Las obras de Bailín multiplicaron por 10 los niveles de lindano en un ibón a 30 kilómetros

Investigadores de la Universidad de Zaragoza detectan que el pesticida se disparó en Sabocos. Un año después de la polémica obra, todavía se cuadruplicaba el grado de contaminación previo.

Zoe Santolaria y Tomás Arruebo toman muestras en otro de los ibones estudiados, el de Truchas.
Zoe Santolaria y Tomás Arruebo toman muestras en otro de los ibones estudiados, el de Truchas.
Alfonso Pardo

El traslado de casi 420.000 toneladas de residuos contaminados por el lindano de Inquinosa, desde el viejo vertedero de Bailín a la nueva celda de seguridad, no solo tuvo graves efectos en el río Gállego aguas abajo de Sabiñánigo. Los restos del pesticida también intensificaron su presencia en pleno Pirineo, hasta tal punto que a 30 kilómetros de distancia, y a 1.900 metros de altitud, las polémicas obras hicieron que en el ibón de Sabocos (Panticosa) se multiplicaran por 10 los niveles del pesticida procedente de la antigua fábrica.


Aunque son cantidades muy pequeñas, los datos recabados por investigadores de la Universidad de Zaragoza dan idea de las afecciones ambientales de la operación llevada a cabo en el verano de 2014, que dejó sin agua de boca durante semanas a una docena de pueblos de la ribera del Gállego.


El grupo multidisciplinar detectó por primera vez en 2011 isómeros de HCH (hexaclorociclohexano) en las aguas de Sabocos. Los siguientes análisis llevados a cabo en 2012 y en 2014, justo antes del inicio de las obras, confirmaron la presencia de trazas en niveles constantes. Pero las muestras tomadas en agosto y noviembre de ese año reflejaron las consecuencias del trasiego. "Hubo un aumento bastante importante de la cantidad total y un cambio en la distribución de los compuestos, que se correspondía con la que hay en el vertedero", explica Zoe Santolaria, química y autora de una tesis doctoral sobre estos lagos de alta montaña como indicadores de los cambios ambientales.


En agosto de 2014, en pleno traslado, el aumento de los niveles de contaminación y el cambio en la distribución de los distintos isómeros eran ya palpables, señala Santolaria. Pero fue en noviembre, un mes después de concluir las obras, cuando los valores se dispararon "muchísimo", sobre todo los de los compuestos que predominaban el vertedero. Así, se pasó de una mayor presencia del gamma (el pesticida lindano que vendía Inquinosa) a un incremento del resto, que la empresa desechaba, como el alfa, el más abundante en Bailín y el responsable de la contaminación del Gállego.


Y si antes del desmantelamiento la suma de todos los isómeros de HCH era de 0,2 nanogramos por litro en Sabocos, una vez acabadas las obras se llegó a los 2 nanogramos. "Sigue siendo poco a nivel sanitario –50 veces por debajo de los 0,1 microgramos permitidos para el agua de boca–, pero llama la atención y demuestra que el efecto persiste después del movimiento", advierte la investigadora, que presentó su tesis en diciembre y obtuvo una calificación de sobresaliente cum laude.


De hecho, en agosto de 2015, casi un año después del pico máximo, aún había 0,8 nanogramos y los especialistas desconocen hasta cuándo se mantendrán esos niveles elevados. Estas sustancias se evaporan, son transportadas por las corrientes y, con el aire más frío de las capas altas, se condensan y precipitan. "Siguen llegando durante mucho tiempo", explica Santolaria, que recuerda que, al ser compuestos, no desaparecen. Se adhieren al polvo y caen al fondo del ibón, por lo que el próximo objetivo de estos investigadores es analizar los sedimentos.

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