Un cole con barracones de hace 50 años

Los padres y profesoras del colegio de Peñaflor denuncian las deficiencias. No hay comedor, y los niños comen de tupper en el pabellón del barrio rural.

Al fondo, los barracones y a la izquierda, la casa de maestras abandonada.
Al fondo, los barracones y a la izquierda, la casa de maestras abandonada.
Sandra Lario

Las familias del colegio público Florencio Jardiel, en el barrio rural de Peñaflor de Zaragoza, sueñan con un colegio "normal": con aulas en vez de barracones, comedor, gimnasio, biblioteca, un patio sin agujeros... La realidad es que tienen un colegio con graves carencias en infraestructuras, unos barracones del año 1968 y una casa abandonada en mitad del patio.


"Los padres estamos muy contentos con las profesoras y con el proyecto educativo, pero el colegio tiene muchas carencias en infraestructuras. Los barracones son de 1968 y desde entonces no han cambiado. Están mal aislados. En invierno hace frío y en verano mucho calor. El patio tiene bordillos, agujeros, bloques de hormigón y otros elementos que son peligrosos para los niños. Pedimos que inviertan un poco en este colegio. Si no, al final, se perderá", afirma la presidenta de la asociación de padres, Estela Coscojuela.


El colegio Florencio Jardiel tiene 49 niños agrupados en cuatro aulas, dos de Infantil y dos de Primaria. Los pequeños están en un edificio de ladrillo, de 1989. Las aulas de los mayores están en los barracones. En estos módulos llegan en los meses de calor a 38 grados. Hay ventanas que no se pueden abrir. Los techos están agrietados. Los baños son viejos, con goteras y tuberías que se atascan con frecuencia. El tejado es de amianto (uralita), cuyo uso está prohibido en España y muchos países por su riesgo cancerígeno.Un patio sin fuente, con bordillos y una casa abandonada

El patio del colegio también necesita una inversión. Hay una zona asfaltada y otra de piedras. Hay bordillos y bloques de hormigón que sobresalen. La fuente no funciona porque los técnicos decidieron cerrar la acometida de agua para evitar filtraciones. Y en mitad del patio está la antigua vivienda de maestras, abandonada desde hace más de doce años. Esta construcción, de dos plantas, tiene ventanas rotas, humedades y varios desperfectos. Las profesoras usan esta casa como almacén.


Hay varios proyectos para reformar total o parcialmente esta casa y acondicionar aulas. Pero estos proyectos nunca han sido aprobados ni han contado con presupuesto, según explican desde el colegio. También hay un solar contiguo, propiedad municipal, donde alguna vez se ha planteado la posibilidad de construir un nuevo centro.


"El Ministerio, el Gobierno de Aragón y el Ayuntamiento de Zaragoza conocen la situación del colegio, hemos enviado muchas quejas. En campaña electoral, vienen los políticos, se hacen fotos y hacen promesas que se quedan en nada. Nos sentimos muy abandonados. Pedimos una solución: que reformen la casa de maestras o que hagan un colegio nuevo en el terreno colindante", señala Noemí Mas, profesora y madre del centro.


Las profesoras y la asociación de padres también denuncian la falta de comedor, biblioteca, un aula polivalente o un espacio cerrado donde hacer educación física en días de mal tiempo. En los últimos años la Administración no ha hecho mucho caso a las demandas del colegio. Hace seis años pusieron calefacción en los barracones y este verano han cambiado el suelo de las aulas.


"Si no hay servicios y buenas instalaciones, muchas familias prefieron llevar a sus hijos a otros centros. Y si no hay niños, pues no nos ponen servicios. Es la pescadilla que se muerde la cola. En Peñaflor hay más de un centenar de niños en edad escolar, pero más de la mitad va a colegios fuera de aquí, como el San Gabriel de Zuera o el de Montañana", lamenta Noemí Mas.


La falta de comedor es una carencia y un agravio comparativo con otros centros. Las familias se han organizado para ofrecer servicio de comedor. "Nos ponemos de acuerdo para hacer el mismo menú en casa. Los niños traen la comida en tuppers. Hemos contratado a cuatro monitoras que vienen a buscarles y los llevan al pabellón. Es casi un kilómetro andando. Allí les calientan la comida en dos microondas. Y luego vuelven a acompañarles de vuelta al colegio. Pagamos 100 euros cada mes", explica Noemí. En los demás colegios públicos de Aragón pagan 86 euros desde este mes con la comida incluida.

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