​Yetis a la espera de nieve

Los 17 refugios de montaña de la FAM abren todo el año gracias a sus guardas.

Guardas preparando un refugio
Guardas preparando un refugio

Suena el teléfono a 2.200 metros de altitud. A los pies del Monte Perdido descuelga Iván Urbieta dispuesto a dar información útil a algún excursionista. Es uno de los guardas del refugio de Góriz y le ha tocado cubrir el mes de diciembre.


- ¿Nochebuena y Nochevieja las pasas ahí arriba?

- El refugio está abierto todos los días del año.

- ¿Y tu familia?

- En Jaca.


El camino al trabajo implica cuatro horas de caminata para los guardas del regio de Góriz así que es comprensible que no bajen a casa para cenar. Suben a principios de mes cargados de alimentos perecederos (las verduras frescas no abundan allí arriba) y permanecen en la montaña hasta que llega a relevarles el guarda del mes siguiente. Entonces emprenden las cuatro horas del camino que les lleva de vuelta a la civilización.


"Eso si no hay nieve -matiza Iván-. En invierno podemos tardar cinco o seis horas". Alguna vez, recuerda, el trayecto le ha supuesto "más de un susto, algo de miedo y ocho horas de camino". A cambio, explica, disfrutan de dos meses de vacaciones entre turno y turno.


Los paisajes más recónditos y característicos de Aragón esconden otros 16 refugios de montaña incluidos en la red de la Federación Aragonesa de Montañismo. El trabajo de sus guardas, los yetis aragoneses, permite que estén abiertos todos los días del año para informar y acoger tanto a los excursionistas expertos como a los envalentonados. De todas formas, avisan, es aconsejable llamar siempre al refugio antes de iniciar la marcha para que los guardas sepan a cuántos montañeros esperar y puedan salir a buscar a los desorientados o alertar a la Guardia Civil.

La soledad encontrada

En verano la afluencia se dispara en los refugios. El sol saca de casa a los montañeros, los desayunos a servir se multiplican y en algunos refugios se juntan incluso siete guardas a la vez. Entonces hay con quien hablar y resulta sencillo recoger los datos meteorológicos de la Aemet. Los auténticos yetis, sin embargo, valoran la soledad y prefieren las condiciones del invierno y el aislamiento que les proporciona la nieve. Una nieve que este año se está haciendo de rogar.


"En verano es estresante y con tanta gente esto se convierte en una especie de Gran Hermano", justifica Iván. A la misma altitud pero algo más al oeste, le da la razón Raúl Martínez desde el valle de Tena. En el refugio de los Ibones de Bachimaña los guardas trabajan de uno en uno en turnos de quince días. A Raúl -Acho para los amigos- le ha tocado la segunda mitad de diciembre y asegura que la soledad se agradece. "Hay muchas cosas que no puedes hacer abajo con gente a tu alrededor. Aquí tienes muchísimo tiempo y puedes leer, estudiar y encontrarte a ti mismo".


Su excursión al trabajo es algo más corta. En verano llega desde los Baños de Panticosa en apenas hora y media. En invierno, la nieve y el hielo complican las cosas y tarda entre dos y dos horas y media. "El relevo se ha tenido que hacer en helicóptero muchas veces por riesgo de aludes", añade.

Punto de información... y auxilio

Los guardas de los refugios recogen los datos meteorológicos para la Aemet dos veces al día. Haga frío o calor se acercan hasta la estación y miden la cantidad de lluvia, las temperaturas, la humedad del aire, el tipo de nubes y el grano de nieve. A veces incluso en condiciones extremas. "Hemos llegado a estar una semana entera a menos 18 grados con vientos de 70 kilómetros por hora y problema de congelaciones. Aún así, hay que estar aquí", concreta Iván.


Por las tardes los guardas de refugio atienden al teléfono y gestionan las reservas a través de internet. En las conversaciones, dan información a los excursionistas y aconsejan sobre la conveniencia o no de lanzarse a la montaña según el clima, las condiciones y el nivel de experiencia. Si aún así alguien se envalentona más de la cuenta o se desorienta en la montaña, los guardas estarán atentos e incluso saldrán a auxiliarle, siempre y cuando haya avisado antes de su llegada.

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