“No se puede obligar a las minorías a abandonar sus costumbres"

En contra de la creencia de que ‘los inmigrantes no quieren integrarse’ la Casa de las Culturas asegura que la participación de estos colectivos ha aumentado un 56% en 7 años.

“No se puede obligar a las minorías a abandonar sus costumbres"
“No se puede obligar a las minorías a abandonar sus costumbres"

“Vienen a quitarnos el trabajo”, “No se quieren integrar” o “Se llevan todas las ayudas” son algunos de los comentario más habituales que suelen escucharse entre la población aragonesa. Sin embargo estas frases suelen pasar desapercibidas. Este mes de marzo, con motivo de la celebración de la Semana contra el Racismo se presentaba en la Casa de las Culturas de Zaragoza el ‘Manual Antirrumores’, una herramienta que pretende erradicar estas creencias sociales y acabar con el racismo y la xenofobia.


¿Qué opinan las asociaciones aragonesas de inmigrantes sobre éste problema?, ¿Es Zaragoza una ciudad racista? Y, de ser así, ¿cuál podría ser la solución? En su opinión las claves radican en la educación, la cultura y el respeto.


En contra de la opinión que afirma que “los inmigrantes no quieren integrarse”, la Casa de las Culturas asegura que se trata de colectivos que participan de manera “muy activa” en la vida social y cultural zaragozana. En tan solo 7 años se han adherido medio centenar de asociaciones al registro de la Junta General alcanzando las 136 entidades. “El racismo no es un proceso unidireccional, sino que requiere de un esfuerzo de las dos partes”, explica Susana Hernando, técnico sociocultural de la Casa de las Culturas. En su opinión tendríamos que comenzar por definir qué es integrarse: “No se puede obligar a las minorías a abandonar sus costumbres, siempre tiene que haber unos límites”, explica.


Olga Pineda, representante de la Asociación Cultural Ecuatoriana El Condor de Zaragoza, lleva 13 años viviendo en Zaragoza. En torno a un centenar de socios participan en sus actividades culturales con las que tratan de dar conocer su cultura y potenciar la integración. En su opinión, el racismo es un problema universal: “Hay de todo, tanto por nuestra parte como por la de la sociedad que te recibe, pero no es algo generalizado”, asegura.


Pineda recuerda lo duro que fue para ella y su familia adaptarse a un nuevo lugar. “Nos ha tocado luchar pero así es la vida”, asevera. Algo parecido le ocurrió a Slaveyka Pavlova, presidenta de la Asociación de Bulgaros en Aragón AIBA BG, formada por unas 200 personas. “Nos encontramos como en casa y formamos un grupo muy bien integrado. Ahora lo que tratamos de desarrollar son las relaciones en la vecindad y participar activamente en la vida sociocultural zaragozana”, explica la vecina de Zaragoza desde hace 14 años. 


En su caso organizan actividades lúdicas y culturales, aunque una de sus labores más importantes se centra en la Escuela de búlgaro para las nuevas generaciones nacidas en España. “No queremos que los más pequeños pierdan sus raíces, eso no es bueno”, recalca. Asegura que el mayor problema que han sufrido los búlgaros en Aragón ha sido la escasez de trabajo. “Nadie abandona su casa por gusto, es muy difícil y se pasan muchas penas. Llega un momento en el que no eres de ningún sitio porque estas en un lugar que no es el tuyo pero cuando regresas a casa te miran como el bicho raro”, reconoce.

Cuestión de educación

Marina Souare sí que ha vivido más de una situación incómoda en los 15 años que hace que vive en Zaragoza. “En la mayoría de los colegios se dice que los africanos se llevan todas las ayudas; aunque también me han parado en una tienda con dos carros cargados de comida porque sospechaban de mi”, recuerda la representante de la Asociación de Mujeres de Guinea Conakry, AMUGAR. “No me molesta, seguramente a un zaragozano en un supermercado de Guinea le habrían hecho lo mismo”, añade.


Para Souare, que trabaja como mediadora intercultural en el Ámbito Educativo para el Gobierno de Aragón, se trata de un problema de desinformación y la solución pasa por informar, educar y concienciar, eso sí “a las dos partes”. “Soy inmigrante, y solo yo sé por todo lo que he pasado. Venimos con las mochilas bien cargadas de problemas y los receptores han podido vivir malas experiencias con inmigrantes y mezclan las cosas. Con la crisis muchos aragoneses se han ido de sus casas por lo mismo, por necesidad”.


A sus 36 años Dan Zhou estudia un doctorado de Psicopedagogía y forma parte de la Asociación Aragón Oriental dedicada a la promoción de la cultura china en Aragón. En su opinión, el idioma es la mayor barrera. “Trabajo en el Juzgado como intérprete y escucho los casos de ataques a tiendas o bazares chinos en Aragón en los que no pueden defenderse por sí mismos porque no conocen la lengua”, lamenta. En cuanto a los prejuicios que afectan a su nacionalidad destaca que “La gente cree que todos los chinos tienen negocios y hacen ‘chanchullos’ para no pagar impuestos”. Sin embargo asegura es una percepción que se va corrigiendo: “Siento que cada vez estamos mejorando eso, con terceras y cuartas generaciones de chinos en Aragón. Cada vez se tiene mejor comunicación”.


Unas 80 personas de entre 14 y 30 años forman parte de la Unión Juvenil Aljafería de jóvenes musulmanes. Ibtissam Zouggagh, de 23 años, es su representante. Tras los hechos ocurridos con la joven Soraya –expulsada de su clase por un profesor de la Universidad de Zaragoza- reconoce que su respuesta es “apoyarnos y escucharnos entre nosotros”. “Yo también lo sufro, ya que no hay muchas mujeres cursando Ingeniería electrónica en Zaragoza, y con velo, menos”, se ríe. En su opinión, el velo es más que una simple cuestión cultural: “En mi caso entiendo que quienes venimos tenemos que adaptarnos al lugar, pero el velo es una creencia que no entiende de espacio físico “, asegura.

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