La fragmentación y las líneas rojas de los partidos ralentizan la formación del ejecutivo

Todo apunta a que las negociaciones para el pacto de gobierno podrían ser largas por primera vez. No es fácil, pero muchos países de la UE tienen Parlamentos atomizados y coaliciones en el poder.

Pedro Sánchez y Mariano Rajoy, en una reunión en la Moncloa el pasado 23 de diciembre.
Pedro Sánchez y Mariano Rajoy, en una reunión en la Moncloa el pasado 23 de diciembre.
PEDRO ARMESTRE/AFP

En su joven democracia, España no ha conocido una fragmentación política semejante gracias, fundamentalmente, a un sistema electoral diseñado en la Transición para abocar a la creación de dos grandes fuerzas nacionales y facilitar la formación de gobiernos estables. En esta ocasión, las barreras impuestas en el modelo a los partidos medianos no han sido suficientes. Nunca el más votado había tenido menos de un 35% de los votos; ahora el PP no llega al 29%. Tampoco antes el tercer partido había superado el 11% de los sufragios válidos; Podemos y sus coaliciones suman el 20,6% y Ciudadanos ha alcanzado el 13, 9%.


A diferencia de lo que ocurre en la mayoría de los países de la Unión Europea, donde las alianzas multipartidistas son la norma, en España no hay tradición de coaliciones gubernamentales en el Ejecutivo nacional, pero sí que varios presidentes han gobernado gracias al apoyo de grupos minoritarios nacionalistas. En cualquier caso, la obligación es intentar pactar antes de dar paso a nuevas elecciones; aunque ahora, vistas las líneas rojas de los partidos, todos los escenarios se antojen imposibles.

Gran coalición

Vetada por el PSOE

La única fórmula que, númericamente, permitiría sumar mayoría absoluta sin la participación de una tercera fuerza es un acuerdo de gobierno entre el PP y el PSOE. En España suena contranatura, pero en Alemania y Austria está a la orden del día. Felipe González llegó a plantearlo en mayo de 2014. "Si el país lo necesita lo deben hacer", llegó a decir. Su partido se le echó encima. Los socialistas están convencidos de que sería su muerte política y argumentan que no se puede privar a los españoles de una alternativa progresista con experiencia de gobierno. Algo que podría servir en bandeja a Podemos el asalto final al espacio socialdemócrata.


En Alemania, el SPD logró, en su último pacto con la CDU, que Angela Merkel aceptara introducir en su país el salario mínimo interprofesional, la jubilación a los 63 años para algunos trabajadores o cuotas para directivas de empresas. Pero las posiciones de populares y socialistas en cuestiones fundamentales son muy antagónicas. Por ejemplo, el PSOE se ha comprometido a derogar la reforma laboral y la ley de educación del PP.

De momento, todo el partido socialista, incluidos los rebeldes contra Sánchez, defienden con rotundidad que hay que votar ‘no’ a la investidura de Mariano Rajoy o de cualquier otro miembro de su partido.

El PP y Ciudadanos

Requeriría abstenciones

Sería, probablemente, la ideal para el PP; no tanto para Ciudadanos. Los liberal-demócratas británicos no salieron bien parados de su acuerdo con los conservadores de David Cameron en las elecciones de este año, tras haber obtenido su mejor resultado de la mano de Nick Clegg en 2010. También los liberales germanos sufrieron un severo varapalo en 2014, pero durante 60 años participaron de manera intermitente en las tareas de gobierno sin grandes problemas.


Albert Rivera prometió facilitar que gobierne la lista más votada, pero también dijo siempre que no formaría parte de un gobierno que no presidiera. En lo económico podrían entenderse, en lo social y en cuestiones ideológicas, no tanto. En todo caso, ni la abstención ni el, por el momento, poco previsible ‘sí’ de la cuarta fuerza parlamentaria bastarían por sí solos para superar los votos en contra del resto de partidos –suman 163 escaños; la mayoría absoluta está en 176–. Harían falta la abstención que los socialistas se niegan a ofrecer o la neutralidad del PNV y Convergencia, con quienes José María Aznar fraguó un apoyo externo en 1996 pero que hoy resulta imposible, en el caso de los catalanes, por su deriva independentista.

El PP en minoría

Acuerdo de gobernabilidad

No hay mucha diferencia con la posibilidad anterior. Y en este momento, dada la posición del PSOE, también resulta implanteable. Sería algo parecido a lo que ocurre en Suecia, donde el socialdemócrata Stefan Löfven, gobierna en minoría junto a los ecologistas después de haber resultado vencedor en las elecciones del pasado año. Con el objetivo compartido de frenar el paso al emergente partido de ultraderecha Demócratas de Suecia (aquí lo que está amenazado es la unidad de España), suscribió un pacto con la Alianza de centroderecha para garantizar la gobernabilidad. El acuerdo implica que gobierna el más votado y que se le garantiza que los presupuestos salgan adelante. Con solo 123 escaños, el PP estaría obligado a negociarlo todo.

Izquierda multipartita

Ni con los secesionistas

Pedro Sánchez parece empeñado en explorar esa vía, similar a la portuguesa, una vez Mariano Rajoy fracase en su intento de ser investido, pero cuenta con la oposición de los principales barones de su partido. Podemos, la fuerza que menos teme unos nuevos comicios, ya ha dicho que quien quiera pactar con él tendría que asumir un referéndum de autodeterminación en Cataluña; anatema para los socialistas. Aun así, los 90 diputados del PSOE y los 69 que suman el partido de Pablo Iglesias, Compromís, En Comú y En Marea no llegarían, ni con los dos de IU, a los votos suficientes. Sería necesario el concurso de ERC (9 escaños), de Bildu (2) y del PNV o Convergencia, que de izquierda tienen poco. Ciudadanos no entra en la ecuación porque una de sus señas de identidad es el rechazo a la ruptura de la soberanía nacional. La inestabilidad sería mayúscula.

Gobierno transversal

Reformar la Constitución

De manera extraoficial, en los dos grandes partidos hay voces que plantean como opción de último recurso un acuerdo para que gobierne el PP, quizá incluso entrando el PSOE en el ejecutivo y con la participación de Ciudadanos, pero con condiciones y un mandato muy preciso para acometer una reforma profunda pero controlada de la Constitución en un momento en el que las reformas institucionales parecen necesarias, pero la integridad territorial del país está en riesgo.


Albert Rivera propuso el miércoles, aunque sin concretar cómo se materializaría, una alianza a tres para garantizar la unidad de España, la buena marcha de la economía, el cumplimiento de los compromisos con la UE y las medidas de regeneración democrática. Pedro Sánchez dijo ‘no’. Sostiene que esos objetivos de Estado puede garantizarlos también como líder de la oposición.

Ejecutivo del pequeño

‘Borgen’

Es quizá la opción que, a priori, resulta más estrambótica, aunque a los seguidores de la serie danesa ‘Borgen’ les resultará seductora. Significaría hacer presidente a Rivera, como líder del partido de centro y aparentemente más capaz de tejer acuerdos a uno y otro lado del arco parlamentario.

Un tecnócrata

Fracaso de los políticos

El único que habla de poner a un "independiente" al frente del gobierno es Podemos, aunque nada dice de su perfil. En los peores años de la crisis, Italia y Grecia colocaron a dos tecnócratas, Mario Monti y Lukas Papadimos, al frente de sus gobiernos. Sería el fracaso de los políticos.

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