos de pago por parte de sus maridos.


Además, y aunque Aragón no ha perdido tanta presencia de la mujer durante la crisis como otras regiones de España -con motivo del día de la Mujer el sindicato COAG denunció que se habían perdido más de 40.000 empleos femeninos en el campo español- alguna de las iniciativas que partieron con el objetivo de compensar este desfase no han dado resultado. Tal es el caso del registro de titularidad compartida de explotaciones, puesto en marcha por la DGA en 2012 para sacar a la luz la situación de muchas mujeres que pese a trabajar en el campo no cotizaban como tal, y por lo tanto carecían de derechos, y que desde entonces solo ha tenido 7 incorporaciones.Mónica Valdearcos. Ganadera en Mainar (Zaragoza). 38 años y madre de dos niños



Mónica Valdearcos, ganadera de ovino en Mainar, en la comarca del campo Daroca, es un claro ejemplo de mujer que se ha abierto espacio en el sector agrario en búsqueda de oportunidades.


Natural de Zaragoza, se trasladó a Mainar tras conocer a su marido, agricultor de profesión, y hace dos años decidieron abrir una explotación ovina que ahora cuenta con 550 ovejas tras probar en el pueblo en la hostelería y el cuidado de mayores.


“Si me lo hubieran dicho hace cuatro años no me habría imaginado así nunca, pero son puertas que se te van abriendo”. Ahora asegura que quiere llegar a las 1.000 ovejas más pronto que tarde, aunque cuenta con el hándicap de no haber conseguido percibir aún los derechos de la PAC. “Seas hombre o mujer, si eres un agricultor nuevo hay muchos problemas para conseguir los derechos, yo espero que esta campaña la Reserva Federal me los conceda, pero no son pocos los ganaderos jóvenes, que son decisivos para el relevo generacional, que están dejando la ganadería porque sin la PAC es difícil ser rentable”, explica.


Sobre sus dos años como ganadera, Mónica explica que “al principio fue duro porque no tenía demasiados conocimientos, pero gracias al sindicato (es afiliada de Asaja) y a la cooperativa (Oviaragón) todo está saliendo para adelante”. Mónica es además madre de dos pequeños, y reclama, al igual que sus compañeras, que la administración debería cuidar más los servicios en el medio rural, como las escuelas o las guarderías, si quieren incentivar que más mujeres trabajadores lleguen a los pueblos.Cocha y Antonia Molina, agroindustria artesanal premiada


Concha y Antonia Molina son las responsables de Encurtidos Molina, empresa fundada en los años 50 por su abuela y su padre y de la que tomaron las riendas hace casi quince años en Caspe.


Su labor artesanal -Concha se ocupa de la pata agrícola en sus 29 hectáreas de olivos, guindilla o almendras, y Antonia de la fábrica donde realizan los encurtidos- fue reconocida el año pasado con el premio concedido por 'Con Mucho Gusto' de Heraldo de Aragón.


“Somos una empresa pequeña pero tras muchos años de trabajo estamos empezando a conseguir que se nos reconozca como marca propia”, explica Concha, que estudió un grado en relaciones laborales antes de enfrentar de lleno esta aventura.


“La verdad es que estamos contentas. Cuando empezamos mucha gente nos dijo que si estábamos locas; dos mujeres al cargo de una explotación y una pequeña empresa de alimentación, pero esa percepción está cambiando, aunque también es verdad que seguimos siendo muy pocas las mujeres que nos dedicamos de forma plena al campo”, opina.Ecolécera: pioneros en la agricultura ecológica y la paridad

La última parada de este viaje nos lleva hasta Lécera, donde dos matrimonios llevan desde 1995 al frente de una de las empresas pioneras en agricultura ecológica en Aragón. Producen legumbres, pasta, y hasta vino.


Ecolécera echó a andar oficialmente con esta denominación en 2002 después de que sus socios vieran en la agricultura ecológica un buen motivo por el que apostar. Comenzaron a leer que este tipo de alimentos se estaban poniendo de moda en Europa. En España aún tardaron un tiempo en consolidarse, pero su labor pionera les permite estar ahora en una posición principal dentro del mercado nacional, siempre teniendo en cuenta que es una pequeña empresa con solo los dos matrimonios como trabajadores.


“Los cuatro socios y trabajadores somos dos matrimonios porque sinceramente lo vimos como algo natural, que mejor que compartir la empresa que con tus compañeros de vida”, explica Antonio Artal, uno de los socios. Manuela Fuertes es su mujer y una de las dos féminas de este doble tándem que completa el matrimonio formado por Amelia y Miguel Turón.


“Se trata de combinar bien las aptitudes de cada persona, y personalmente, aunque al comienzo tuvimos algunos años malos porque éramos de los primeros en Aragón que cultivábamos en ecológico, ahora todo el camino recorrido ha merecido la pena, en parte porque a nivel de cuidado de nuestros hijos, que cada vez nos ayudan más también, nos ha permitido compaginarnos mejor”, relata Manuela, quien también hace hincapié en que pese a todo lo que se ha progresado en los últimos años, cuesta mucho aún ver a mujeres en el sector agrario, algo que considera necesario “si se quiere evitar que las zonas rurales envejezcan aún más”.

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