De lo viejo y lo nuevo

Ah, la vieja política! Con sus pequeños y grandes vicios, sus perniciosos hábitos, sus redes clientelares, sus corruptelas y sus enormes y descarados fraudes, no solo económicos. Estamos a punto de atravesar –aseguran– el quicio hacia la nueva política, esa en la que todos seremos felices y encontraremos la paz de espíritu, tan ansiada. "El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación", rezaba la Constitución de Cádiz. Ahora sonreímos al leerlo pero es porque desde entonces hemos ido, con altibajos, degenerando en lo que a ideales políticos se refiere. Hay, sin embargo, una cierta inquietud en el ambiente que se mezcla con el barrunto de todo lo que echaremos de menos. Porque de esta vieja política, ya lo verán, habrá cosas que añoraremos.


En España, el punto medio nunca ha sido nuestro fuerte. Hasta Felipe II, que era de natural sobrio, designó a la ciudad peninsular geográficamente más céntrica como capital del reino en un intento baldío de establecer tendencia. Se demonizan algunas cosas con la misma rapidez con que se idealizan otras y se hace, además, con poca consistencia intelectual. La consecuencia es que hay términos vacíos que gozan de una inusitada popularidad, como consenso o talante, a pesar de que su sentido requiere siempre de otros elementos concretos, de un contexto sustantivo que los acompañe.


Y mientras, se denuestan absurdamente por ejemplo conceptos como el de las mayorías absolutas, igual que se pueden denigrar las bicicletas. Todo depende del uso que se haga de ellas. Son bastantes los ciclistas que circulan por las aceras estrechas sin siquiera mirar a los peatones, pero eso no basta para condenar a la bicicleta, que no deja de ser un vehículo en manos de un individuo presumiblemente pensante y responsable.


Lo inquietante es la vacuidad de lo nuevo y lo viejo, que se tornan en una mueca de sonrisa y otra de tristeza. Ahí está esa política vieja o nueva, que intercambia en un segundo las máscaras teatrales de la tragedia y la comedia. Ahora viejo, ahora nuevo.

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