París tras el 13-N

La gente se pregunta ¿cómo hemos podido llegar a esto? ¿Qué tipo de gente puede llevar a cabo tales atrocidades?

París anda inmerso desde hace dos días en un estado confuso, intentando sobrellevar la tristeza, despertar de la pesadilla que se vivió el viernes pasado, y al mismo tiempo, tratar de plantar cara al terror de unos pocos. El mensaje de los terroristas fue claro, no hay objetivo exacto ni lugar preciso, las víctimas son inocentes, gente de a pie, personas en situaciones en las que cualquiera de nosotros podemos encontrarnos, disfrutando de una cerveza en una terraza, cenando en un restaurante con amigos o divirtiéndose en un concierto de música. Con el agravante de que son ellos, los terroristas, los que deciden el tempo, el momento y el lugar de la barbarie.


Y la gente se pregunta ¿cómo hemos podido llegar a esto? ¿Qué tipo de gente puede llevar a cabo tales atrocidades? La situación quizás se haya agravado en lo últimos meses, pero no hay que olvidar que en Siria e Iraq, brotó un movimiento radical hace ya unos años que ha ido poco a poco madurando y robusteciéndose, dando como resultado una corriente fundamentalista que hoy en día cuenta en sus filas con un alto número de devotos entrenados y capaces de todo por satisfacer a sus líderes.


El mundo occidental subestimó quizás en su día la capacidad de proyección de este grupo terrorista, llevando a cabo políticas un tanto confusas y poco contundentes. Les dejaron crecer, desarrollarse, y convertirse en lo que son hoy en día, una amenaza con una capacidad de exportación enorme.


Al mismo tiempo los franceses buscan una solución a esta corriente perversa y la manera de luchar contra una ideología radical tan violenta, que en muchas ocasiones, nace en suburbios y barriadas de las grandes ciudades francesas, donde los adolescentes empiezan a adquirir este tipo de doctrinas y a vincularse a movimientos fundamentalistas. Expertos en la lucha antiterrorista tienen la impresión de que llevamos diez años de retraso, en los que se podría haber frenado esta radicalización a través de campañas de sensibilización de los jóvenes, más control de internet y reforzando la educación en los barrios más desfavorecidos.


Por último, hay un sentimiento de que los gobiernos occidentales, y en particular el gobierno francés, viven en una ambigüedad constante, creando lazos con países fundamentalistas religiosos, pero liberales económicamente, con los que tienen importantes convenios y acuerdos económicos: compra-venta de materiales y recursos, inversión en medios de comunicación franceses, grandes propiedades inmobiliarias y de equipos de futbol, etc, siendo a la vez estos mismos países, acusados de financiar a los grupos fundamentalistas que golpean violentamente a occidente.


En resumen, el sentimiento que impera en París este fin de semana, mezcla la necesidad de reaccionar ante un ataque terrorista y de no sucumbir al miedo ante lo sucedido, con la impresión de que al final es el pueblo de a pie (sirio, libanés o francés) el que está pagando los platos rotos de enormes incongruencias entre oriente y occidente, que han creado un caldo de cultivo con consecuencias extremadamente graves que estamos empezando a sufrir y que se están convirtiendo en tragedias.



(*) J. Pariente es un ingeniero aragonés residente en París.

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